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En el Día de las Víctimas, Buenaventura reclama acciones reales contra los victimarios

Hoy las organizaciones sociales quieren visibilizar la tragedia de esta ciudad, que ha padecido por los paras, la guerrilla y las bacrim.

9 de abril de 2013 Por: Ana María Saavedra | Editora de Orden de El País

Hoy las organizaciones sociales quieren visibilizar la tragedia de esta ciudad, que ha padecido por los paras, la guerrilla y las bacrim.

"En Buenaventura los grupos solo cambian de nombre pero siempre son los mismos. Primero fueron ‘paras’, luego milicianos, después ‘Rastrojos’ y ‘Empresa’ y ahora les dicen ‘Urabeños’”. Cilia los conoce bien, son los mismos hombres que se paran en la esquina de su barrio, que cuando se emborrachan hacen tiros al aire. Cuando se llamaban ‘paras’, dice, desaparecieron a su hijo de crianza. Era el 2003, recuerda. Esa noche llegó a su casa de trabajar y vio la comida de su sobrino servida, ¿dónde está Coco?, preguntó. Recorrió las calles del barrio Pampalinda en busca del joven y nadie le dio razón. Días después supo que los ‘paras’ se lo habían llevado. Alguien le dijo que lo habían asesinado en el barrio El Cristal. “Ni siquiera sé porque lo mataron, él trabajaba en la galería”. El cuerpo nunca lo encontraron.En Buenaventura la desaparición forzada es un flagelo que no tiene cifras reales, debido a la falta de denuncia. Los postes y paredes del centro del puerto están llenos de carteles con fotos de personas perdidas. El año pasado la cifra fue de 25 denuncias y los primeros tres meses de este año van nueve. Sin embargo, las organizaciones de Derechos Humanos aseguran que son mucho más, pero a las familias les da miedo denunciar.Cilia recibió amenazas para que no preguntara más. “Estaba de número uno en la lista”, dice esta mujer.Años después, los mismos hombres que desaparecieron a ‘Coco’ se cambiaron el nombre, ya eran ‘La Empresa’, ese grupo que según la Policía, tuvo tentáculos en cada una de las doce comunas de Buenaventura. Uno de ellos tuvo problemas con uno de sus dos hijos. “El mayor se salvó dos veces de morir, lo iban a matar. En una de esas ocasiones llegaron a su casa. Ella los recibió, pero sus hijos no estaban.“Negro me vas a matar a mi hijo delante mío - le dije- entonces él habló por el radio y el jefe le contesto desaparézcalo”, dice la mujer. “Recogí para el pasaje y los saqué a los dos para Bogotá”, recuerda. Cilia es solo una de las historias de la violencia que desde hace más de una década vive Buenaventura. Ella es una de las miles de personas por las que hoy se celebra el Día de las Víctimas. Y es el Puerto la ciudad que escogió el Grupo de Memoria Histórica de la Presidencia para realizar una serie de actividades, lideradas por la Mesa de Víctimas y la Arquidiócesis. “Buenaventura necesita que Colombia entera se movilice y se pronuncie contra lo que allí sucede. (...) En la actualidad se registran casos de homicidios selectivos, desapariciones forzosas, feminicidios, confinamiento, restricciones a la movilidad, y hechos relacionados con el uso de niños y niñas en la guerra. Las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos han denunciado la existencia de lugares de tortura, muerte y desmembramiento de víctimas, que son conocidos por la población como “casas de pique o mataderos”, dice el comunicado de Memoria Histórica.“Los paras” La gente de Buenaventura casi nunca llama a estos grupos por su nombre. Solamente los han diferenciado como ‘paras’ o guerrilla.“Desde los proyectos sociales lo que queremos plantear es que lo que existe en Buenaventura es la continuidad del paramilitarismo. Los paras vacunaban, desaparecían personas y las descuartizaban; no había una clara persecusión de la Fuerza Pública hacia ellos. Lo mismo ha pasado con los otros grupos que han llegado”, dice uno de los miembros del Proyecto de Comunidades Negras, PCN. Pide que no se diga su nombre, “aquí eso me pondrían una lápida”.Otro de sus compañeros agrega: “‘La Empresa’ estuvo años sin que hicieran nada en su contra, después llegaron ‘los Urabeños’ y pasó mucho tiempo para que las autoridades reconocieran su presencia aquí. Ahora capturaron gente de ‘la Empresa’ cuando