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Jefferson Herrera, el hombre que decidió no dejar de soñar

En el HUV, el joven futbolista herido dice: “por más oscuro que sea el camino, siempre habrá luz”.

6 de enero de 2016 Por: Yefferson Ospina | El País

En el HUV, el joven futbolista herido dice: “por más oscuro que sea el camino, siempre habrá luz”.

Lo que sorprende, a primera vista, es no verlo derrumbado. Su cuerpo está allí, paralizado de la cintura a la punta de los pies, pero él mismo parece estar más allá de esa camilla. Con la voz un poco débil, cansada, dice: “nunca se puede dejar de soñar, porque los sueños se cumplen, no importa lo oscuro que sea el camino”.

Los sueños se cumplen, dice Jefferson Herrera en su cuarto de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario del Valle, en donde los médicos cuidan de la lesión que un hombre le causó al dispararle en la parte trasera del cuello, para robar su celular. 

Jefferson, 22 años, futbolista, vuelve a decir, como si se tratara de un mantra del que depende su vida: “los sueños se cumplen”. Por ejemplo, sigue hablando mientras a su alrededor suenan los aparatos que monitorean su corazón, sus pulmones, la presión arterial: “yo nunca creí que iba a llegar a jugar fútbol profesional, y sin embargo, debuté con el Dépor luego de muchos esfuerzos”. 

Jefferson se refiere a aquel 23 de mayo de 2013 cuando jugó por primera vez con el equipo profesional Dépor F.C. contra el Pasto. Ese día ganaron uno a cero y, sin embargo, el resultado fue un agregado: ese día fue la coronación de los duros años de entrenamiento en la escuela Sarmiento Lora, de las decenas de viajes a sus 15, 16 y 17 años en bicicleta desde su casa, en el oriente de Cali, hasta la cancha de fútbol en Pance; de los otros entrenamientos en la división Sub 20 del Dépor F.C. hasta febrero de 2013, cuando fue llamado al equipo profesional y entonces vino lo demás: las cámaras en el estadio, su madre viendo el partido en la televisión, la perspectiva de un mejor salario, todo lo que fue un sueño allí, tangible, inmediato.

 Ahora mismo Jefferson usa  un cuello ortopédico que permite que su columna vertebral se mantenga estática para evitar que la bala, alojada cerca a la séptima vértebra cervical, haga más daños a las terminales nerviosas que llevan los impulsos eléctricos del cerebro a sus piernas.

Ahora mismo su principal ambición, la esperanza sobre la que cifra cada uno de sus esfuerzos y pensamientos, es volver a caminar. Ha dejado de importarle un poco   la cita, ya frustrada, que tenía para los próximos días con un equipo de primera división del fútbol panameño. 

Sus urgencias son  más apremiantes, más inmediatas: caminar, no correr tras el balón en la zona derecha del mediocampo, donde es su posición habitual. No. Caminar, levantarse de la camilla en la que está y luego patear el balón, aunque sea allí, en la sala de su casa, rozarlo, sentir la pelota con los pies.

[[nid:495917;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/01/jugador-depor-video.jpg;full;{Desde un cuarto en el HUV, el deportista, que recibió un impacto de bala en el cuello cuando se opuso al robo de su celular en el oriente de Cali, aseguró que está muy animado y que saldrá adelante.Video tomado de redes sociales}]]

Afuera del cuarto de la UCI, su madre, Gloria León, llora muy bajo, como si deseara  no ser oída. Él, en cambio, ríe un poco, como solía hacerlo con sus compañeros de equipo en el Dépor F. C., como lo recuerda su profesor Édgar Mora: tranquilo, divertido, un tanto bromista.

De pronto, entonces, Jefferson deja de ser el jovencito herido por un hombre que intentó robarle su celular y se convierte en un símbolo: tantas vidas, tantos hombres y mujeres que como él no hicieron otra cosa que sacar lo mejor de ellos mismos para luego ser truncados, frustrados, por otros hombres que han sacado lo peor de ellos mismos. 

El signo, el rostro visible de las más de 100 personas que anualmente mueren en Cali en medio de un hurto, pero también, el ícono de quien decide no concederle a la brutalidad ese otro triunfo de dejarse derrumbar. 

Según el último parte médico entregado en la tarde de ayer, el movimiento de los brazos de Jefferson no ha resultado afectado y en apariencia sus piernas están respondiendo a los estímulos. Queda entonces iniciar las terapias y esperar que su cuerpo continúe así. 

La imagen del joven semidesnudo, el cuerpo tatuado, rodeado de aparatos que indican todo sobre su organismo, el joven que hace unos días corría sobre un campo de fútbol, se convierte en una especie de súplica por los otros, por las decenas de personas que han tenido destinos semejantes y de los que no se ha dicho nada. La imagen pareciera decir: ¿hasta cuándo? ¿Cuántos más?

Apoyo al jugadorLa gerente  de Indervalle, Clara Luz Roldán,quien visitó en la mañana de ayer a Jefferson,  indicó que el Instituto de Deportes del Valle del Cauca respaldará y pagará el proceso de recuperación del jugador de 22 años.Junto a la gerente de Indervalle estuvieron miembros del Comité Olímpico Colombiano y Coldeportes,  quienes también dieron su apoyo.

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