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La otra cara de Yair Klein en el libro de la periodista Olga Behar

La periodista Olga Behar y su hija Carolina Ardila lanzan el libro ‘El Caso Klein’. Ahí se cuenta la historia del ex coronel israelí acusado en Colombia de haber entrenado a paramilitares: “Yo no sabía que estuviera trabajando con gente que no fuera del gobierno”, dice.

11 de marzo de 2012 Por: Santiago Cruz Hoyos, reportero de El País

La periodista Olga Behar y su hija Carolina Ardila lanzan el libro ‘El Caso Klein’. Ahí se cuenta la historia del ex coronel israelí acusado en Colombia de haber entrenado a paramilitares: “Yo no sabía que estuviera trabajando con gente que no fuera del gobierno”, dice.

Yair Klein, condenado en Colombia a 10 años y 18 meses de prisión por entrenar a grupos paramilitares en el Magdalena Medio a finales de la década del 80, está en su casa en la ciudad de Yafo, Israel, frente a la periodista Olga Behar y su hija, la estudiante de ciencias políticas Carolina Ardila. Klein les dice: “Mira, yo soy un coronel del ejército, comandante de la unidad antiterrorista, fui la crème de la crème de los cursos en la Tzavá (el ejército israelí), crecí en un kibutz (comunidad agrícola). En la vida no había hecho nada ilegal. Viajé a Colombia a ayudar a los campesinos en contra de la guerrilla y de repente soy un criminal que entreno a los narcotraficantes y soy un terrorista”.Olga Behar, sentada en su escritorio meses después, en Cali, escribirá al respecto lo siguiente: “Yair Klein es tajante. Con este abrebocas, quiere que quede claro que su paso por Colombia estuvo amparado y motivado por las autoridades de ese momento y por la que él creía, era gente de bien”.Esa es la nueva nuez del asunto: el ex coronel del Ejército de Israel Yair Klein, reo ausente en Colombia, acaba de contar su versión de por qué llegó al país, cómo fue su estadía, cómo entrenó a grupos paramilitares en el Magdalena Medio, todo ello, dice, respaldado por autoridades de la época. El testimonio se lee en el más reciente libro de Behar, esta vez escrito junto con su hija: ‘El Caso Klein, orígenes del paramilitarismo en Colombia’ (Ícono).Según el coronel israelí, llegó al país después de haber sido contactado por Isaac Shoshani Merayot, quien se presentó como representante en Colombia de la empresa de seguridad Taas, (industrias militares de Israel). Klein también tiene una empresa de seguridad. Se llama Punta de Lanza. Shoshani le comunicó que había un pedido de una organización bananera para combatir la guerrilla en una zona roja llamada Urabá. La idea inicial era que Klein y sus entrenadores militares llegaran ahí para preparar civiles que combatieran a las Farc.Hubo demoras, inconvenientes burocráticos, dice Klein. En aquella ocasión no pudo ‘trabajar’ en el país. Pero ya el contacto estaba. Entonces Shoshani, dos meses después, le hace una nueva propuesta: viajar al Magdalena Medio, a Puerto Boyacá, esta vez por petición de ganaderos y autoridades locales. Fue cuando Klein entrenó a tres grupos de 30 paramilitares cada uno, junto con algunos de sus colaboradores que también habían pertenecido al Ejército de Israel: Tzadaka Abraham, Teddy Melnik, Amatzia Shuali. Klein, en ese momento, dice, pensaba que estaba ayudando a una nación en la lucha contra las guerrillas, creía que todo estaba dentro de la ley: las armas con las que entrenó a los paramilitares se las entregó el Ejército colombiano; cuando llegó al país se reunió con miembros del DAS y de las Fuerzas Armadas. Klein asegura que les informó a qué venía. También se reunió con alcaldes, empresarios, miembros de la Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio, Acedegam, para ultimar detalles de los cursos. El DAS, agrega, quiso incluso contratarlo para preparar a sus agentes. El Ministerio de Defensa de su país no se lo permitió.Ese, precisamente, es otro de sus argumentos para asegurar que creía que estaba cobijado por la ley. Tanto el gobierno de Israel como el de Colombia estaban informados de lo que estaba