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El verdadero precio de estar preso en la cárcel Villahermosa de Cali

En la cárcel de Cali los reclusos deben pagar, incluso, para tener un lugar en el cual dormir. Informe.

17 de mayo de 2015 Por: Redacción de El País

En la cárcel de Cali los reclusos deben pagar, incluso, para tener un lugar en el cual dormir. Informe.

Cárcel de Villahermosa, Cali. La construcción es una serie de edificios de cuatro pisos levantados hace 57 años que abarcan un espacio de 97.607 metros cuadrados, el equivalente de unas 16 canchas de fútbol profesionales. La cárcel tiene 11 patios, cada uno con un promedio de más de 500 reclusos vigilados por 3 guardas. En total, según el último censo del Inpec, la cárcel alberga a 5.765 presos custodiados por  35 guardianes en cada  turno de vigilancia. Fue diseñada para un total de 1.667 internos. Es decir, la sobrepoblación, el hacinamiento, es superior al 300 %, el mayor de todas las cárceles del país.

Ese hacinamiento, esa multiplicación de presos en cada celda, en cada patio, en cada pasillo, en cada espacio mínimo de la cárcel, a su vez lo multiplica todo: el contacto con los otros, las enfermedades, las riñas, la muerte. También multiplica la corrupción. En la cárcel de Villahermosa todo cuesta: una colchoneta para dormir, un lugar para poner esa colchoneta, una llamada, un lugar para hacer el amor con la esposa que te visita, un analgésico, un libro para leer y distraer el tiempo, un gramo de cocaína y un cigarrillo de marihuana para olvidarse del tiempo, un jabón, la crema de dientes, el cepillo, una carpa para evitar la humedad en la noche. Todo tiene precio. Todo. ¿Cuánto?

Alex pasó dos meses en la cárcel luego de que fuera confundido con un presunto ladrón, con quien  compartía el nombre y el apellido. Cuando llegas, cuenta Alex, los guardas te dejan a la entrada de alguno de los patios. Allí los presos son abordados por un grupo de hombres que los conducen hasta donde el líder del patio. Ese líder es conocido como ‘el Pluma’. En cada patio hay uno y es el que dispone el lugar en que cada recluso duerme, el precio de los alimentos que se venden, el costo de las colchonetas para dormir, de los minutos para llamar. 

A los recién ingresados ‘el Pluma’ les cobra un “derecho de patio o de pasillo”. “Si querés estar en el patio te toca pagar $100 mil. Si no tenés esa plata te podés ir para el pasillo, que vale $50 mil. Si no tenés o no querés pagar te mandan para una zona que se conoce como La Isla del Muerto, donde están todos los indigentes y locos que han entrado a la cárcel, o te toca dormir en las escaleras”, cuenta Alex.

Y las cifras siguen. Si un preso desea una celda individual, el costo es de $2 millones y medio y si desea un cambio de patio por cualquier razón, $1.500.000. Todo se le paga a ‘el Pluma’, que para mantener el orden en el patio tiene a su alrededor más de 30 hombres. 

Pero no se trata solo del espacio, de la posibilidad de comprar una mejor noche de sueño o de mitigar aunque sea un poco la atroz desesperación de cada minuto rodeado de cientos de manos, brazos, cabezas, olores; el agobio de un encierro agravado por la multitud. Se trata de todo: en la cárcel se puede comprar mejor comida de la que el Inpec entrega, gaseosas, ropa, se pueden comprar horas frente al televisor, una radio, libros, se puede comprar droga: marihuana, cocaína. ¿Qué se le ofrece?

Todo lo controla ‘el Pluma’. Otro exrecluso que salió hace menos de un mes de la cárcel contó que en el Patio 1A, destinado a los condenados por delitos como hurto agravado, homicidio, extorsión, tráfico de drogas y concierto para delinquir, una gaseosa cuesta $3.000 y un jugo de naranja $2.000. Un paquete de galletas, $1.000 y una lata de atún, $3.000. “Todo lo venden más caro de lo que se consigue en la calle. Son unas ratas”, dice el exrecluso.

También puede comprarse un teléfono celular. En general se trata de aparatos viejos, modelos antiguos como el Nokia 1100, por el que se debe pagar $220.000. Si el preso no desea comprar el teléfono puede pagar lo que se conoce como un “derecho de llamada”. Cuesta $5.000 y consiste en la posibilidad de hacer una llamada de cinco minutos a quien desee.  La cárcel cuenta con un sistema para evitar la entrada y salida de señales telefónicas. Alex, el exrecluso, dice que ‘el Pluma’ le paga a algunos guardas del Inpec para que apaguen los sistemas que repelen la señal y así se puedan realizar las comunicaciones.

