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Intolerancia, una 'epidemia' que ha causado decenas de homicidios en Cali

En lo que va de este año, 243 personas han sido asesinadas en Cali por problemas de convivencia. ¿Qué hacer para retomar el civismo?

9 de noviembre de 2014 Por: Redacción de El País

En lo que va de este año, 243 personas han sido asesinadas en Cali por problemas de convivencia. ¿Qué hacer para retomar el civismo?

Seis de octubre: un hombre asesina a otro en el barrio Las Camelias, según la Policía, porque le había cobrado el dinero del arriendo de la casa. El fin de semana de Halloween, dos mujeres fueron asesinadas en el oriente de Cali en medio de riñas por motivos pasionales. Ese mismo fin de semana, un policía fue acuchillado en uno de sus días de descanso, según las autoridades, por un problema personal.Hasta el pasado 25 de octubre, 24 mujeres habían sido asesinadas en Cali por asuntos pasionales. Los ejemplos se multiplican hasta el vértigo. En una sola noche de fin de semana, el área de urgencias del Hospital Universitario del Valle puede atender más de 20 personas por heridas de bala o puñal. En total, de acuerdo con las cifras del Observatorio Social de la Alcaldía, el 20 % de los homicidios que tienen lugar en Cali se debe a problemas de intolerancia: más de 200 personas han muerto en el último año por un problema con un vecino, con una expareja, con el conocido con quien tenía una deuda. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, solo esa cifra es suficiente para afirmar que Cali vive una epidemia de violencia. Cali, intoleranteSegún explica la secretaria de Gobierno de Cali, Laura Lugo, los homicidios relacionados con problemas de convivencia son aquellos que no tienen que ver con estructuras criminales sino con el comportamiento del común de la gente. De acuerdo con las cifras oficiales, hasta el pasado 25 de octubre, Cali contaba 243 homicidios de esa naturaleza. La Secretaria de Gobierno, a su vez, afirma que del total de muertes por problemas de convivencia, 183 han ocurrido en medio de riñas y 41 en medio de problemas pasionales. La cifra indica que en Cali mueren por intolerancia cada año más personas que el número de soldados estadounidenses que mueren la guerra de Afganistán, en todo un año.Para Mauricio Vásquez, coordinador del programa Cali Cómo Vamos, que analiza los indicadores de desarrollo ciudadano, tal situación solo puede entenderse como una manifestación extrema de la precariedad de las relaciones interpersonales de los caleños. El analista cita los resultados de una análisis del programa Cali Cómo Vamos en los que se concluyó que, en general, los caleños se perciben a sí mismos como poco respetuosos de la vida de los demás, los bienes públicos y las normas ciudadanas.“En el análisis preguntamos cómo califican en la ciudad el respeto por las mujeres, por los niños, por las minorías y por la vida, y los resultados son que, de uno a cinco, la mayor parte de la gente calificó con uno y dos, es decir, muy mal”. Segun Vásquez, esa calificación obedece a la experiencia individual de cada persona en la ciudad, experiencia que se ve reflejada en los registros de la Policía: solo entre el lunes y viernes de la semana pasada fueron capturadas 22 personas por problemas de intolerancia; por otro lado, la Policía recibe en promedio 500 llamadas diarias al 123 por peleas en la ciudad y, en 2013, más de 7.000 personas resultaron heridas en medio de riñas.“En general, en Cali, los ciudadanos no tenemos un comportamiento acorde con la idea del respeto por la vida. Eso se nota en muchas circunstancias. Por ejemplo, el hecho de que un conductor de un bus no tenga problema en en llevar sobrecupo, en ir a una velocidad no permitida, significa que no respeta la vida de sus pasajeros. Ahí hay una atentado contra la vida. O también, cuando alguien pasa en su carro un semáforo en rojo. Son formas en que se manifiesta el irrespeto por la vida en la ciudad”, afirma Vásquez.Ahora bien, a la hora de tratar de entender las causas de ese comportamiento, tanto analistas de la violencia como sociólogos coinciden en un punto: el comportamiento criminal que durante años ha sido popularizado por los narcotraficantes ha permeado las relaciones sociales en la ciudad. Así lo observa el sociólogo, Álvaro Guzmán, quien dice que el comportamiento criminal ha influenciado tanto las relaciones, que la gente “considera que la solución a muchos de sus conflictos radica en poder tener y usar las armas”. En eso coincide el coordinador del observatorio del delito de la Arquidiócesis de Cali, Jesús Darío González, para quien las relaciones sociales de muchos caleños están siendo construidas a partir del comportamiento criminal, de la justicia por la propia mano. “Eso se debe a muchas cosas. Una es la existencia del narcotráfico. Otra, la poca credibilidad que tiene la gente en el Estado. Mucha gente no confía en la Policía ni en el sistema judicial, tanto, que en Cali solo el 20 % de las víctimas de algún delito instaura denuncia. La gente no cree en la instituciones, y a eso se le suma la idea de que las cosas se pueden arreglar por la propia mano”, dice González. Muertes por intolerancia, un debateA pesar de que Jesús Darío González coincide en que en la ciudad hay unos altos niveles de intolerancia que son efecto de varias circunstancias, el analista sostiene que hablar de homicidios por problemas de convivencia no es más que una forma de poner una cortina de humo sobre la grave situación de violencia en la ciudad.Según afirma, esa categorización está siendo usada para decir que en Cali los grupos criminales están diezmados y que muchos de los homicidios son “hechos aislados”.