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En el oriente de Cali, las niñas están acorraladas por las pandillas

Lo sucedido a la menor que esta semana recibió 52 puñaladas no es aislado. Muchas adolescentes son acosadas y victimizadas por los pandilleros.

31 de agosto de 2014 Por: Laura Marcela Hincapié S. Reportera de El País

Lo sucedido a la menor que esta semana recibió 52 puñaladas no es aislado. Muchas adolescentes son acosadas y victimizadas por los pandilleros.

Una, dos, tres, cuatro. Por sapa. Por crecida. Por bocona. Otra vez por sapa. Por cada insulto, una puñalada. Dos en el brazo derecho. Dos en la pierna izquierda. Y una patada en la barriga de despedida. La chica de 14 años cayó doblada al lado de un poste de energía del barrio Potrero Grande. Fue un domingo del mes pasado. Hace dos semanas, el tipo volvió a aparecer. Así, con esa misma cara de matón. Karin* iba camino a su casa; cargaba en la mano una bolsa con medio pollo frito. Él se le atravesó y ¡traaaque! Una trompada en la cara. Ella, que pesa solo 40 kilos, se tambaleó borracha del golpe. El hombre ni siquiera le habló. Le arrebató el pollo y siguió caminando. Este viernes 29 de agosto, en una tienda del barrio, Karin*, aún con el cachete hinchado por el último golpe, cuenta por qué ese tipo la odia tanto. La chica trigueña, bajita, pero con medidas de modelo, dice que él es un duro de ‘los Colonos’, una pandilla de un sector de Potrero Grande donde ella vivía. Entonces, desde que la muchacha se trasteó a otra calle y se ‘parcha’ con otro grupo, el hombre, cada tanto, va a buscarla para “encenderla”. Por sapa. Por crecida. Por bocona. *** Una, dos, tres, cuatro... diez... veinte... treinta... cuarenta... cincuenta, cincuenta y uno, cincuenta y dos. Los insultos, seguro, se acabaron pero las puñaladas no. A la niña de 13 años le perforaron la piel 52 veces: el cuello, la espalda, el abdomen. Y la arrastraron y la pisotearon y la golpearon y la obligaron a comer tierra. La canallada ocurrió la noche del pasado miércoles en el barrio La Paz, al oriente de Cali. Dicen que fueron tres los pandilleros que convirtieron su cuerpo en una piñata. Y lo hicieron, al parecer, porque ella no quiso decirles dónde estaba el tipo que buscaban. La niña sigue internada en el Hospital Universitario del Valle. Tras varias cirugías, los doctores dicen que “está fuera de peligro”. Pero lo estará, claro, mientras siga en el hospital. Regresar por estos días al barrio sería un suicidio. El personero Andrés Santamaría creía que ya lo había visto todo. Es que en una ciudad como Cali, donde el año pasado mataron a 1973 personas, un promedio de cinco asesinatos al día; se cree, a veces, que la violencia ya no puede sorprender. El pasado miércoles, sin embargo, el funcionario comprendió que la sevicia no tiene límites. “Nunca había visto algo así contra una niña. ¡52 puñaladas!” Aunque, sin duda, este hecho es uno de los casos de agresiones a menores más graves que se han conocido en Cali, no es el único. Casi a diario, en las calles de la ciudad una niña es acosada o agredida por una de las 134 pandillas que hay en la capital del Valle -según un estudio de la Personería-. A Karin* le pasó. Y a sus amigas y vecinas. Y también a otras tantas chicas sin nombre. “Esto es el pan de cada día”, dice el Personero, al explicar que la violencia urbana ha adoptado las mismas prácticas del conflicto armado. Entonces, así como las guerrillas y grupos paramilitares han utilizado las agresiones a las mujeres como un arma de guerra; en la ciudad, las pandillas han convertido a niñas y adolescentes en otro botín. El acoso aparece con varios disfraces. Autoridades y líderes comunitarios coinciden en que hoy las pandillas persiguen a las chicas por muchas razones. Porque son amigas o novias de sus enemigos, porque creen que los están “sapeando”, porque quieren tener sexo con ellas, porque necesitan que los ayuden a guardar armas o drogas, porque saludaron al que no debían, o simplemente porque sí, porque les dio la gana. Porque a veces la violencia, esa que no tiene límites, tampoco necesita razones.En las cifras de las autoridades no se evidencia la gravedad del ‘matoneo’ contra las menores de edad por parte de pandillas, debido a que ni las chicas ni sus padres se atreven a denunciar. Ni siquiera los líderes lo quieren hacer. Una mujer, por ejemplo, que trabaja con comunidades afrodescendientes en el Distrito de Aguablanca solo acepta hablar bajo el anonimato. Porque -explica- desde que empezó a denunciar a algunos jóvenes por violaciones sexuales y ataques a jovencitas, la llaman casi todos los días a recordarle que ella también “está en la lista”. La mujer cuenta que en zonas como la urbanización Llano Verde, los líderes de las pandillas obligan a las niñas a ser sus mujeres. “Desde los 12 años, ellas tienen que acceder a sus propuestas sexuales, porque si no lo hacen, las acosan, las maltratan, las golpean. ¿Y los padres? callados porque a ellos también los amenazan”. Al otro lado de la línea, la líder advierte que la situación no es nueva. Entonces critica el silencio de las autoridades. “Tienen que pegarle 52 puñaladas a una niña para que se pellizquen”. La