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En Trujillo florecen la paz y los proyectos productivos

Gracias a los procesos restitución, campesinos han regresado a las tierras abandonadas en este municipio.

1 de agosto de 2016 Por: Javier Jaramillo | corresponsal de El País en Tuluá

Gracias a los procesos restitución, campesinos han regresado a las tierras abandonadas en este municipio.

Después de sufrir los embates de la violencia en diferentes períodos a manos de la guerrilla, los paramilitares y las bandas criminales, los campesinos del corregimiento de La Sonora, en el municipio de Trujillo, regresaron a sus fincas, y ahora de manos de la Unidad de Restitución de Tierras, URT, están viendo el resurgir del campo. Don Ferney Santa, un labriego de 51 años, quien heredó su finca La Caturrera de sus padres, es uno de tantos campesinos que tuvieron que abandonar sus propiedades para salvar sus vidas cuando los jefes de los grupos armados al margen de la ley los sindicaron de ser colaboradores del ELN. Eso fue muy duro para estas personas, primero a comienzos de 1990, cuando empezaron los hechos conocidos como la Masacre de Trujillo y después en 2005 cuando llegaron las autodefensas del Bloque Calima y luego incursionaron Los Rastrojos. “Estuvimos como desplazados durante mucho tiempo en Pereira y en Tuluá, trabajando en oficios varios o como ayudantes de construcción, hasta que pudimos regresar”, manifestó Héctor Fabio Hurtado, propietario de la finca Alaska. Al igual que ellos, más de 2.000 personas se han beneficiado en once municipios del Valle del Cauca, en donde la URT ha adjudicado 7.112 hectáreas a través de 206 sentencias, lo cual ha permitido a la fecha que el Gobierno Nacional haga inversiones por más de $3.200 millones en proyectos productivos. El corregimiento de La Sonora, tristemente recordado porque en abril de 1990, hace 26 años, hombres armados al mando de alias El Alacrán sacaron de sus casas a diez personas, entre ellas a la enfermera de la comunidad, las cuales se presumen fueron asesinadas y arrojadas al río Cauca, se ha convertido en modelo del trabajo de recuperación del tejido social con las habitantes de esa zona. Hoy, doña Blanca Dolly de Santa, puede darles de comer a sus gallinas, cuidar la huerta que los hace autosostenible y engordar sus cerdos en completa tranquilidad y ver un futuro más promisorio. “Gracias a Dios que la paz ha vuelto al campo, creemos firmemente en el proceso que adelanta el Gobierno con las Farc, porque eso nos permite ahora vivir más tranquilos”, manifestó Orlando Arboleda Cayapú, quien estuvo como desplazado en Cali durante cinco años, luego de que un grupo armado asesinara a su mamá y a varios campesinos de esa zona. Otra de las beneficiadas con el programa, denominado ‘Tierras por la paz’, es la señora Nohora Leticia Santa, quien sufrió el desplazamiento en 1991, 1998 y 2005 y a quien le asesinaron a varios miembros de su familia. Gracias a una sentencia, en 2014 le restituyeron sus tierras y se le asignó un subsidio por $ 24 millones los cuales fueron invertidos en siembra de café, cría y levante de cerdos y la construcción de un biodigestor, a través del cual genera su propia energía y contribuye con el medio ambiente. Y precisamente, gracias a la implementación de proyectos productivos, ahora la zona rural del municipio de Trujillo, que durante años estuvo regado por la sangre de gente inocente, ha vuelto a florecer, con cultivos de café, cítricos, banano y con programas de ganadería, porcicultura y cultivo de peces. “Hoy, con este proceso restitutivo, estamos demostrando que sí es posible que la gente vuelva a sus predios, que nunca más, actores armados, decidan la suerte de estas personas, especialmente en zonas tan apartadas de los cascos urbanos como el corregimiento de La Sonora”, asegura Ricardo Sabogal Urrego, director general de la Unidad de Restitución de Tierras.

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