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Ingenio y tecnología de punta, las 'armas' del Laboratorio de Criminalística de la Policía

En Cali, 25 peritos resuelven desde homicidios hasta robos. Historia de una labor silenciosa y clave contra el delito.

16 de marzo de 2014 Por: Andrés Felipe Becerra | Reportero de El País

En Cali, 25 peritos resuelven desde homicidios hasta robos. Historia de una labor silenciosa y clave contra el delito.

Durante seis meses las autoridades estuvieron tras la pista de dos bandas delincuenciales dedicadas al hurto de residencias en Cali. En los últimos tres años, aproximadamente, lo que se habían robado estos grupos alcanzaba los $11 mil millones. En todo este tiempo, los apartamenteros que operaban en sectores exclusivos de la ciudad, otros municipios del Valle y del Cauca, nunca dejaron rastros suficientes como para poder convertir en capturas las sospechas que tenían las autoridades. Sin embargo, en diciembre pasado la Policía capturó a 18 miembros de estas dos bandas, la de los ‘Intocables’ y la del ‘Viejo’. Entre los detenidos estaban dos policías activos y un miembro del CTI. Varias de estas detenciones, aunque muchos no lo saben, fueron posibles -en gran parte- gracias a los retratos hablados facilitados por la Policía.Durante los meses de investigación, el sargento *Martínez se dedicó a entrevistar a testigos y víctimas de los apartamenteros, quienes llegaban hasta su oficina a contarle cosas que recordaban de los atracos.Eran recuerdos como que uno de los ladrones tenía ojos oscuros, nariz larga, bigote. Otros como que era flaco, cara alargada, orejas grandes, cejas pobladas, con gorra. Eran aspectos, rasgos, características de las personas que tiempo atrás habían entrado a sus casas a robar. En una ciudad como Cali y en una región como el Valle, que reportan unos de los índices de criminalidad más altos del país, el sargento Martínez dice que puede realizar ocho retratos al día, la mayoría a mano, con dos lápices especiales. Otros, con un programa que permite plasmar en un computador las características morfológicas de alguien que ha cometido un delito. La mayoría de esos retratos contienen aquellos recuerdos de las víctimas o testigos de un hecho delictivo. En ocasiones también contienen los recuerdos de capturados que deciden hablar. Así fue que cayeron, en parte, las dos bandas de apartamenteros que operaban en La Flora, Ciudad Jardín, Pance y El Caney, entre otros barrios en Cali, pero también en Candelaria (Valle), y algunos municipios del Cauca. Del trabajo de este agente casi nadie sabe, si mucho sus superiores y sus más allegados. El sargento Martínez, el de los retratos, es miembro del Laboratorio Regional de Criminalística No.4 de la Policía, que apoya las labores de la Metropolitana de Cali, así como de las policías de Valle, Cauca y Nariño.zh2>***El laboratorio está ubicado en una lujosa vivienda en el barrio Ciudad Jardín, en el sur de Cali, donde antes, hace unos años atrás, descansaban los escoltas de los hermanos Rodríguez Orejuela, capos del Cartel de Cali. En esa misma cuadra también hay otra casa, donde los Rodríguez cuadraban sus negocios, explicaron alguna vez las autoridades. Allí, donde funciona el laboratorio desde el 2010, luego de que la vivienda fuera entregada a la Policía por la Dirección Nacional de Estupefacientes, hay siete dependencias: documentología, dactiloscopia, grafología, morfología, fotografía y vídeo, topografía y balística.Dependencias que han sido adecuadas en los grandes cuartos de la lujosa casa, donde también hay un parqueadero en el que se pueden guardar unos diez carros perfectamente acomodados. Por todo el laboratorio hay modernos equipos que sumados alcanzan a tener un costo de $1500 millones. Está, por ejemplo, el microscopio Leika FSC-420, que permite realizar cotejos de proyectiles y, luego de otros procedimientos, concluir si un arma participó en uno o varios homicidios. Sí, en el laboratorio, además de hacer retratos hablados, se resuelven desde homicidios hasta casos de documentos falsificados con técnicas y tecnología de punta, al mejor estilo de la serie de televisión estadounidense CSI.***El capitán William Romero, jefe del Laboratorio Regional de Criminalística, está en su oficina, vestido de civil, tres celulares a la mano que vibran y suenan al tiempo, un portátil, dos bandejas con solicitudes de investigaciones firmadas y pendientes y un minicomponente al lado donde solo oye noticias -afirma-. Desde allí, el capitán Romero cuenta que los 25 peritos que hoy trabajan en el laboratorio cumplen una labor silenciosa, pero de las más importantes en cuanto a investigación judicial. Revelar la identidad de los agentes, incluso, es un asunto de riesgo. Son algo así como los héroes detrás de los héroes, intenta explicar Romero, quien dice que esa es la labor de sus peritos: descubrir y probar los delitos que se cometen en las ciudades. “Y eso a mucha gente no le gusta”, aclara.El trabajo en el laboratorio ha sido satisfactorio, asegura el agente y afirma que “el año pasado, por ejemplo, se entregaron 3151 productos o resultados de todas las dependencias”. Es decir, que de algunos de los delitos que se cometieron en ese lapso en los departamentos que cubre el laboratorio, hubo una investigación que se hizo en alguno de los siete cuartos de esa casa de Ciudad Jardín. Para lograr esos resultados, los peritos del laboratorio nunca saben con exactitud sobre qué caso están trabajando. Resuelven lo que un investigador de equis caso, con el que no tienen contacto, les pide por solicitud previa. Les piden cosas como cotejar proyectiles, restaurar números seriales de armas, definir de quién es una huella o una firma, hacer álbumes de reconocimiento de presuntos delincuentes, entre otras. Esto hace, explica Romero, que el perito no se contamine con el caso a trabajar. Es decir, que los agentes -como le pasó al sargento Martínez- no saben sino hasta que ven las capturas en la prensa si están trabajando en el caso específico de dos bandas de apartamenteros u otros. *** No es el suceso que más recuerdan, pero sí del que más pueden hablar para dar un ejemplo a quien les pregunta por lo que hacen en el laboratorio. Las personas que hablarán del caso son tres mujeres. Ellas son las encargadas de la oficina de balística del Laboratorio de Criminalística. Todo sucedió en el 2012, coinciden las mujeres de bata blanca, cuando las autoridades le incautaron a un hombre un fusil, en una vía del norte del Valle. “La Policía tenía la sospecha de que con esa arma se habían cometido más de ocho homicidios en varios municipios. Entonces, luego de que investigadores de Cartago, Roldanillo y Sevilla llevaron hasta el laboratorio las vainillas recolectadas en las escenas de los asesinatos y de los cuerpos de las víctimas, se pudo comprobar en un 100 %, y tras un mes de trabajo, esa sospecha”, explican.Las mujeres, por supuesto, se enteraron de lo que habían logrado resolver cuando vieron en los medios al Comandante de la Policía de entonces, que decía que se trataba de un fusil que había sido usado para ajustes de cuentas por sicarios en el Valle. Una de ellas, que estaba acompañada por uno de sus hijos, cuenta que guardó silencio, apagó el televisor y cambió el tema. Los héroes detrás de los héroes.*Nombre cambiado por seguridad.

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