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El último vuelo: historia de una víctima del atentado contra el avión de Avianca

25 años después de una de los más crueles atentados en la historia de la aviación mundial, los familiares de las víctimas, llenos de recuerdos, siguen su lucha contra el olvido.

27 de noviembre de 2014 Por: Yefferson Ospina | Reportero de El País

25 años después de una de los más crueles atentados en la historia de la aviación mundial, los familiares de las víctimas, llenos de recuerdos, siguen su lucha contra el olvido.

Alfredo leía 'The Last Flight', (El último vuelo), de Amelia Mary Earhart. Paradójico y brutal porque antes de que el vuelo HK-1803 de Avianca explotara y sus 107 tripulantes murieran, Alfredo leía el diario del vuelo escrito por la pionera de la aviación estadounidense, mientras trataba de cruzar sola el Atlántico.En ese viaje Earhart murió. En ese otro viaje, el 27 de noviembre de 1989, Alfredo Azuero Echeverry también murió, luego de que Pablo Escobar ordenara explotar el avión para asesinar al entonces candidato a la Presidencia, César Gaviria, quien no tomó el vuelo.Alfredo, director de mercadeo de Colgate - Palmolive, había estado en Bogotá con su prometida, con quien se casaría el 15 de diciembre de ese mismo año. El primero en enterarse de que aquella no boda ya no se realizaría fue su padre. Desde su oficina, luego de oír la noticia en la radio, no tuvo fuerzas para llamar a su esposa y anunciarle que el avión en que viajaba su hijo había explotado, así que le pidió a su secretaria que lo hiciera. Hacia las 9:00 a.m. de ese día la noticia se conoció en todo el país: 107 personas habían muerto en un atentado bomba realizado al vuelo de Avianca que salió hacia las 7:30 a.m. desde Bogotá con destino a Cali. Mónica Rodríguez había perdido a su prometido; María del Pilar, a su único hermano. Otras 107 familias perdieron a sus padres o hijos para siempre: Vicente Velasco, por ejemplo, perdió a su madre; Federico Arellano, a su padre, el tenor vallecaucano Gerardo Arellano.Hoy, 25 años después de uno de los ataques terroristas más sangrientos ejecutado por Pablo Escobar, y uno de los que mayor resonancia mundial tuvo, familiares de las víctimas recordaron el hecho y denunciaron el olvido al que el estado los tiene sometidos. Con una siembra de árboles en la Biblioteca Sntodomingo de Bogotá, decenas de personas se manifestaron y pidieron que sus tragedias sean reparadas.El dolor intactoLuego, con los años, el padre de Alfredo murió. El dolor fue haciéndose intolerable, invadiéndole como una marea hasta agotarlo, hasta traerle la muerte. Nunca pudo recuperarse de la muerte de su hijo. Nunca. Y su madre y su hermana y sus cuatro mejores amigos, Carlos Cobo, Francisco Sandoval, Hernando Luna y Silvio Vásquez, celebran cada año una misa en su memoria. Cada año experimentan, como si se tratara de un mismo año que no termina, el dolor y la impotencia de saber a Alfredo Muerto. La impotencia. Porque la madre de Alfredo se propuso hacer que el Estado colombiano reconociera la muerte de su hijo como a una víctima del conflicto. La impotencia. Porque poco a poco el país se iba olvidando de ellos, recordando con estruendo al autor de esa muerte, a Escobar, en sus televisores, en sus imágenes, mientras las víctimas seguían en silencio, olvidadas.Durante más de diez años la madre de Alfredo entabló pleitos, envió peticiones, peleó por un simple derecho, por una parte de dignidad. Luego, un cáncer la hizo claudicar pero María del Pilar, su hija, hermana de Alfredo, heredó su lucha. María del Pilar no recuerda cuántas veces ha ido hasta la Unidad de Víctimas para que la muerte de su hermano sea acogida en sus archivos. Se siente agotada y prefiere no contarlo. El cansancio es tal, que años después de hacer una misa y recordar de un modo doloroso la muerte de su hermano cada 27 de noviembre, prefirió cambiar el homenaje. Ahora, cada año, sus mejores amigos se reúnen con María del Pilar y su madre y hablan de Alfredo, lo recuerdan con risas, alejados del llanto, lo recuerdan quince días antes de la boda malograda, lo recuerdan con el bigote abundante en el rostro y la mirada fuerte bajo una cejas pobladas, como fue, como siempre será para ellos. Sus amigos, los mismos que viajaron hasta el lugar en Soacha en donde cayeron los restos del avión y en donde tuvieron que reconocer el cuerpo, un cuerpo irreconocible salvo por los colores de su camisa y de su pantalón, han preferido olvidar esa imagen. Olvidarla, y recordar al otro, al que quedó en su memoria. La lucha contra el olvido“Nosotros no buscamos necesariamente una reparación económica. Lo que queremos es que nuestros familiares sean consideradas como víctimas del conflicto, cosa que el Estado ha negado en varias ocasiones”, afirma Vicente Velasco, quien perdió a su madre en el atentado.Federico Arellano, hijo del cantante Gerardo Arellano que también murió en el ataque y a quien la Unidad de Víctimas dio en octubre pasado estatus de víctima del conflicto, afirmó que “la esperanza de ser reconocido por el Estado ha empezado para todas las víctimas de Escobar”.“El Estado nunca se ha preocupado por los casos de nuestros familiares, sin embargo, gracias al trabajo de la Fundación Colombia con Memoria, el caso de mi papá ya pasó a la Unidad de Víctimas. Ahora seguiremos trabajando para que cada una de las 107 familias que no ha sido reparada, acceda a su estatus de víctima del conflicto”, dijo Arellano.Según Arellano, en el proceso legal que está llevando por el atentado, se empezarán a presentar pruebas de que hubo responsabilidad, por omisión, por parte del Estado en el momento de prestar la seguridad al aeropuerto. “Yo tengo pruebas--señala-- de que funcionarios del DAS permitieron el ingreso de los explosivos. Estoy convencido de que vamos a arrojar claridad sobre el hecho y a hacer que ninguna de las vícitmas quede en el olvido”.

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