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Relato del 'Señor X', desaparecido extemporáneo del Palacio de Justicia

Después de colaborar con las autoridades para la captura de Bernardo Alfonso Garzón, pieza clave en el caso del Palacio, el 'Señor X' tuvo que esconderse en las montañas del Valle, desde donde habló con El País.

31 de enero de 2016 Por: Unidad Investigativa | El País

Después de colaborar con las autoridades para la captura de Bernardo Alfonso Garzón, pieza clave en el caso del Palacio, el 'Señor X' tuvo que esconderse en las montañas del Valle, desde donde habló con El País.

Aunque solo tenía 9 años de  edad cuando el  M-19 se tomó el Palacio de Justicia y a pesar de que ese trágico 6 de noviembre de 1985 se encontraba en Barranquilla, el ‘Señor X’ se convirtió en el último desaparecido del holocausto. Ya habían pasado 28 años desde que en la memoria de los colombianos quedaron tatuadas las imágenes estremecedoras de tanques del Ejército destruyendo la entrada al Palacio de Justicia, de  decenas de civiles y magistrados muertos y de sobrevivientes que jamás aparecieron, cuando la tragedia vino hasta el Valle del Cauca a cobrar un desaparecido más. ‘El profe’, como lo conocían sus pacientes, siguiendo su vocación de servicio y su preparación como terapeuta en adicciones abrió a principios del 2012 una IPS en zona rural del municipio de Pradera, la cual estaba inscrita en registros de Cámara y Comercio como Fundación para la Transformación del Ser, Funtraser. Lejos de imaginar que el transformado sería él, su vida laboral y familiar atravesaba el mejor momento y no pasó mucho tiempo antes de que una de las principales EPS de la región contratara sus servicios para la  rehabilitación de personas con problemas de adicciones y para 0rientación familiar. Pero el destino le tenía las cartas marcadas y una tarde de noviembre del 2013 llegó a la fundación un joven, acompañado de sus padres, para tratar un problema de drogadicción. Pero esa no era una familia cualquiera. Tan pronto el muchacho entró en confianza, un par de semanas después de haber llegado al internado, condenó a Luis Carlos a escuchar una historia tan inverosímil como la que ahora él protagoniza.No solo le habló de los rencores que guardaba contra su padre, Julio Garzón, sino de las palizas que le propinaba con un sable del Ejército y una serie de crímenes atroces que habría cometido el señor en su época como militar. Convencido de que el alcohol y las drogas habían ocasionado en el joven un daño mayor al que aparentaba, se sentó en su computador y buscó en Google el nombre de ‘Julio Garzón’, pero no arrojó resultados. Un par de días después, el muchacho insistió en el tema y aseguró que su padre era buscado con circular roja de la Interpol por una serie de delitos cometidos en los años 80, pero el ‘profe’ le hizo saber que no era cierto lo que decía porque consultó en internet y no obtuvo respuesta. Fue entonces cuando escuchó la frase que prefería jamás haber oído: “Lo que pasa es que mi padre le mintió y él no se llama como dice en el expediente médico; su nombre verdadero es Bernardo Alfonso Garzón Garzón”. Memorizó ese nombre y tan pronto tuvo la oportunidad, volvió a hacer la consulta en internet y aparecieron entonces más de 160.000 páginas web que hablaban de los crímenes en los que estaría involucrado el exagente de Inteligencia del batallón Charry Solano entre 1984 y 1990. No podía guardar silencio Ya no había duda. El hombre que se apareció en su consultorio, acompañando a su hijo con problemas de adicciones,  es el mismo que con el alias de ‘Lucas’ se infiltró en el M-19, a quien involucran en la desaparición y ejecución de al menos 30 personas, el que llevaba 20 años prófugo de la justicia y a quien la Fiscalía calificó como ‘el eslabón perdido’ para esclarecer los hechos del Palacio. Las versiones del ente acusador apuntan a que Garzón habría estado durante la retoma, que participó en los operativos y que sabe exactamente lo que pasó con las personas que salieron con vida y luego desaparecieron. Igualmente, que tiene información sobre varios asesinatos selectivos. De ahí que lo primero que desapareció en la vida del ‘Profe’ fue el sueño.  