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Ir al colegio, un riesgo muy alto en algunos sectores de Cali

La Personería reveló que 1.673 estudiantes, de seis colegios oficiales, desertaron en el último año. Guerra entre pandillas, una de las principales razones.

13 de mayo de 2013 Por: Redacción de El País

La Personería reveló que 1.673 estudiantes, de seis colegios oficiales, desertaron en el último año. Guerra entre pandillas, una de las principales razones.

Sucede que en algunos barrios de Cali, estudiar es peligroso. Los enfrentamientos entre pandillas, las fronteras invisibles de esa guerra, han obligado a algunos estudiantes a desertar de los colegios. ¿Cuántos destinos se pierden? ¿Cuántos sueños? ¿Cuántos posibles médicos, arquitectos, profesores, administradores, odontólogos, ingenieros? ¿Cuántos ciudadanos?La Personería de la ciudad encontró algunas cifras: de solo seis colegios oficiales –en total en Cali hay 91– 1.673 estudiantes desertaron en el último año lectivo. Imagine: son tantos que podrían conformar la alineación titular de 153 equipos de fútbol.El profesor Jesús Murillo confirma que muchos de los casos de deserción en su colegio los explica el entorno violento. Murillo es el coordinador de la sede Niño Jesús de Atocha del colegio Carlos Holguín Mallarino, barrio Mojica, Distrito de Aguablanca. En su mano lleva la lista de los alumnos que no han vuelto en el primer semestre de 2013: 38. El año pasado fueron 136. El profesor agita la lista mientras señala los patios del colegio: por ahí, saltando esos muros, narra, han ingresado pandilleros a amenazar a los estudiantes. Hace un mes ocurrió. Y debido a esas amenazas, un alumno tuvo que irse. Porque en Mojica las amenazas hay que tomárselas en serio. Durante el 2012 fue el barrio donde más homicidios se registraron, 39. Entre enero y marzo de 2013, según el Observatorio Social, van 11. Y el colegio, a pesar de que han instalado mallas sobre los muros de los patios, sigue expuesto. Apenas hay un vigilante por jornada. Y por ley no puede llevar armas, ni siquiera un bolillo. Los pandilleros lo saben. El profesor Jesús calcula que en Mojica hay por lo menos ocho pandillas. Sus estudiantes, entonces, deben saber por dónde meterse para llegar al colegio, no vaya a ser que transiten por calles dominadas por una determinada banda y se ponga en riesgo la vida. Por esas fronteras invisibles ya han tenido que trasladar de sede a algunos estudiantes. Le pasó a José David, 16 años.Él, que vive en Mójica, debía atravesar la Avenida Ciudad de Cali para llegar al Niño Jesús de Atocha. Un pandillero del otro lado lo amenazó con una navaja, le advirtió que no podía asomar las narices por una zona que no era la suya. La avenida, en Mojica, es frontera. A José Darío, que vive más lejos, en el barrio El Poblado, lo interceptaron cuando apenas estaba a un par de cuadras del colegio. Le dijeron que la próxima vez que se le ocurriera pasar por esas calles vedadas para desconocidos, llevara plata. Las pandillas cobran vacunas. En la Personería a aquello le llaman ‘desplazamiento educativo’. Es decir que en Colombia las víctimas de la violencia no solo abandonan pueblos, ciudades, barrios. También colegios.Elizabeth Viáfara es rectora de la Institución Educativa Carlos Humberto Jordán Mazuera, ubicada en la Comuna 13.Allí, advierte, sucede un asunto aún más grave: algunos de sus estudiantes ingresaron a las pandillas para protegerse. El entorno está empujando a los muchachos a una lógica: me uno al enemigo, al delincuente, luego existo. En esa comuna, tres de sus barrios terminaron el 2012 en la lista de los que registraron mayor número de homicidios: Comuneros, 34; El Vergel, 33; El Poblado, 20.Según la Personería, en el Carlos Humberto Jordán Mazuera, durante el año lectivo 2012 se matricularon 2.766 estudiantes y terminaron 2.387. Es decir que 379 desertaron o se retiraron. En la Institución Educativa Ciudad Córdoba, Comuna 15, de 2.696 estudiantes que se matricularon en 2012, terminaron 2.339. La cuenta de los que no lograron llegar hasta el final es de 357 alumnos. Imagine: una sala de cine repleta. Y no solo sucede en Cali. En la Comuna 13 de Medellín, los muchachos están dejando de estudiar por la guerra entre combos. El 90% de los que cancelan