“Cuando las autoridades quieren decir que ha disminuido la incidencia de las estructuras criminales en la violencia, entonces dicen que hay un montón de homicidios por intolerancia, y así, pretenden dar la imagen de que están haciendo todo muy bien. Y con esto no quiero negar que hay una disminución positiva de los homicidios, sino advertir que la situación en la ciudad sigue siendo grave, muy grave”.González continúa su argumentación con un ejemplo. “Si en el oriente de Cali un riña entre dos pandilleros termina en un homicidio, no se puede hablar de intolerancia, porque el problema de fondo es el hecho de que ese joven sea un pandillero, que tiene acceso a un arma de fuego y que en su manera de pensar, cree que los problemas se resuelven a tiros”.De acuerdo con el analista, ninguna muerte en Cali puede llamarse “un hecho aislado”, pues esa afirmación supone dos cosas. En primer lugar, el fracaso del Estado, que es incapaz de mediar entre los problemas de la gente y de garantizar el derecho a la vida. Por otro lado, la incapacidad de reconocer que si la gente busca resolver sus problemas matándose, es porque el comportamiento criminal ha permeado el comportamiento de toda la sociedad. El debate también lo propone el personero de la ciudad, Andrés Santamaría, quien afirma que al hablar de hechos aislados o de problemas de intolerancia, lo que se hace poner toda la responsabilidad de esos crímenes sobre los ciudadanos, “cuando el Estado también es responsable de los crímenes por intolerancia”.“El hecho de que haya una cantidad considerable de jóvenes que no tienen acceso al sistema educativo o al sistema laboral, es un problema del Estado. En esa situación, un joven se hace presa fácil de las pandillas o crece en un ambiente en el que la ley que impera es la de los delincuentes. Eso quiere decir que ese joven es víctima de un Estado débil que no es capaz de garantizarle su derecho a la educación y su seguridad. Si responde violentamente ante cualquier situación, no hay que olvidar que, aunque haya un elemento de intolerancia, de fondo el problema es que el Estado no le ha brindado garantías mínimas”, afirma Santamaría. ¿Qué hacer, entonces?Andrés Villaveces, médico español especializado en epidemiología que trabaja con el Banco Mundial en temas de violencia urbana, explica que ciudades que tienen una tasa de homicidios superior a los 10 asesinatos por cada cien mil habitantes padecen una epidemia de muertes violentas. En Cali, solo la tasa de muertes  debidas a problemas de convivencia es cercana a 15  por cada cien mil habitantes. El médico afirma que la mejor forma de combatir una situación de esa magnitud es la prevención.“La prevención da muchos más beneficios a largo plazo que solo las actividades represivas y de control”, dice el médico y agrega que el énfasis debe hacerse en los jóvenes. En este punto coinciden tanto los analistas Jesús Darío González y Mauricio Vásquez como el personero de la ciudad, Andrés Santamaría. Cada uno de ellos afirmó que, más allá de los planes policiales como el denominado 'Plan de Choque' que se aplica desde hace un mes, se requiere mayor inversión social, en pedagogía y en oportunidades. “Cali requiere una política de intervención social, de enseñarle a la gente a respetar las normas, a confiar en la autoridad, a respetar al otro. Y también, requiere mayor inversión en zonas como el oriente, en donde una proporción muy alta de jóvenes no tienen acceso a la educación ni a oportunidades laborales”, afirma el personero Andrés Santamaría.Su análisis no es gratuito, si se tiene en cuenta que, de acuerdo con el informe Cali Cómo Vamos, la ciudad es la que menos invierte anualmente en cada uno de sus ciudadanos, con un promedio de $667.364, mientras que Medellín invierte $1,492.700 y Manizales, mucho más pequeña que Cali, $722,065.Además, según cifras de la Secretaría de Eduación, Cali tiene un nivel de cobertura de educación del 82 %, mientras que Bogotá y Medellín tienen proporciones del 90 %, lo que signica que en Cali dos de cada diez jóvenes no estudian. Es decir, de los 771 mil jóvenes en edad de estudio que se calcula tiene la ciudad, 154 mil no tienen acceso a educación.“Más allá de intolerancia o criminalidad, la violencia en Cali es efecto de las marcadas desigualdades de la ciudad”, concluye Jesús Darío González.

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