ya los que estaban mandando eran ‘los Urabeños’ y a esos no los han tocado”, asegura.Cuando el Bloque Calima de las AUC se desmovilizó, muchos de sus antiguos miembros llegaron al Puerto, unos fueron reclutados por ‘Los Rastrojos’ y empezó una guerra con las milicias de las Farc, que querían retomar el control.Después, cuando las milicias perdieron su poder, entre el 2008 y 2009, ‘Los Rastrojos’ asumieron el control. “Muchos de los milicianos se pasaron y los que no los mataron. Llegaban a las casas y se llevaban a los muchachos”, recuerda un habitante del barrio Lleras. De esa forma se conformó ‘La Empresa’, un grupo delincuencial que trabajaba con ‘Los Rastrojos’ y estaba conformado por antiguos milicianos y paramilitares. Luego, llegaron ‘los Urabeños’ para pelearles el control del Puerto. A La Inmaculada, uno de los barrios de bajamar ubicado junto al puerto de TC Buen, llegaron una noche de julio del 2011. “Eran quince hombres armados que ingresaron caminando. Sacaron a personas de las casas y las desaparecieron. De allí se desplazaron a Juan XXIII, La Playa y a otros barrios”, dice un habitante de este sector, uno de los más conflictivos en el Puerto.El 30 de diciembre de ese año, Jackson, un joven del barrio que trabajaban en las pesqueras, estaba jugando billar con ellos. Dicen los vecinos que de un momento a otro “lo metieron para el fondo, hacia El Quemadito en la baja mar. La gente lo vio entrar y no salir”. La etapa más crítica fue entre octubre y diciembre pasado. Habitantes de los barrios Pampalinda, Lleras, La Carmelita, 6 de Enero y Juan XXIII abandonaron sus casas. “Eso era bala de lado y lado. Nos metimos todos a la cocina y al otro día nos volamos de aquí”, relata una mujer.Este año, monseñor Héctor Epalza, obispo de Buenaventura, denunció que en el Puerto existían casas de tortura, donde las víctimas eran descuartizadas. Es una denuncia que nace de barrios como El Lleras, La Inmaculada, Muro Yusti y Matia Mulumba. Luego los cuerpos son enterrados en fosas clandestinos, según las denuncias de la comunidad, en sectores de bajamar como La Inmaculada, en la vereda La Gloria o en la isla de La Calavera, ubicada frente al Lleras.Así empezaron a llamar a este islote porque “los paras llevaban allí los cuerpos desmembrados”, dice un miembro del PCN. El propio ‘HH’, comandante del Bloque Calima, reconoció que muchos de los cuerpos eran amarrados en los esteros. Aunque la unidad de Justicia y Paz realizó la búsqueda en los sectores que los paramilitares habían señalado, ésta fue infructuosa. La marea se había llevado los restos.Después de los paras todos los grupos ilegales que se han asentado en Buenaventura han usado la desaparición forzada para ocultar sus víctimas. “Ellos dicen que son órdenes para no calentar los barrios. Nosotros vivimos una guerra sin cuerpos”, dice un líder comunal. En los últimos años los homicidios han bajado, pero las desapariciones se han disparado.Violaciones y desaparecidosSentada en una silla rimax, cosida con cabuya, Cecilia habla de la mayor de su hijas. Hace quince días la joven de 27 años desapareció. Salió un día de la casa en la vereda La Gloria y no regresó. No es la única vez que se le ha perdido. En realidad, dice la mujer, “ella cogió el camino que no debía desde los 15 años. Se fugó de la casa, no pudo soportar lo que le hicieron. Es que a esa edad la violaron.Hace doce años, cuando los paras mandaban en el Puerto, su hija salió a visitar a su abuela en el barrio El Jardín. En la calle la agarraron a la fuerza cuatro jóvenes, integrantes de la banda de ‘Los Tumbapuertas’. “Se la llevaron para la parte de arriba y allá la violaron los cuatro. Uno la agarraba y los otros se iban turnando”, relata Cecilia. Asegura que denunciaron ante la Fiscalía pero nadie fue detenido. A su mamá le tocó irse del barrio por las amenazas y hasta trataron de quemarle la casa. Ahora, Cecilia no sabe dónde está su hija.Cecilia y Cilia son solo dos rostros de la violencia que se ha enquistado en Buenaventura y que ha dejado miles de personas afectadas. “Aquí por donde camine encuentra una víctima. Será por eso que es tan difícil su reparación”, expresa un miembro del PCN.

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