Y la droga. Una cantidad que no alcanza a ser un gramo de cocaína se vende en $5.000 y un delgado cigarrillo de marihuana en $2.000. Solo en la zona llamada La Isla del Muerto, habitada por indigentes, se huele pegante.

 Alex, que estuvo preso durante dos meses, cuenta que en ese tiempo debió gastar entre llamadas, comida, colchoneta y “derecho a patio”, cerca de $2 millones.

Pero, ¿cómo es posible que todo eso esté sucediendo al interior de la cárcel Villahermosa? ¿Cómo es posible que celulares y droga ingresen al penal para ser comercializados?

El exdirector regional del Inpec, Hernando Huertas, quien estuvo en ese cargo hasta el pasado lunes, admite la existencia de los llamados ‘Plumas’ en cada patio de la cárcel, así como las ventas ilegales. Sin embargo, dice Huertas, la situación es  consecuencia de los niveles de hacinamiento del penal. 

“Es muy difícil prestar la seguridad en cada patio cuando hay tan pocos funcionarios. Si tenemos un patio con 350 internos, no podemos pretender que tres guardias se encarguen de ellos. Esa es la principal razón de que esta situación se esté presentando”.

 Por su parte, Oswaldo Bernal, quien asumió el cargo como director regional del Inpec, afirmó que sí han recibido una serie de denuncias por parte de los familiares respecto a pagos que están realizando para el cumplimiento de los derechos fundamentales de los reclusos, tales como una colchoneta para dormir, pero que muchas de esas denuncias están represadas.

 “Estamos trabajando en investigaciones internas sobre esa situación y la participación de guardias del Inpec en hechos como la entrada de drogas y de celulares. De hecho, en 2014 fueron sancionados varios guardias por ese tipo de conductas en la cárcel”, aclaró Bernal. 

Uno de los exreclusos entrevistados para hacer este trabajo dijo que la droga, los celulares, la comida que se vende en la cárcel, todo, entra con las visitas. 

“Los ‘Plumas’ le pagan a los guardias, y ellos ya saben a quién requisar y a quien no. Así entra todo”.

 Y, ¿quiénes son ‘los Plumas’?

 Suelen ser líderes de organizaciones criminales fuertes que ingresan a la cárcel. En general los ‘Plumas’, que caen presos por controlar ese tipo de grupos, se encuentran en los penales con personas que habían trabajado para ellos y que allí mismo siguen bajo su mando. 

‘Los Plumas’ siguen con el control de las estructuras que delinquen afuera de las cárceles y, por lo tanto, continúan recibiendo dinero de delitos como el tráfico de drogas, que usan para sobornar a los guardias del Inpec.

 “Lo que hacen es extender la línea de tráfico de drogas que tienen afuera de la cárcel, al interior. Allí siguen vendiendo de todo”, dice Alex, exrecluso. 

‘Los Plumas’, según testimonios de familiares de personas en las cárceles, controlan hasta las actividades para rebaja de pena. De acuerdo con el código penitenciario, en cada cárcel debe haber una junta de evaluación y trabajos que asigna a los presos actividades como estudio, aseo, recuperación ambiental, que sirven para disminuir las penas de los reclusos.

Entre los criterios para esa asignación se cuenta el buen comportamiento. Sin embargo, varios familiares de presos han denunciado que para que  realicen actividades de estudio tienen que pagar $50 mil al ‘Pluma’ y para realizar actividades de aseo o recuperación ambiental, que son remuneradas, tienen que pagar $350 mil.

Los ‘Plumas’, también, se encargan de la seguridad. 

“Imaginate un patio con 350 delincuentes y 10 guardas cuidándolos. Obvio que no pueden. El ‘Pluma’, que tiene a su gente, se encarga de la seguridad, de resolver las peleas, de cascar al que no se preste para sus cosas. Así de simple, gana el ‘Pluma’ y ganan los guardias, entre ellos resuelven esos asuntos”, dice otro exrecluso.

 Los líderes de patio se reservan para ellos los mejores espacios en su estadía en la cárcel. Es difícil rebelarse contra ellos y   a quien lo hace, lo golpean, como lo confirman los testimonios de familiares de algunos detenidos. 

 “Denunciar todo esto pone en riesgo nuestra integridad, porque varios de los llamados ‘Plumas’ dicen que trabajan con las ‘oficinas de cobro’ más peligrosas de la ciudad. Pero lo hacemos porque es muy duro para nosotros ver a nuestros familiares sometidos  a estos atropellos por estos reclusos”, dice un pariente de un preso.

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