Entre más leía, era mayor el temor que sentía ante el tamaño y peso del enemigo que al que debería hacer frente, porque no estaba dispuesto a callar su paradero. Por seguridad optó por no ir solo a la Fiscalía y buscó la Fundación Nydia Érika Bautista, creada en homenaje a una socióloga desaparecida por hombres del batallón Charry y cuyos restos ayudó a encontrar el mismo Garzón; pero no dieron crédito a su historia. Con el propio hijo del militar consiguió unas fotografías de su estadía en España, país hacia donde huyó para evadir la justicia, y de inmediato la Fundación lo llevó a Bogotá y realizó el contacto con la oficina de Derechos Humanos del CTI de la Fiscalía, donde entregó datos de su lugar de residencia, propiedades, autos y fincas. El ‘Profe’ confiaba en que si todo salía bien, seguiría adelante con su vida, pues  el compromiso con la Fiscalía era que no se revelaría la fuente que condujo a  Garzón y que él y su familia quedarían, ante cualquier situación, bajo protección del Estado. No se cumplió lo uno ni lo otro. Días después el ‘Profe’ regresó a Cali y fue a la casa donde se escondía el sargento Garzón con el argumento de buscar unos elementos para llevarle a su hijo a la Fundación.  “Cuando vi a ese tipo sentí temor. Es una persona de un temperamento tan fuerte que de inmediato di credibilidad a las historias de maltrato de las que hablaba su hijo”, aseguró. La visita solo duró diez minutos porque el exmilitar se preparaba para salir al bautizo de su nieto; al salir de la lujosa vivienda en el sur de Cali, alertó a los agentes del CTI que llegaron con él desde Bogotá,  de que Garzón iba a salir y que no lo capturaran ahí mismo sino que lo siguieran y lo hicieran luego para no despertar sospecha alguna. Pero Garzón no había puesto un pie fuera del apartamento cuando ya lo estaban capturando. Casi de inmediato el ‘Profe’ recibió una llamada de la esposa del exmilitar quien le recriminó por haber revelado a las autoridades el paradero del suboficial. Confiaba que el Estado lo protegería pero el mismo día de la captura tuvo su primera decepción. Se suponía que la Fiscalía lo llevaría para Bogotá, pero se quedó esperando en Cali. Para redondear el mal momento, los agentes del CTI pusieron por error en el expediente sus datos y el de la fundación que contribuyó a la captura y de inmediato llegaron las amenazas. Pidió entonces la protección a la Fiscalía y le respondieron que él era una fuente y que los programas de protección en Colombia son para testigos y no para fuentes, razón por la cual no encajaba en ninguno de ellos. Desapareció en enero de 2014 Sin una luz de esperanza y con el mundo en tonalidades grises, se ocultó en Bogotá con ayuda de la Fundación Nydia Érika Bautista y debió renunciar a todo por lo que había luchado; incluida su familia para evitar que le hicieran daño. El hombre que por años ayudó a otros mediante terapias a superar los temores y situaciones difíciles estaba destruido moral y psicológicamente por la persecución y las amenazas. En cuestión de horas desapareció su fundación, sus cuentas en redes sociales, su vida familiar y de varios registros oficiales desapareció su nombre: en adelante todo documento en alusión a él se refería al ‘Señor X’. Así figura en las medidas cautelares dictadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 28 de mayo del 2014, donde le ordenan al Estado colombiano adoptar las decisiones necesarias para preservar la vida y la integridad de los directivos de la Fundación Nydia Érika Bautistas y del  ‘Señor X’ y su núcleo familiar. La protección jamás llegó y con ayuda de una ONG fue sacado del país ante las constantes amenazas y seguimientos de los que venía siendo víctima en la capital del país y sus familiares, esposa e hija en la ciudad de Cali. En mayo del 2014 fue enviado a Uruguay con un maletín lleno de esperanzas que se esfumaron una semana después de estar residiendo en la ciudad de Montevideo. El ‘Señor X’ fue atacado en Montevideo y le dañaron los dientes y un costado del rostro. Al solicitar ayuda de las autoridades en el país austral, fue retenido y señalado de  querer asesinar al presidente José ‘Pepe’ Mujica. Finalmente la fundación que lo acogió en Uruguay demostró que era un extranjero protegido, pero él decidió regresar a Colombia. “Prefiero que me maten en mi país y no en un lugar donde nadie me conoce”. Dos años después de la captura de Garzón, de haberse tenido que esfumar, de no ver a su hija y no poder trabajar, el desespero lo sacó de su refugio y habló con El País en un sector montañoso del Valle sobre su drama. Bernardo A. Garzón  El ‘eslabón perdido’, según la Fiscalía, es testigo clave por los hechos del Palacio. Garzón ya había dicho hace varios  años que durante la retoma, miembros del Ejército retuvieron a la guerrillera Irma Franco en una camioneta y que luego la asesinaron.  Ante la Procuraduría, en 1991, contó que la Brigada XX y el Batallón Charry participaron en la desaparición de militantes  de izquierda como Amparo Tordecillas, Nydia Érika Bautista y Guillermo Marín e involucró a los generales Álvaro Velandia e Iván Ramírez Quintero, aunque años después se retractó. Ya había estado preso  en Palmira por robo y se investiga su presencia y participación en la desaparición y tortura de las personas que salieron  con vida del Palacio.

 

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