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Los milicianos, la amenaza invisible de las Farc en Cauca

Civiles son los encargados de atacar desde las sombras y difundir ideología guerrillera.

3 de abril de 2011 Por: Adolfo Ochoa Moyano, reportero de El País

Civiles son los encargados de atacar desde las sombras y difundir ideología guerrillera.

W no sabe reconocer el sonido de un helicóptero del Ejército mientras camina cargado con equipo y armas sobre la espalda. Sin parar, sin comer, sin dormir.No está entrenado para marchar, a veces hasta por dos días, para después plantar explosivos al lado de un camino al paso de una caravana de la Policía. No sabe disparar y acertar a la primera. No sabe sobrevivir solo en la manigua.No. W es un padre de familia. Tiene cuatro hijos. Esposa. 27 años y un pedazo de tierra fértil que aprovechar. Pero W, ese agricultor del Cauca, quién lo diría, hace parte de una de las estrategias de guerra más efectivas de las Farc: las milicias.Él es lo que se podría llamar una buena coartada. Es una persona del común de la que nadie sospecha. En realidad W es un curtido subversivo que por cuatro años extorsionó, amenazó y reclutó gente para el beneficio de las Farc.La guerrilla crea una ilusión perfecta: habitantes del Cauca, que viven en el medio del conflicto pero con familias de portarretrato con perro incluido y que son en realidad guerrilleros trabajando como una suerte de dobles agentes, al mejor estilo de la Guerra Fría de 1980.Estos ‘espías’ de la guerrilla han sido un dolor de cabeza para las autoridades porque apoyan acciones de la guerrilla desde los cascos urbanos, como por ejemplo en Toribío, donde desde 1983 se han registrado 13 tomas y 600 hostigamientos, muchos de ellos, según el alcalde, Carlos Alberto Banguero, con logística de civiles que guardan armas en sus casas o atacan a uniformados que se resguardan en trincheras, acercándose a ellos sin zapatos, para no hacer ruido y así colarles granadas que estallan durante su vigilia.Por eso para las autoridades los milicianos, como W, son tan peligrosos: no los pueden identificar. Una fuente de contrainteligencia del Ejército jura que puede ser hasta el alcalde de un municipio quien esté al servicio de la guerrilla. No exagera. Hace apenas dos semanas en Cajibío, Jesús Yalanda Tunubalá, gobernador indígena que se desempeñaba como líder del resguardo ‘Parachat’ fue detenido después de que se comprobaran sus nexos con las Farc.ContrainteligentesEl comandante de la Tercera División del Ejército, general Leonardo Alfonso Barrero, dice que las milicias, es decir, esos civiles que trabajan para las Farc, son producto del éxito que tiene el cerco que las autoridades le han tendido a la guerrilla.El alto oficial explica que para poder tener ‘ojos’ extra que las autoridades no tienen identificados, la guerrilla se vale de los habitantes de zonas como el Cauca, especialmente en municipios como Jambaló, Caldono, Corinto y Miranda, donde hay fuerte presencia de grupos armados como el Sexto Frente y la Columna Móvil Jacobo Arenas.La estrategia es simple, explica el general Barrero: atraen a las personas con la promesa de falsas ayudas económicas o las presionan a través de las amenazas para obtener favores que pueden ir desde simplemente dar la voz de alerta cuando hay presencia de tropa militar o, como en el caso de W, encargarse de recolectar el dinero de las extorsiones, que según él llegaban a $80 millones mensuales en una población que apenas supera los 4.000 habitantes.W cuenta que para reclutarlo a él le ofrecieron plata. Fue hace siete años ya, en una vereda cerca a Toribío, y fue a través de un amigo suyo quien se había unido ya a las filas de las Farc.Dice que se fue a la guerrilla seguro de que así podría pagar una deuda de $8.000.000 que tenía con un fabricante de muebles en Cali. Baja la mirada y dice que desde luego le mintieron. Y cuenta que no es al único que engañan con ilusiones de un sueldo fijo mensual.Según la Defensoría del Pueblo de Cauca, una de las estrategias de los guerrilleros para reclutar milicianos, que según el Ejército pueden superar los 350 solamente en el norte del Cauca y 800 en el vecino departamento de Tolima, es a través del contacto de amigos y familiares.