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Médicos Sin Fronteras ha atendido a 221 víctimas de violencia sexual en Buenaventura

Juan Gil, jefe de la Misión de Médicos Sin Fronteras en Colombia, habla sobre los programas de apoyo que tienen en el país. Uno de ellos en Buenaventura.

12 de diciembre de 2016 Por: Redacción de El País

Juan Gil, jefe de la Misión de Médicos Sin Fronteras en Colombia, habla sobre los programas de apoyo que tienen en el país. Uno de ellos en Buenaventura.

Juan Matías Gil es el jefe de la misión de Médicos Sin Fronteras en Colombia, que desde el año pasado brinda  atención integral a víctimas de la violencia en diferentes zonas.

Este año han atendido 645 casos de violencia sexual en poblaciones con elevados índices de violencia. Una de esas zonas es Buenaventura, donde  tienen una línea de atención. 

En el Puerto, además realizaron un estudio acerca de la salud sexual y reproductiva en el país.

¿Cuál es el trabajo de Médicos Sin Fronteras en el suroccidente del país?

Actualmente, la misión de MSF en Colombia brinda atención en salud mental a personas afectadas por la violencia; así como atención integral a sobrevivientes de violencia sexual en las zonas urbanas de Tumaco y Buenaventura. Adicionalmente, ha creado un equipo de respuesta a emergencias que se encuentra monitoreando la situación sanitaria y humanitaria a nivel departamental y municipal. Dicho equipo ha prestado servicios y asistencia médica primaria y de salud mental a población desplazada en  Antioquia, Chocó, Córdoba, Nariño, Norte de Santander y Valle del Cauca.

En un informe realizado por ustedes acerca de  Buenaventura encontraron que existen barreras para acceder a la salud sexual de las mujeres. ¿Cuáles son esas barreras?

Existen dos tipos de barreras. Las primeras son las barreras socio económicas inherentes al contexto y a la historia de Buenaventura. El potencial económico y la situación geográfica de la ciudad ha llevado a  generar divisiones en la comunidad, de manera que el puerto se ha desarrollado, pero  dejando casi la mitad de su población en situación de pobreza. 

Asimismo, la violencia heredada de décadas de conflicto armado  y profundamente instalada en la sociedad, ha generado situaciones de vulnerabilidad y de precariedad. 

El tejido social frágil, resultado de este contexto, sumado a la falta de educación  dejan espacio libre a mitos y creencias y al desarrollo de prácticas que representan barreras al acceso a la Salud Sexual y Reproductiva, SSR. Los jóvenes no tienen plena conciencia de los comportamientos sexuales arriesgados y, por lo tanto, no buscan ayuda, a pesar de vivir en una sociedad que les expone aún más a estos riesgos.

También hay barreras inherentes al sistema de salud las cuales dificultan el acceso a los servicios cuando los jóvenes los están buscando.  El desgaste administrativo, la falta de insumos, desanima los que sí quieren planificar.

¿Y en casos de violencia sexual qué barreras encontraron?

En temas delicados como la violencia sexual o la interrupción voluntaria del embarazo, las estructuras de salud y los miembros de su personal no siempre garantizan una atención sin juzgamiento y confidencial, lo cual produce mucha desconfianza.

Ustedes realizaron una  encuesta en colegios, ¿qué encontraron?

Se confirmó la precariedad de esta población, pues el  40 % de los padres de los encuestados estaban desempleados o en empleos informales. Se confirmó también la exposición a la violencia, 1 de cada 4 jóvenes  había sido expuesto de manera directa a actos violentos (asesinato, desaparición, desplazamiento o violencia sexual).

La  salud mental de los jóvenes también resulta afectada. El  40 % de los adolescentes, que hicieron parte del trabajo,  han pensado en el suicidio y la mitad de ellos dicen que necesitan apoyo psicológico.

En cuanto a comportamientos sexuales arriesgados, 26 % de los adolescentes empezaron su vida sexual antes de los 13 años,  sin haber buscado información en un centro de salud.

Se habla de que “un 3 % de ellos refiere haber sido abusado sexualmente, mientras un 44 % expresa haber sido tocado de manera sexual sin consentimiento, sin que éste último, sea considerado como un acto de abuso”. ¿Faltan campañas de prevención?

En general lo que evidenció la evaluación es el desconocimiento de los jóvenes y la falta de educación en los temas de Salud Sexual y Reproductiva. Es difícil poder identificar una situación de abuso cuando uno no tiene ningún conocimiento de la sexualidad en general, es decir, de su funcionamiento, de sus reglas, de sus riesgos, de sus derechos. Eso sumado a las creencias populares puede generar confusión al momento de identificar una situación de abuso. 

En el Puerto tienen una línea de atención para víctimas de violencia sexual, ¿cómo es ese trabajo?

La línea de atención (#335) presta un servicio de consultas psicológicas gratuitas los 7 días de la semana para las personas que viven en Buenaventura.  Para los casos de violencia sexual también tenemos disponible una atención médica.

Las personas afectadas por situaciones de violencia pueden llamar a la línea de atención desde la 6 de la mañana a la una  de la madrugada, un psicólogo profesional les estará contestando y prestando la requerida atención en toda confidencialidad.

¿Qué realidad han descubierto con esa línea?

En el primer año de servicio de esta línea hemos atendido a 2178 pacientes. Hemos sido testigos de la afectación psicológica de la población de Buenaventura por eventos de violencia vividos de manera cotidiana y muchas veces repetida en los últimos años. 

Un cuarto de estos pacientes también requirieron atención médica por su nivel de afectación, lo cual sugiere una alta severidad se los síntomas desarrollados. Además se atendieron de enero a octubre 2016, 221 víctimas de violencias sexuales.

Estas cifras muestran el impacto del contexto descrito anteriormente en la población bonaverense y la necesidad de atención en salud mental para ir sanando las heridas, y disminuyendo el riesgo de desarrollo de trastornos mentales más agudos.

El Pacífico ha vivido una crisis de desplazados en los últimos años. Usted ha estado en el Mediterráneo con la crisis de los migrantes y refugiados, ¿encuentra coincidencias en estas dos realidades?

Son realidades y situaciones bastante diferentes, en Colombia hablamos de un conflicto interno que lleva más de 50 años y su dinámica ha ido mutando, la sociedad ha  normalizado situaciones que genera el conflicto, pero sus consecuencias con distinta forma nunca han cesado y en algunos casos  se han profundizado. 

¿Cómo vio esa crisis en el tiempo que trabajó allá?

La crisis del Mediterráneo tampoco es un fenómeno nuevo. Desde hace décadas poblaciones de Asia, Medio Oriente y África huyen de guerras cruentas, dictaduras salvajes y miseria extrema buscando protección internacional dado que sus vidas corren peligro en sus propios países. 

La guerra de Siria ha generado una explosión de población civil que escapa del país marcando el mayor número de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. 

La comunidad internacional tiene la obligación de proporcionar esta protección solicitada de acuerdo con  la Convención de Ginebra, la cual establece los derechos de los refugiados. 

Las muertes en el mar Mediterráneo en lo que va del 2016 superan en un 23 % al 2015 y en un 40 % al 2014, un claro y vergonzoso fracaso.

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