mujer dice que a cada rato ocurren casos como el de Andrea*, una niña de 13 años que iba camino a la tienda, a hacerle un mandado a su mamá, y un pandillero, que ya le había jurado varias veces que ella sería suya, cumplió la advertencia. La empujó contra un callejón y allí, detrás de unas casas abandonadas, abusó de ella. Hoy la menor tiene cuatro meses de embarazo. En otros casos, las violaciones sexuales esconden cuentas por cobrar. Entonces las chicas terminan pagando por los ‘pecados’ de hermanos, novios, primos, amigos. Una psicóloga que trabaja con jóvenes de las comunas 13, 14, 15 y 21, explica que detrás de todo esto hay un “patrón psicópata”. Los cuerpos de las adolescentes se convierten, entonces, en pizarras donde los delincuentes dejan mensajes de horror. Cada herida, cada cicatriz, es un golpe directo al ego del enemigo. En medio de esa barbarie, aparece la tortura. Así como a esa niña la chuzaron 52 veces para que entregara la información que, según sus verdugos, ella conocía; otras chicas son torturadas con puñaladas al alma. La psicóloga habla de un caso aterrador. Ocurrió en octubre del año pasado en la Comuna 13. Nueve tipos de una pandilla violaron a una menor de 12 años. Los nueve cobraron en su cuerpo una cuenta pendiente de su hermano. La niña estuvo dos meses hospitalizada en el HUV. La psicóloga no la volvió a ver. La casa donde vivía quedó abandonada. Un joven que antes pertenecía a una pandilla del oriente de la ciudad explica que aquello que le pasó a esa niña es conocido en los grupos criminales como la ‘vaca muerta’. Así, tal cual. Una chica sometida como un animal, inmóvil, indefensa. “Una vaca muerta”. Para Jesús Darío González, director del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis, esas prácticas de sevicia contra las mujeres revelan el nivel de “deshumanización” al que ha llegado la violencia en Cali. Tanto así que para él, la palabra pandilla parece ya no hacerles mérito. “Ese es un término muy externo que se refiere a un combo juvenil, pero lo que vemos es que detrás de estos grupos hay adultos y organizaciones criminales”. Es que si le hacen eso a una niña de 13 años, qué le harán a los mayores -se pregunta-. Lo más grave es que este acoso también resulta mortal. En Cali, en el 2013, fueron asesinadas 28 niñas y adolescentes, según las cifras de la Personería. Los principales móviles de esos homicidios fueron enfrentamientos entre pandillas, venganzas y riñas. Y entre el 1 de enero y el pasado 23 de agosto de este año otras cinco menores de edad murieron de forma violenta. El caso que más recuerdan en la Fundación Paz y Bien -que trabaja con jóvenes de Aguablanca- es el de una niña de 9 años que mataron en el barrio Brisas de Comuneros. La sevicia, esa vez, tampoco tuvo límites. El cuerpo de la menor apareció con un palo incrustado en la vagina. El intendente Andrés Mauricio Burbano, encargado del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes de Cali, también habla de esta violencia y las constantes amenazas contra niñas y adolescentes. “Si no te vas del barrio, te mato. Si no te dejás violar, voy y le doy duro a tu mamá. Si no me decís dónde está tu noviecito, te meto bajo tierra. Esos son los casos que se ven”, relata. Este año se han conocido -según el intendente- 106 denuncias contra menores de edad, de las cuales el 40 % (42 casos) son a niñas y adolescentes. ***La mujer vive en Playa Alta, un asentamiento que colinda con el barrio La Paz. Este viernes, sin embargo, Nancy* prefirió hablar en una panadería ubicada en la Troncal de Aguablanca. Desde el jueves pasado, que conoció el caso de la niña apuñalada cerca a su casa, ella está intranquila. Cómo no. Tiene seis hijas y la idea le da vueltas y vueltas en la cabeza. “Qué tal que le hagan eso a una de mis niñas”. Es que a la mayor ya la han acosado. Todo empezó hace unos meses. El duro de la pandilla del sector se encaprichó con su hija de 16 años. Entonces todos los días, cuando ella salía para el colegio, cuando llegaba, cuando iba a la tienda, el tipo la esperaba en una esquina con los amigos. La arrinconaba contra la pared y le decía que ella ya tenía dueño. Que dejara de ser tan ‘picada’. “No se oponga, que usted ya es mía”. Y como la niña le tenía miedo, porque cada vez que le hablaba se tocaba la pretina del pantalón para sentir el ‘fierro’, no era capaz de contestarle nada. Ella solo se quedaba quieta, como una estatua. *Nancy tampoco se atrevía a defenderla. Acaso estaba loca para ir a hacerle reclamo a un tipo que le decían el ‘Diablo’. Ella solo le pedía a Dios que él encontrara otra peladita que le gustara para que dejara tranquila a su hija. Eso no pasó, pero unas semanas después sí lo agarró la Policía. *Nancy, sin embargo, aclara que eso tampoco ha sido un alivio. Resulta que han llegado nuevos pandilleros al barrio y alguien les dijo que su hija era la mujer del ‘Diablo’. Por eso hace unos días tres tipos armados se aparecieron en la casa. Entraron a la fuerza al cuarto de la muchacha. Le arrebataron el celular, le revisaron todas las llamadas, la insultaron, la empujaron. Y prometieron volver.*Nombres cambiados por seguridad

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