la matrícula –dijeron los directivos del colegio Eduardo Santos– lo hacen por razones de violencia.Colombia, entonces, lleva décadas invirtiendo billones para ponerle fin al conflicto con la guerrilla, pero pareciera estar de espaldas a esa guerra que se libra en las calles de las ciudades, en los barrios, esa violencia urbana que al año deja millares de muertes que las autoridades definen como casos aislados. Oswaldo Bermúdez es sociólogo. También es coordinador del programa Casas de Restauración Juvenil Francisco Esperanza que lideran la hermana Alba Stella Barreto y la Fundación Paz y Bien. Conoce a fondo los problemas que tienen los muchachos de Cali para estudiar. Conoce también las consecuencias de los que deciden dejar de hacerlo.Son jóvenes, lo denuncia por experiencia, que quedan expuestos al reclutamiento de grupos armados o redes de prostitución. Como Yennifer, que tiene 18 años y estudia solamente los sábados, aunque no ha querido volver. Yennifer es víctima de matoneo. Y esa es otra explicación a la deserción. A ella, que tiene el pelo corto y no se pone aretes, en el salón le dicen niño. Entonces no ha querido volver para evitarse líos con los que la molestan.El asunto es que la están tentando. Una oficina de cobro del barrio Manuela Beltrán le está insistiendo en que trabaje como parrillera, sicaria. Yennifer lo confesó como si fuera un trabajo cualquiera. Por cada muerto le pagan 800 mil pesos. Y ella sabe disparar. Ya estuvo en la guerrilla y con los paras. Por eso, por cargar armas desde niña, tiene brazos de boxeador de peso ligero, largos, flacos pero musculosos.Por fortuna aún no ha aceptado la propuesta, aunque reconoce que lo piensa. No ha aceptado por la mamá, que le advierte que ni se le vaya a ocurrir tal cosa. No ha aceptado por la gente de su barrio. Yennifer pide que no escriba el nombre del sitio donde vive. A ella le dijeron que si se va con los de Manuela Beltrán, con esa oficina, tendrá que “darles” a algunos de sus vecinos.Y el problema es que tiene otros sueños como ser futbolista, o estudiar para ser mecánica automotriz, pero los ve lejanos. A los 18 años está en séptimo de bachillerato. En el Sena, para estudiar mecánica, le exigen mínimo noveno. Y los dos años que faltan es mucho, dice. Cuando no se tienen ni los $500 para ofrecerle al del campero para transportarte, dos años son mucho.El rector del colegio Santa Librada, Ramón Atehortúa, coincide con Oswaldo Bermúdez. El riesgo de que los muchachos que se quedan sin estudiar sean reclutados en la delincuencia es bastante alto. En el Parque de Jovita frente a su colegio, denunció, reparten volantes con invitaciones a la guerrilla.El Secretario de Educación de Cali, Édgar José Polanco, dice conocer el problema. Los estudiantes, describe, están desertando por las fronteras invisibles, las pandillas, pero también porque el sistema educativo no los seduce o por problemas económicos e, incluso, por los traslados de las familias a proyectos de vivienda de interés social que son entregados sin escuela.Sin embargo, no existe una política pública para intentar conjurar la deserción: “Hay estrategias”, dice el Secretario.Una es la educación digital, agrega. La idea es dotar a los colegios de tabletas, computadores de última tecnología, para que estudiar sea más atractivo. El proyecto piloto empezará con 7 colegios. También están las rutas seguras: la idea es que los muchachos de la zona rural y algunos de la ciudad tengan transporte hacia el colegio. Sin embargo, calcula el Secretario, apenas 500 estudiantes tienen esa posibilidad. Enseguida menciona un tema recurrente: no hay recursos. Pero más allá de lo recursos, la Secretaría de Educación desconoce la dimensión de la problemática de la deserción, los retiros. La Personería solicitó las cifras de deserción en Cali durante 2012. No los tenían. Presentaron un informe elaborado hace dos años. En la Secretaría de Educación no se sabe cuántos muchachos desertaron o se retiraron en el último año, ni por qué razones, mucho menos qué están haciendo. ¿Cuántos destinos se pierden? ¿Cuántos sueños? ¿Cuántos posibles médicos, arquitectos, profesores, administradores, odontólogos, ingenieros? ¿Cuántos ciudadanos? ¿Quién lo sabe?

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