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Perfil de una víctima: Clisman Túquerres no pudo cumplir su sueño de ser tecnólogo

Clisman llegó a Cali en el 2005 desde el Darién, víctima de desplazamiento forzado por parte de grupos paramilitares.

20 de noviembre de 2012 Por: Yefferson Ospina Bedoya | Especial para El País.

Clisman llegó a Cali en el  2005 desde el Darién, víctima de desplazamiento forzado por parte de grupos paramilitares.

Había nacido en una finca de El Darién, en esa geografía remota cruzada por la cordillera de la Cerbatana. Sobre las llanuras había aprendido a jugar fútbol: jugaba con sus dos hermanos gemelos, Cristian y Juan Pablo; Clisman era cuatro años mayor que ellos. Su padre, su madre y su hermana mayor cuidaban la finca en la que vivían, pero que no les pertenecía: se encargaban de mantener la hierba baja, de dar el alimento a algunas vacas y caballos, y que la casa permaneciera limpia. De ese modo trascurrió su infancia: desde el 25 de agosto de 1993, día en que nació, había conocido el campo, los animales, la vida serena de los campesinos. Luego conoció la guerra. O no la conoció, le llegó como un rumor, le llegó con la angustia y el miedo de su padre una tarde del 2005 en que un grupo de hombres armados les dijeron que si no se marchaban los matarían.Huyeron para no morir. Pero huyeron hacia donde Clisman encontraría la muerte: siete años después, el sábado 17 de noviembre de 2012, hace tres días, un policía le disparó a quemarropa sobre la cabeza. Clisman resistió un día más. El domingo fue desconectado de la máquina que mantenía su corazón latiendo. “Él iba a ser un tecnólogo”Dagoberto Túquerres está a la salida de la morgue de Medicina Legal en el Hospital Universitario. Mira el periódico. Clisman ha salido en primera página de casi todos los medios de la ciudad. “¿Cómo puede ser que pase esto? Él iba a ser tecnólogo en sistemas”, dice. La madre no ha querido ir a la morgue. “Cuando llegamos a Cali no teníamos nada, llegamos sin nada. Vivimos un tiempo en Mariano Ramos, un barrio peligroso”. En ese barrio Clisman conoció ese otro lado de la guerra que está en la ciudad: comprendió que no podía caminar tranquilamente como en la finca, supo que había jóvenes de su edad que se mataban entre sí defendiendo un territorio, comprendió que su vida podría llegar a valer lo que sus zapatos. “Pero él siempre fue un buen muchacho. Él nunca se metió en nada, jugaba fútbol y estudiaba”, dice Dagoberto mientras espera a la salida de la morgue. Mira el periódico. Llora. En 2007, cuando Clisman contaba 14 años, después de que su padre había trabajado como pintor o como obrero de construcciones, su familia se mudó a La Buitrera para vivir en el colegio José María García Toledo. Vivirían allá y se encargarían de la limpieza y de la seguridad del lugar.Clisman terminó el bachillerato en ese colegio. Siguió jugando fútbol. A sus 17 años se había gradudado. Luego se enamoró de Diana, tenía 18 años cuando la conoció. Algún día hablaron de casarse, de vivir juntos. Clisman empezó a trabajar: hacía lo que su padre: pintaba, trabaja en construcciones, arreglaba jardines. Con lo que ganaba invitaba a salir a Diana. En realidad él quería estudiar sistemas, él quería aprender a manejar mejor el computador, quería entrar al Sena. La noche anterior a su muerte, Clisman había estado estudiando matemáticas y física para el examen de ingreso que tendría ese sábado.

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