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'La Escombrera' desenterraría la historia de guerra de Medellín

En este basurero está la fosa común a cielo abierto más grande del mundo. Familiares esperan a sus seres queridos.

1 de agosto de 2015 Por: Juan Carlos Monroy* | Especial para El País.

En este basurero está la fosa común a cielo abierto más grande del mundo. Familiares esperan a sus seres queridos.

Ni la montaña, ni el calor o sus pies hinchados pueden detenerla. Con paso lento y apoyada en un bastón  llega fatigada a La Escombrera sabiendo que pisa sobre toneladas de tierra, piedra y desechos donde yacen sepultadas cientos de víctimas, como el hijo que jura sería capaz de desenterrar con sus propias manos.

Rubiela Tejada ha madrugado para cruzar Medellín  porque quiere terminar con 14 años del dolor prolongado por la ausencia de John Alexander, su hijo de 17 años desaparecido desde el 29 de agosto de 2001. Ese día varios encapuchados de las milicias guerrilleras irrumpieron en su casa del barrio Las Independencias y se llevaron al muchacho a la fuerza y bajo amenazas. Nunca apareció. Cuenta que jamás dejó de buscar, de reclamar la verdad. Ella lo llora a diario. Por eso tiene sentimientos encontrados de dolor y esperanza al llegar este día tan perseguido (pasado lunes) por el que superó el miedo de denunciar, tocó las puertas de las autoridades y marchó tantas veces en la ciudad en busca de solidaridad por las víctimas de desaparición forzada. “Si hemos luchado 14 años para llegar a este día podemos esperar cinco meses para desenterrar la verdad de nuestros desaparecidos”, dice Rubiela a menos de 50 metros del primer sitio donde los fiscales, técnicos y antropólogos forenses comienzan la remoción de tierra para ir tras los restos óseos de esos seres queridos. La memoria de su hijo la acompaña todos los días de su vida, a veces con alegría al pensar el hombre de 31 años que sería hoy. Y otras con amargura cuando recuerda que “mi muchacho tenía 17 años cuando lo desaparecieron… un buen hijo que estudiaba y se iba conmigo después del colegio a vender confites en los buses y con ese trabajo construimos nuestra casa”.  Le duele que una limitación auditiva que padecía John Alexander no conmoviera a los victimarios. La familia ya no habita en esa vivienda porque se desplazó en 2011 luego del homicidio de un segundo hijo. Por dolorosa coincidencia fue asesinado también el 29 de agosto, exactamente 10 años después. El lunes pasado, a la ceremonia que marca el inicio de las excavaciones asisten familiares de  un centenar de personas desaparecidas entre 1998 y 2004. Primero por milicias del ELN y las Farc y luego por grupos de autodefensas. Hombres, mujeres y menores de edad que fueron asesinados y sus cuerpos arrojados en ese botadero de materiales que se convirtió en montaña día tras día durante más de una década, según las denuncias de sus familiares corroboradas por confesiones de desmovilizados de las guerrillas y el Bloque Cacique Nutibara. El objetivo no solo fue desaparecerlas, sino borrar cualquier rastro. Y así enterrar la verdad. Sobre el suelo arenoso hay huellas hechas en papel en homenaje a los desaparecidos y pancartas con sus fotos. El terreno está rodeado de siluetas negras con los nombres y frases que recuerdan a esos seres queridos ausentes y también antorchas encendidas que simbolizan la esperanza viva. “Una labor monumental”La tarea parece una utopía desde toda perspectiva. No en vano los estudios concluyen que La Escombrera puede considerarse la fosa común a cielo abierto más grande del mundo. “Lo que sigue es una labor monumental, literalmente mover una montaña, algo más de 100 mil metros cúbicos en un área de cerca de 10 mil metros cuadrados”, afirma la directora de la Unidad Nacional para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, Paula Gaviria al destacar el inicio del plan de excavación y búsqueda.  Pero concluye que “es un esfuerzo pequeño en relación  con el dolor y los 13 años de sufrimiento que han vivido las víctimas de La Escombrera”. Ese es justo el tiempo de angustia e incertidumbre sin respuestas que ajusta la familia de Carol Vanesa Restrepo, la “más soñadora de la casa, una jovencita que le gustaba estudiar y buena hija que hoy sería una profesional”, como la recuerda  su hermana Jenifer. Tenía solo 17 años el 25 de octubre de 2002 cuando salió de su casa y nunca regresó. La adolescente se iba a encontrar con sus amigos de la Comuna 13, de donde pocas semanas antes se había  desplazado con su familia  por la disputa entre guerrilleros y paramilitares. “Le dijimos que no fuera al barrio porque estaba muy peligroso y habían asesinatos y desapariciones. Se fue con dos amigos y en la tarde recibimos una llamada de ella muy apresurada y temerosa y solo nos dijo que nos quería y que iba a estar bien… Nunca regresó y creemos que puede  ser una de cientos de víctimas que esconde La Escombrera”, relata Jenifer al lado