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Entrevista con el General (r) Manuel José Bonett Locarno

El general (r) Manuel José Bonett Locarno dice que las Fuerzas Militares no han bajado la guardia porque han dado de baja a 32 comandantes de la guerrilla. Apoya el proceso de paz, pero cuestiona a las Farc.

23 de junio de 2013 Por: Margarita Vidal Garcés | El País

El general (r) Manuel José Bonett Locarno dice que las Fuerzas Militares no han bajado la guardia porque han dado de baja a 32 comandantes de la guerrilla. Apoya el proceso de paz, pero cuestiona a las Farc.

Al general (r) Manuel José Bonett Locarno le gusta opinar. Y lo ha hecho desde cuando entró a la Escuela Militar de Guerra José María Córdoba, hasta que se retiró después de haber sido Comandante General de las Fuerzas Militares, sin que lo hubieran sancionado ni mucho menos botado de las filas. Este cienaguero nacido en 1939 hizo estudios avanzados en Artillería y Seguridad Nuclear, Comando y Estado Mayor, Seguridad en la Otan, Empleo de Armas de Destrucción Masiva, Estrategia contra el Terrorismo, la Subversión y el Narcotráfico, Derechos Humanos, entre otros. Fue Comandante de la III Brigada en Cali, Director de la Escuela Superior de Guerra, Inspector General de las Fuerzas Armadas, Comandante del Ejército Nacional, Comandante de las Fuerzas Militares y Embajador en Grecia. Pero al tiempo que le dedicaba lo mejor de sus facultades a las disciplinas castrenses -que dejó en agosto de 1998- Bonett se había formado también en las humanísticas y se había especializado en los clásicos griegos y latinos. Desde su retiro está dedicado a la investigación, a dictar conferencias internacionales y clases en la Universidad del Rosario, a releer a Aristófanes, Aristeo, Aristómenes, a Píndaro y a montar obras de teatro como Lisístrata. La ateniense que instó a las mujeres griegas a cerrar las piernas mientras sus hombres no terminaran la guerra del Peloponeso, y que, cuando el General Bonett, comandante del glorioso Ejército de Colombia, las puso de ejemplo a las mujeres colombianas, armó un tierrero mediático entre escandalizado y divertido, que le dio varias veces la vuelta al mundo en 80 nanosegundos. El General sigue cultivando la historia y la ópera. Como tiene una hermosa voz, hubiera querido ser un gran tenor lírico, y envidia ferozmente a Plácido Domingo y a Pavarotti. Sigue dedicándole tiempo a la literatura y la poesía, a sus siete hijos y ocho nietos y, sobre todo, a María Helena, su mujer, con quien ha comenzado todos los días de su vida conyugal apurando una aromosa taza de café, en la cama, al despuntar el día. Y a opinar. Porque Bonett Locarno ha sido y sigue siendo el más taquillero de los generales colombianos, no solo por su sabiduría y conocimientos, sino por su sentido del humor y porque como buen artillero generalmente da en el blanco.¿Cómo fue su experiencia como gobernador del Magdalena, y su clase política?Mi departamento es muy bello y muy rico pese a las inundaciones del río Magdalena, pero yo siempre les recordaba que el Nilo hizo de Egipto un imperio. Allá la gente es excepcionalmente buena y sencilla y siempre pude gobernar con diálogo. A la clase política, que es la más insensible de la tierra, no pude entenderla, ni trabajar con ella, porque no estoy diseñado para la clase de “arreglos” que demanda y que llama eufemísticamente “representaciones”. Yo prohibí que usaran esa palabra porque la administración debe enfrentarse a la corrupción, un mal generalizado en el país.Pasando a otro tema, Álvaro Uribe dice que el ejército ha aflojado en su lucha contra la guerrilla. ¿Lo cree así?No, no estoy de acuerdo. Los políticos no deben tocar, ni siquiera nombrar a las Fuerzas Militares. Uribe fue un excelente presidente para nosotros, pero el mandatario ya es otro. Es absurdo lo que Uribe dice porque es obvio que en la presidencia de Juan Manuel Santos se ha dado de baja al mayor número de jefes guerrilleros: Cano, Mono Jojoy, Caliche, etc, en total 32 comandantes han sido muertos y siete capturados. No solo se ha mantenido la lucha estratégica contra la guerrilla, sino que ha aumentado tanto la presión militar que la subversión se dedicó al terrorismo que no requiere poder militar sino que es una acción asimétrica.