haciendo en Puerto Boyacá. También expone otro argumento: el video que sirvió como prueba para condenarlo -Klein entrenando a los paramilitares - lo mandó a hacer él mismo para promover su empresa. Hizo decenas de copias que regaló. El coronel se pregunta entonces cómo, si hubiera creído que estaba en algo ilegal, iba a hacer un video y regalarlo. “No soy un idiota”.Klein, en todo caso, le pide perdón al país, pero insiste: “Yo no sabía que estuviera trabajando con gente que no fuera del Gobierno”.Olga ¿por qué decidió encontrar a Klein con su hija y contar su historia? Esa es una historia que siempre he tenido metida en mi corazón. Como judía, para mí ha sido dura la asociación que se ha hecho entre Klein y la posición oficial de Israel. Creo que entre las víctimas de todo esto, estamos también los judíos de Colombia, estigmatizados con la idea de que Israel y los judíos entrenaron a los paramilitares del Magdalena Medio. Nada más equivocado. Entonces, cuando mi hija se fue a vivir a Israel, entendí que había llegado el momento de reconstruir los hechos, lograr el testimonio del principal protagonista. Lo curioso es que el abogado de Klein estaba reacio a que el hombre hablara y el ‘ábrete sésamo’ fue precisamente esta reflexión: le dije que como judía, sentía que la historia tenía que ser aclarada. Klein es visto en Colombia como un monstruo, un criminal. En el libro sale mejor librado, alguien que pensaba que andaba en algo legal. Usted, que le vio a los ojos, defina a Klein. Yair Klein era un hombre desesperado por contar su verdad. Pienso que no hay una verdad absoluta, sino una suma de experiencias y visiones que conforman la verdad histórica. Por eso, su testimonio es imprescindible para entender lo que nos pasó y por qué nos pasó. Al comienzo estábamos temerosas de enfrentarnos al ‘monstruo’. Pero rápidamente entendimos que es una persona que tenía unas convicciones que fueron cambiando durante los encuentros que tuvimos, al punto de que, en un momento, paró la grabación de las entrevistas para decirnos que por fin había entendido, que había sido engañado por quienes decían ser del Ejército y del gobierno y que hoy no podría negar que tal vez hubo dineros del narcotráfico en todo esto, aunque él nunca lo supo. Y que de haberlo sabido, nunca hubiera venido a Colombia.Por su testimonio, Klein  estaba respaldado por autoridades corruptas, empresarios. Sin embargo, eso no lo convierte en inocente...Por supuesto que él tiene una cuota de responsabilidad alta. Estamos en total desacuerdo con los grupos de autodefensa, con las posteriores Convivir, con esos esquemas de ejércitos privados con el cual buscaron esconder las verdaderas intenciones de sus promotores, bajo el ropaje de la lucha antisubversiva. Cuando Klein vino a Colombia, tenía una sólida posición ideológica en contra del comunismo y de la guerrilla. Por eso le llamó la atención el proyecto de ‘pacificar’ la región, sin saber que sus alumnos utilizarían los conocimientos por él enseñados, para sembrar la violencia en nuestra patria.El libro, además, da cuenta de una época en que en Colombia se “legalizaba” el accionar paramilitar. Es la historia de una sociedad que ve cómo la violencia trastoca sus valores.Exactamente. Si leemos el testimonio del mayor Juan Carlos Meneses (protagonista de mi anterior libro, ‘El Clan de los Doce Apóstoles’), es la misma concepción: el fin justifica los medios. ‘Saquemos a la guerrilla de acá, de la manera que sea más efectiva, aunque la población tenga que pagar un alto costo’, parece ser el discurso de quienes recibieron instrucciones en medio de la Guerra Fría, de la Escuela de las Américas. Y si para ganarle la guerra al comunismo había que crear ejércitos paralelos a las Fuerzas Armadas legítimas y acudir a procedimientos violatorios de los derechos humanos, pues todo valía. En eso se parecen los dos personajes, Yair Klein y Juan Carlos Meneses, que al comienzo tienen una posición férrea de defensa, de justificar su accionar, y en la medida en que el libro avanza les permite entender la dimensión