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En Buenaventura, la violencia se ensañó con las mujeres

Aunque la Policía insiste en que este año van trece crímenes de ciudadanas, la Arquidiócesis dice que la cifra real es 38. Historias de crímenes con sevicia.

18 de septiembre de 2011 Por: Laura Marcela Hincapié, reportera de El País.

Aunque la Policía insiste en que este año van trece crímenes de ciudadanas, la Arquidiócesis dice que la cifra real es 38. Historias de crímenes con sevicia.

Tenía ocho puñaladas marcadas en la piel. El rostro lucía casi desfigurado. Vestía una blusa negra, un jean y unas sandalias que luego sus padres no reconocieron. Así apareció el cuerpo de la joven de 19 años. Como un bulto tirado en el patio del Colegio Gerardo Valencia Cano de Buenaventura.La noticia corrió por las calles del barrio Los Pinos. Fue el 1 de julio de este año. Los vecinos comentaban que la hija de don Biko Bantú había desaparecido la noche anterior. Empezaba la tragedia para la familia Torres Garcés.Tres meses antes, en el barrio Alfonso López Michelsen, el hallazgo fue aún más aterrador. Mónica, de 17 años, y su prima Lina, de 18, habían quedado solas en la casa. Sus padres salieron a un velorio para despedir a uno de los tantos muertos que a diario se reportan en el municipio.Pasadas las 11:00 p.m., las adolescentes fueron sorprendidas con la visita de varios hombres. Se rumora que eran miembros de grupos armados ilegales. Al regresar, los padres de Mónica y Lina encontraron una escena espantosa: charcos de sangre regados en toda la casa, objetos tirados en el suelo como si un terremoto hubiera ocurrido sólo allí. Las dos fueron violadas y torturadas. Una de ellas aún respiraba con dificultad. La otra fue degollada. A Lina, la que había sobrevivido a la noche de terror, las fuerzas se le agotaron. A los catorce días falleció en un hospital.Guerra declaradaNi una más. No más mujeres silenciadas con la muerte en Buenaventura. Es la petición que han hecho en los últimos meses defensores del género en discursos, marchas, comunicados, afiches.Pero nada parece frenar la barbarie que este año se ha ensañado con jóvenes y adultas. En el puerto ya curtido por la violencia se habla de feminicidios -asesinatos de mujeres por razones de género. Crímenes que tienen un patrón común: el intento de los agresores de dominar, poseer y controlar a las mujeres-. Sólo que definir las estadísticas que dan cuenta de este drama es quizá tan difícil como entender por qué la mujer es blanco de tanta maldad. Aunque la Policía insiste en que este año van trece crímenes de ciudadanas, la Arquidiócesis dice que la cifra real es 38. Eso quiere decir que desde enero a septiembre de este año se habrían cometido 26 homicidios más que en el 2010: un incremento del 200%. La mayoría de las víctimas han sido jóvenes entre los 15 y 35 años. El estrato varia. Algunas vivían en barrios populares, otras eran funcionarias públicas, educadoras o hasta psicólogas. Una de las explicaciones a la inconsistencia de las cifras es que las autoridades sólo registran los casos resueltos. El resto queda en el limbo de la categoría “sin información”. En Medicina Legal hay unos nueve crímenes en ese olvido. Al padre Adriel, miembro de la iglesia del barrio Lleras -un sector históricamente impactado por la violencia-, le causa indignación las estadísticas de la Policía. Hace unas semanas, el religioso publicó un documento para denunciar el alto índice de feminicidios. “No son trece, son 38”. Nosotros sabemos contar, dice. La preocupación del sacerdote también la sienten las defensoras del género. Mercedes Segura, directora de Fundemujer -entidad que atiende casos de violencia física y sexual-, califica este año como el más crítico. Mueve la cabeza de un lado a otro. Aprieta los ojos. Con un gesto de repudio recuerda el escalofrío que le han causado algunos crímenes. Habla, en voz baja, de cadáveres que han aparecido sin dientes, con narices rotas, palos dentro de los genitales, senos quemados. ¿Por qué tanto sadismo contra la mujer en un puerto donde sólo el 30% de ellas puede estudiar, donde muchas son desplazadas y otras no tienen más opción que vender pescado, chontaduros o cocadas? La intolerancia podría ser la razón. El comandante de la Policía, coronel Héctor Triviño, dice que muchos feminicidios se deben a líos pasionales. Tiene razón. Este año muchas mujeres fueron asesinadas por novios, esposos o ex parejas que en un momento de ira olvidaron sus promesas de amor. Pero también hay otra verdad. Una que las autoridades niegan y los ciudadanos sólo admiten bajo el anonimato: detrás de algunos homicidios estarían los grupos armados ilegales. La casa de Nandi¿Aquí vive la familia Torres Garcés? “Sí”. Responde a secas el hombre que está parado en una esquina del antejardín. Sin pronunciar palabra se dirige al interior de la casa de dos pisos. Don Biko es alto y delgado. T iene el aspecto de un hombre fuerte. De esos que nunca lloran. Cuenta que la mañana del 1 de julio, cuando por todo el barrio corría la noticia del cuerpo hallado en el colegio, él estaba en la Universidad del Pacífico. Fue a pedirle al rector un cupo para Nandi Luba, su hija de 19 años que se acababa de graduar y quería estudiar Ciencias Sociales. La noche anterior, Nandi no llegó a dormir. Don Biko pensó que seguro se había quedado dormida en la casa de alguna amiga. Al mediodía, su hijo mayor llegó gritando. “En las calles decían que el cadáver que se halló en el colegio podría ser el de Nandi...” Don Biko hace una pausa. Tiene la mirada perdida. Sólo