de una pancarta con la foto de la menor. Los familiares coinciden en que desde 1998 los barrios de la Comuna 13, al noroccidente de Medellín, se convirtieron en una zona de disputa entre estructuras urbanas de las guerrillas y grupos de autodefensa. Cuentan que “bastaba ser considerado colaborador de las milicias o los paramilitares o incluso llegar como un extraño para ser asesinado o desaparecido. Los encapuchados se llevaban a las personas amarradas con cables o cabuya para esas escombreras, unos regresaban, algunos aporreados, pero otros no volvieron a aparecer”. La barbarie llegó a tal extremo que varios habitantes relatan que los conductores de las volquetas que todos los días llegaban cargadas de desechos fueron obligados para que también cargaran con los cuerpos y así asegurarse de que quedaran en lo más profundo. No hay certeza de cuántas personas murieron y fueron desaparecidas en ese sector, que se convirtió en un caso emblemático de la desaparición forzada durante el conflicto en Colombia. Organizaciones de víctimas indican que serán más de 200, mientras que la Fiscalía tiene registrados  100 casos. El movimiento Mujeres Caminantes por la Verdad tiene registradas 90 víctimas  que se presume yacen sepultados en esta zona. Alejandra Balvin, una de sus voceras, recuerda que desde que el principio denunciaron las atrocidades ante las autoridades y se movilizaron para que los asesinatos y desapariciones no quedaran enterradas bajo la tierra y la impunidad.  “Durante 13 años tenemos un proceso de resistencia por la garantía de nuestros derechos, por ser escuchadas y hacernos visibles después de una violencia sistemática de todos los grupos armados”, agregó.Esa lucha y persistencia sin tregua dio sus frutos y para Jorge Mejía Martínez, consejero para la Convivencia y la Reconciliación de la Alcaldía de Medellín, fue la clave para impedir que “se llegara a la salida más fácil, que era declarar La Escombrera como campo santo, porque siempre se ha dicho que después de más de una década de botar escombros es como buscar una aguja en un pajar. Pero con la ayuda de la Fiscalía y el Gobierno vamos a hacer el esfuerzo”.  La primera zona de búsquedaLa primera etapa de la búsqueda de restos en La Escombrera se efectúa durante los próximos cinco meses en un área denominada polígono 1. Son 3.700 metros cuadrados donde se calcula deberán extraerse con maquinaria pesada y luego de forma manual 24.000 metros cúbicos de tierra y escombros. La tarea se realiza bajo la supervisión del equipo de criminalística del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía. Es una de cuatro zonas identificadas por exparamilitares, quienes revelaron los sitios usados para arrojar los cuerpos como reparación y verdad en sus procesos penales de la Ley de Justicia y Paz.  Desmovilizados como alias Móvil 8  recorrieron la zona en años anteriores con fiscales y confesaron que tuvieron una base allí. En esos recorridos reconocieron que muchas personas fueron plagiadas de las calles, en los negocios o sus casas y conducidas a las escombreras y otro depósito conocido como la arenera, donde fueron asesinadas. El anhelo de las víctimas y el propósito de 40 operarios y funcionarios judiciales que trabajan en la búsqueda es encontrar los restos óseos en el transcurso de este año para conseguir las identificaciones plenas en los primeros meses del 2016. Para eso hay listos dos laboratorios forenses y se recogerán muestras de ADN de los familiares para los cotejos genéticos. Por petición de los familiares de las víctimas se adecuará un campamento para que en grupos de 10 personas puedan turnarse y así seguir a diario las labores de remoción y exhumación a medida que se hallen a los desaparecidos. Ahora Rubiela Tejada siente alivio y se prepara para cruzar la ciudad cada semana durante los próximos cinco meses desde su casa en el barrio Santo Domingo. Ella es una de las mujeres que estará presente en la zona de búsqueda. Dice que “ahora que las víctimas somos reconocidas  y después de tantos años de lucha tenemos que estar allá presentes para desenterrar a nuestros desaparecidos y la verdad que está también sepultada”. La operación OriónLos días 16 y 17 de  octubre de 2002 se llevó a cabo la llamada Operación Orión, con la cual las Fuerzas Armadas pretendían dar captura y desterrar a los integrantes de las milicias  de las Farc y el ELN, que actuaban en la Comuna 13.En medio del fuego  cruzado quedaron los civiles, que cayeron por decenas o centenares en las calles. Testimonios  confirmaron que la toma fue apoyada por el Bloque Cacique Nutibara de las AUC. El saldo oficial de la operación dio cuenta de las muertes de 4 militares, 6 civiles y seis milicianos y de más de 200 detenidos.Pero organizaciones de víctimas y los mismos testimonios de paramilitares denunciaron que muchas víctimas fueron enterradas en La Escombrera. *Unidad de Víctimas

 

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