y la consecuencia de sus actos, se transforman en seres arrepentidos, que finalmente entienden esta película de terror. Comprender para reparar es un aporte de la literatura que hacemos, por el bien de este país.Las denuncias que Klein hace son graves. Es una prueba más de que Estado y paramilitarismo  trabajaron juntos… Allí no hay verdades a medias. Si bien es cierto que algunos nombres no aparecen –porque esa  es función de la Fiscalía- están claras las identidades. Algunas figuras de este país son fáciles de adivinar. Todo esto pasó porque el alto gobierno y las Fuerzas Armadas de entonces lo facilitaron. Y lo peor es que esa connivencia parecía normal, lógica. Había una forma de plantear las cosas: la guerrilla es tan fuerte, que el Ejército no es capaz de derrotarla. Y con esa frasecita terminaron justificándolo todo. Hoy sabemos que todo este dolor era innecesario, porque cuando el Ejército quiere, llega, como dice Juan Manuel Santos, a las “madrigueras” de la subversión. Entonces, lo evidente es que había mucho más que la lucha anticomunista detrás de todo esto: el panorama de más de tres millones de desplazados, los más de 300.000 muertos por la violencia fratricida, lo dicen todo.Este libro  ¿qué le puede representar  al proceso que se adelanta contra Klein? Lo que dice el libro está, en buena parte, prescrito, porque no se podrían abrir ya investigaciones penales por hechos sucedidos a finales de los años 80. Y lo que compete al personaje, ya está juzgado y condenado. Su situación con Colombia no cambiará, Israel no lo va a extraditar.¿Y al país qué le representa?Para el país es la oportunidad de entender su historia y de sanar las heridas. Hay un capítulo, muy fuerte y emotivo, con Juan Manuel Galán, hijo del asesinado candidato presidencial Luis Carlos Galán –ultimado en Soacha por uno de los alumnos que asistieron a los entrenamientos de Klein-. Con Juan Manuel viví una experiencia alucinante. Un chico que pierde a su papá, y de qué manera, que se hace adulto en el exterior, desplazado por la violencia narco-paramilitar, y que regresa dispuesto a hacer que los que participaron en el crimen de su padre, paguen ante la justicia. Él sabe que Klein no vendrá al país y que su responsabilidad no es ni siquiera indirecta, pues no participó en el magnicidio. Pero saber que el arma homicida y el sicario tienen como origen ese episodio, es duro para él. Sin embargo, nuestro diálogo fue una catarsis que ayudó a limpiar rencores. Esa, creo, es una ganancia para la psiquis colectiva.¿Se puede decir que Klein ha funcionado para saldar ante la ley unos hechos delictivos de una época, pero que aún hay otros personajes implicados que no han sido juzgados?En el balance final del libro esa es la percepción: que a Klein le cabe una gran responsabilidad, pero es solo la punta del iceberg. Lo que pasó en el Magdalena Medio quedará impune. Primero, porque muchos de los protagonistas están muertos. Segundo, porque los vivos no podrán ser juzgados, por prescripción de los hechos. Y tercero, porque no creo que Klein pueda venir al país, no saldría vivo.¿Por qué Klein no había contado esta historia antes? Porque nunca hubo una autoridad judicial colombiana que se le acercara para interrogarlo. Es increíble, él siempre ha vivido en el mismo domicilio. Y nunca fue contactado, como sí lo han sido, por ejemplo, los jefes paramilitares en cárceles norteamericanas. Entonces, nunca hubo la intención de que él contara su versión. Y es claro el por qué: para que él pagara, en solitario, por lo que hicieron  personajes poderosísimos de este país. ¿Las víctimas de los ‘paras’ qué pensarán de esta versión de Klein? Creo que muchas personas podrán sentir rabia en un primer momento, pero en la medida en que conozcan al verdadero Klein, podrán sentir alivio en sus almas: de la comprensión de lo que pasó en el país puede nacer el perdón. ¿Cuál es su ambición con el libro?Que sirva para entendernos mejor y que se perciba como una experiencia para nunca repetir.

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