“En zonas como Argelia, El Tambo, Bolívar, Balboa, hay generaciones de guerrilleros o auxiliadores de la guerrilla. Llevan 50 años allí, así que meterse de miliciano es muy simple. Casi es tradición”, explican en esa oficina.Pero, también hay presión. En muchos otros casos la guerrilla amenaza a los habitantes de un sector para que hagan las veces de vigilantes o para que compren comida y las suban a los campamentos, ubicados en las cordilleras.Las autoridades dicen que se conocen de cajeros de bancos amenazados para que revelen quiénes eran sus clientes con mayor cantidad de dinero en sus cuentas para extorsionarlos o secuestrarlos.Una investigación de la Defensoría del Pueblo del Cauca señala que en 2009, 1.125 personas salieron desplazadas del Cauca y de ellas 168, es decir un 18,9% dijeron que se marchaban por presiones de grupos armados de que se unieran a sus filas.Perfiles criminalesPese a los pocos datos que se pueden recolectar de los milicianos, por su condición de seres invisibles, las autoridades tienen identificados dos tipos de auxiliadores de guerrilleros: los milicianos populares y los bolivarianos. W, que era un miliciano popular, cuenta que cuando llegó al campamento de las Farc le instruyeron en dos tareas: vigilar la presencia de autoridades y cobrar vacunas.Según fuentes de inteligencia, la tarea de encontrar nuevos reclutas que sirvan a la causa ideológica está encargada al otro tipo de milicianos, los bolivarianos.Estos, a diferencia de los populares, nunca usan armas, nunca usan camuflados, nunca van a campamentos.Son, de hecho, personas con un perfil específico. Deben tener, para empezar, facilidad para hablar. Se exige que hayan terminado bachillerato. Y si tienen posibilidad de relacionarse con estudiantes de colegios y universidades, tanto mejor.Por eso muchas veces buscan que sean docentes, líderes comunitarios, políticos. En otras palabras, personas con acceso a masas de gente.La labor de los milicianos bolivarianos no es planear atentados, transportar armas, cobrar extorsiones, cuidar cultivos ilícitos de marihuana, coca o amapola como sí la es la de los milicianos populares.Los bolivarianos están encargados específicamente de replicar la ideología fariana. Difundir las políticas de esa guerrilla como evangelizadores del delito.Por eso W se dedicaba a cobrar extorsiones. No es un académico. Es un campesino. Y si reclutaba a alguien era, muchas veces, a fuerza de amenazas o porque lo conocía de años atrás.Un oficial del Ejército revela que en este momento las autoridades están en una especie de alerta amarilla porque con la cercanía de las elecciones, la labor de reclutamiento de los milicianos bolivarianos se hace más intensa.Las Farc querrán influir en las elecciones regionales de octubre próximo y la plaza pública es una fachada perfecta para ventilar sus ideales de guerra.El mismo oficial dice que ha conocido de casos en el Cauca de concejales que se dedican a dar charlas a estudiantes de universidades públicas y de colegios oficiales, con el fin único de que se unan al Partido Comunista Clandestino, PC3, de las Farc.A diferencia de los milicianos populares, quienes no reciben sueldos por su trabajo, un miliciano bolivariano puede devengar el mismo sueldo de un ejecutivo. Esos dinero, desde luego, vienen de lo producido de las extorsiones, los secuestros y el narcotráfico.La estrategia de las Farc para evitar que su fachada se revele es no usar más de tres milicianos bolivarianos por zona. Es común que sólo se conozcan entre ellos.Nadie de la tropa o de los milicianos populares, por ejemplo, saben si un estudiante universitario o un político es un miembro invisible de las Farc. Los bolivarianos nunca van directamente al campamento. Sus citas con los jefes guerrilleros de la zona se pactan en lugares neutrales.Entre tanto, los milicianos populares son mucho más visibles. Muchos de ellos siguen viviendo en sus casas, junto a sus familias al tiempo que planean atentados o guardan armas de largo y corto alcance bajo sus camas o en caletas.El Ejército dice que en casas de civiles hay fusiles galil, AK 47, FAL, R15 y explosivos con anfo, pentonita y dinamita.Algunos de estos milicianos populares reciben entrenamientos de entre tres y doce meses, para usar esos elementos de guerra pero eso depende de las misiones que ellos cumplan exitosamente.Unos pocos ‘hacen méritos’ al poner carros bomba o pintar mapas de posibles víctimas de secuestro y ascienden en el organigrama guerrillero.Allí es cuando les dan mando. Pueden ordenar a otros milicianos populares que hagan trabajos por ellos.W, que estuvo por cuatro años como guerrillero, llegó a comandar quince personas. Pero, dice que a él no lo entrenaron más que ocho días. En ese tiempo sólo aprendió a usar un revólver que disparó una vez durante un hostigamiento a una estación de Policía en Cauca.Comenta que las Farc no entrenan a muchos porque los necesitan naturales, caminando libre por las calles sin que los requieran por delitos graves. Eso sí, cuando ya se han expuesto demasiado, los sacan de sus hogares y los ‘encuadrillan’. Es decir, se van al monte.W manifiesta que por eso desertó. Estaba cansado de huir. De no ver a sus hijos. De las falsas promesas. Pide a sus amigos, los que siguen allá, que se desmovilicen porque aunque parezca que hacen apenas favores, la verdad es que contribuyen a una guerra irracional de la que él ya no quiere hacer parte.

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