¿Era necesaria la nueva Ley de Fuero Militar?El artículo correspondiente de la Constitución dice que delitos cometidos por militares por causa y razón del servicio serán conocidos por las cortes marciales. Era suficiente con hacerle una ley reglamentaria porque nada más sabio y mejor redactado que ese artículo. Pero por sucesivas interpretaciones erróneas, politizadas e ideologizadas, tanto de la Corte como de Fiscalía y Procuraduría, el fuero se fue degradando. Esta nueva ley es el respaldo judicial y legal que merecemos, como apoyo para poder seguir combatiendo.A la Justicia Penal Militar se le ha considerado sesgada, poco imparcial.Ese es un prejuicio de mala fe. Las ejecuciones extra judiciales son la piedra del zapato, pero siempre las hemos reconocido y hemos puesto la cara. Esos crímenes fueron entregados a la justicia ordinaria hace casi cinco años y, ¿cuántos condenados hay? ¿Qué razón válida hay para criticar a una Justicia Penal Militar, que en la práctica no existe? Ese es un prejuicio que tiene tres orígenes: uno interesado, de aquellos que por alguna razón son adversos a la organización militar. Otro es la desinformación y el tercero es una oposición ilustrada que maneja un prejuicio emanado de fuentes interesadas en respaldar determinadas ideologías.¿Cómo un ejército llega al horror de los mal llamados ‘falsos positivos’?Yo tampoco me lo explico, Margarita, pero la explicación puede ser que por necesidades estratégicas el ejército creció mucho y en materia de combatientes no tenemos acceso a lo mejor de la población porque esta no presta el servicio militar, que en Colombia no es universal. En segundo lugar, están las tensiones de la guerra o lo que Clausewitz llama las ‘fricciones’. El último ‘falso positivo’ más famoso fue en Afganistán, cuando la fuerza alemana- que fue condecorada- al servicio de la Otan bombardeó un carro-tanque rodeado de mucha gente y mató a 88 personas, declaradas como terroristas.Bueno, pero no podemos relativizar las acciones de nuestro ejército con lo que hacen otras fuerzas en el mundo.No, lo que quiero decir es que esa es la fricción de la guerra y que yo creo que tendría que haber una justicia actuante que meta miedo ante esos actos. En esos casos yo estoy un poco de acuerdo con Hobbes que, en El Leviatán dijo: “En determinado momento, el Estado debe atemorizar con su ley”. Pero el único Estado que no atemoriza es el colombiano y por eso aquí irrespetan a la Policía y se ríen de la ley.Causa preocupación en la nueva ley, el llamado “blanco legítimo”.Durante las guerras, no solamente del señor Bush sino del señor Schwarzenegger se puso en boga el término daños colaterales. Personas que aunque no tienen un rifle en la mano están en un combate por una u otra razón. Por otra parte, guerrilleros y terroristas se escudan en la población y eso puede causar bajas indeseadas. En esos momentos lo que hay que hacer es dar la cara, como lo hemos hecho siempre. Pero también la población debe entender que un combate no es una operación quirúrgica, precisa y aséptica. ¿Alguna vez enfrentó esa disyuntiva?Sí, por ejemplo cuando ya teníamos acceso a la inteligencia técnica y cogíamos grabaciones de Tirofijo o de otro cabecilla, transmitiendo desde unas coordenadas que hubiera sido fácil bombardear, y descubríamos que lo hacían desde una escuela, levantaban la antena y se iban, para que la Fuerza Aérea llegara y bombardeara la escuela. Frente a eso no hacíamos operativos.También se critica que la nueva ley exonere de responsabilidad a los altos mandos militares ante actos impropios de soldados y suboficiales.Hay una regla universal que nació cuando echaron a Adán y Eva del Paraíso y es que los malos actos son responsabilidad de quien los comete. Ningún comandante puede inducir a realizar un acto ilegal a un subalterno. Si logra demostrar que fue forzado por su comandante, este tiene que renunciar. Pero si un efectivo sale por su cuenta con uniforme y fusil, y comete un delito, es él quien debe pagar.¿Cómo está viendo las negociaciones de La Habana?Bien, primero por mi convicción personal, y también porque veo que los colombianos están cansados y exasperados con una guerra que no termina y que nos resta mínimo tres puntos del PIB y que nos ha ido conduciendo a una situación que ya no es sicológica, sino siquiátrica. El país entero es un frenocomio. Considero muy oportuno este intento del gobierno colombiano de buscar una solución negociada que es la vocación de los estados modernos. Pero, ¿no cree que las altisonantes declaraciones de la guerrilla producen malestar en la opinión?Sí, allí veo dos agendas: la real, que preside el doctor De la Calle donde se discuten los cinco puntos acordados, y otra de las Farc, que cada vez que entran o salen de las reuniones hacen declaraciones que levantan ampolla. Pero cuando yo converso con los negociadores me dicen que no me crea ese cuento. La verdad es que la agenda de París y Márquez está dirigida es a las bases guerrilleras para demostrarles que no están derrotados y que han ido ganando espacio. ¿Cree que se logrará un acuerdo?Creo que la negociación como tal va bien. Confío en el gobierno y sus negociadores y sé que no se van a salir de la agenda porque ese sería un error garrafal.

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