mueve los labios. El resto de su cuerpo permanece inmóvil. La voz no se le ha quebrado desde que inició el relato. Como si su corazón fuera de acero, continúa. “Fui a la morgue y ahí estaba ella. Tenía marcas en toda la cara y unas sandalias que nunca le había visto”. Muertes anunciadas“Si algo me pasa, fue Henry”. Decía la nota que Mayra Alejandra, de 30 años, le escribió a sus familiares días antes de morir. Su calvario inició el 18 de marzo cuando fue golpeada brutalmente por su pareja. El 25 del mismo mes lo denunció. Sirvió de poco. Le dieron una cita con la Fiscalía para el 5 de mayo. No alcanzó a llegar. El 15 de abril, 21 días después de haber acudido a las autoridades, Henry la asesinó. En la oficina del piso 11 del Centro Administrativo Municipal de Buenaventura, la personera Ingrid Arroyo reconoce que la justicia ha sido lenta. La joven trigueña habla de muertes anunciadas. De mujeres que denunciaron agresiones y delataron a sus victimarios, pero aún así no pasó nada. Luego -denuncian los líderes-, cuando los cuerpos aparecen tirados en la esquina de un barrio, en esteros, caños o hasta en colegios la justicia tampoco hace mucho. “Aquí sólo se cumple con levantarlos”. El obispo de Buenaventura, monseñor Héctor Epalza, uno de los pocos que por estos días habla con nombre propio, dice con coraje que la indiferencia es el problema. “Nadie se mueve. Ni el Alcalde ni la Policía hacen nada”. Tal vez por eso las mujeres también callan. En la terraza de la fundación Rostros y Huellas hay 20 ciudadanas reunidas alrededor de un altar adornado con flores. Hacen parte del colectivo de mujeres afro. Al preguntarles por qué creen que están matando a las mujeres en el puerto, todas responden con silencio. Benildo Estupiñán, miembro de la Fundación, alza la voz. “¿No le parece que ese silencio le dice mucho. Con eso puede escribir hasta diez artículos”. No se equivoca. En el rostro de las mujeres el miedo aparece como una cicatriz imborrable.Cómo no, los líderes denuncian que un 50% de los feminicidios han sido cometidos por miembros de grupos armados ilegales. Algunas fueron asesinadas por haberlos traicionado, porque las vieron hablando con hombres del bando contrario o militares, porque no cedieron a presiones sexuales o porque su crimen servía para atemorizar a todo el barrio. En otros casos, el móvil puede estar relacionado a problemas ‘laborales’. En Buenaventura también es una verdad que muchas jóvenes están siendo reclutadas por ex paramilitares que hoy delinquen en bandas criminales como ‘Los Rastrojos’ o las ‘Águilas Negras’, o por a las Farc, que en los últimos meses han querido retomar el control en el puerto. “Al principio, las ponen a hacer inteligencia, luego las convierten en informantes y cuando ya saben mucho, las asesinan”, revela una mujer que pide no tener nombre. El poemaDon Biko aún no sabe por cuál de esas razones su Nandi mereció tanto dolor. Tiene sospechas. La noche del 30 de junio la joven salió de la casa luego de recibir la llamada de un ex novio militar. A las 10:30 p.m. la vieron con un hombre que la habría llevado hasta ese colegio.La mirada de don Biko ya no luce perdida. En el rostro se le dibujan gestos de impotencia. Ha enviado cartas al Presidente clamando justicia. Sigue esperando. La Policía dice que la investigación “avanza” y hay capturados. Pero luego de 78 días, no se sabe con certeza quién fue el autor de un crimen que se cometió a pocos metros de la cárcel, donde hay guardias del Inpec y cámaras de seguridad. Mientras prende el computador, dice que siempre piensa por qué no la abrazó más. “Yo soy poco expresivo. Hoy recuerdo todo lo que dejé de hacer”. Le escribí un poema -cuenta-. Abre un archivo titulado Sin decir adiós. Empieza a leer: “Una tristeza profunda hay dentro de mí. Tu imagen indefensa yace en mi memoria. El dolor quedó grabado en tu rostro como huella perpetua de la vil infamia de tus verdugos. Como siento tu ausencia...” Apaga el computador. El hombre fuerte, ese que parecía tener un corazón de acero, se derrumba. Rompe a llorar.Líderes en la miraLas organizaciones defensoras de la mujer denuncian que desde marzo de este año se ha notado la presencia de hombres armados, vestidos con chaquetas negras y pasamontañas, en barrios de la comuna 12 de Buenaventura. Estos sujetos han pedido a los habitantes información de las líderes de la zona.Las fundaciones estiman que del total de mujeres que han sido asesinadas este año, unas cinco tenían algún vinculo con procesos activistas. Otras han desaparecido. La Personería Municipal tiene el caso de Ana Julia Rentería, presidenta de la Junta de Acción Comunal del Río Cajambre, de quien no se tiene noticia desde el mes de abril cuando varios hombres la sacaron a la fuerza de su casa. Ellas murieron: Lina, de 15 años. En marzo pasado las autoridades de Buenaventura hallaron su cuerpo en un caño del barrio Caldas. Tenía rastros de violación sexual. Sus genitales fueron perforados con un palo. Karen Valencia, de 20 años. Fue asesinada el pasado 20 de agosto. Su pareja le propinó un disparo en el barrio La Inmaculada. Dejó una bebé de tres meses. El asesino se entregó a las autoridades. Daisy Castro García, de 34 años. Murió el pasado 4 de septiembre, luego de recibir varias puñaladas de manos de su compañero sentimental. Dejó dos hijos. Naudery Romero Holguín. Su homicidio también se registró el domingo 4 de septiembre pasado. En el barrio Nuevo Horizonte, un hombre la agredió con un cuchillo. La mujer era conocida como ‘La Caponera’.

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