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El temor ronda los pasillos de los juzgados de adolescentes

Por falta de cupos en Valle del Lili, jóvenes sindicados de delitos deambulan por los juzgados. Funcionarios temen por su vida. Se estima que el 18% de las capturas que realizan las autoridades de la capital del Valle tiene como protagonistas a adolescentes.

23 de septiembre de 2010 Por: Redacción de El País

Por falta de cupos en Valle del Lili, jóvenes sindicados de delitos deambulan por los juzgados. Funcionarios temen por su vida. Se estima que el 18% de las capturas que realizan las autoridades de la capital del Valle tiene como protagonistas a adolescentes.

Aunque en todas las puertas de los juzgados penales para adolescentes de Cali hay una hoja pegada que dice: entre sin tocar, hoy, todas tienen seguro. La medida, cuenta Blanca, empleada de uno de los juzgados, se tomó hace unas dos semanas cuando los pasillos del lugar se comenzaron a llenar de menores que eran capturados, pero no hay espacio para enviarlos al centro de transición. Ayer, ocho adolescentes que llegaron allí por homicidio, hurto y porte de armas, permanecían acostados o simplemente deambulaban por el lugar, mientras empleados, jueces, policías y usuarios pasaban por su lado con recelo. El lugar sólo tiene cupo para albergar a 16 adolescentes, pero desde hace una semana hay al menos 26. Ninguno ha podido ser acomodado en el centro de Formación Juvenil Valle del Lili porque no hay cupos.El tener que trabajar al lado de menores acusados de delinquir le ha robado la paz a más de un funcionario judicial e, incluso, a los jueces. “Aquí todos estamos indefensos y en cualquier momento nos pueden agredir. Hace unos días salí de la oficina y cuando llegué un joven estaba aquí, según él buscando un baño. Lo peor es que ya me robaron $50.000”, relata Blanca, quien admite que nunca antes se habían visto tantos menores amontonados en el centro de servicios. La desconfianza de los empleados ha llegado a tal punto, que las puertas de los despachos ahora están aseguradas y se hace un riguroso interrogatorio a todo aquel que desee entrar. Ayer, mientras un hombre forcejeaba una de las chapas, para ingresar a uno de los juzgados, una voz femenina le preguntaba desde el interior: “¿quién es?” “Si no me dice, no le abro”. Quien tocaba es un abogado. La funcionaria abrió de inmediato y contó que el temor se inició hace dos semanas cuando uno de los jóvenes infractores que permanecen en los pasillos le dio un golpe en el rostro a una defensora de familia que le quebró el tabique y le tumbó un diente. A la funcionaria le dieron 24 días de incapacidad. Como en casaEn plena entrada al edificio, donde están las celdas del centro transitorio, un menor sin camisa se pasea por los pasillos y golpea las paredes porque no lo han dejado bañar. Lleva dos días detenido. Un hombre que va a averiguar sobre una tutela se choca de frente con la mirada del menor y como un rayo corre hacia las escaleras susurrando críticas por la inseguridad del sitio.Otros siete jóvenes están acostados en sillas o en el piso. En medio de la incomodidad, se sienten en casa. Gritan, se empujan y algunos hasta piden un parqués o un dominó para que el día no se haga tan largo. Por este corredor, que hoy luce como una calle de un sector sitiado por menores, los jueces ni siquiera se atreven a pasar. Y es que algunos de estos servidores de la justicia han admitido la peligrosidad del lugar. De hecho cuentan que en los últimos quince días han realizado requisas en las que han encontrado armas blancas y drogas en poder de los muchachos recluidos. Aseguran que en este mismo periodo se han presentado dos intentos de amotinamiento. “La mayoría están ofendidos porque es evidente que se les están vulnerando sus derechos. Entonces uno prefiere no pasar por aquí”, cuenta un juez, quien pidió no ser identificado. Marlón*, de 17 años, que fue detenido por intento de homicidio, dice entender el temor del funcionario. No durmió bien y como un gusano se retuerce y trata de explicar las vueltas que dio en el piso la noche anterior. “Sólo hay una colchoneta para ocho. Lo peor es que yo llegué desde el domingo y sólo hasta hoy (miércoles) me dieron comida. Mi mamá me tuvo que traer los otros días”. Marlon amenaza y dice: “un negro con hambre es peligroso”.Tal vez por este motivo, el sargento Gómez, junto con otros dos policías que cuidan el lugar, han optado por hacer ‘vaca’ para comprarles comida a los adolescentes. Los policías son amables con los jóvenes que deambulan por el lugar. Tal vez por razones matemáticas: son tres frente a diez menores delincuentes que llegan a diario a los juzgados. Penas dependen de cuposEl coordinador del Centro de Servicios Judiciales, Iván Bastidas, reconoce que la crisis se reduce a la falta de cupos. “Las cosas no funcionan como son, los que están en los pasillos deberían estar en las celdas del centro de transición, pero no caben allí porque éste está lleno. Se supone que en este centro de transición, donde esperan las decisiones de los jueces, no pueden permanecer más de 36 horas, pero hoy los que alcanzaron celda llevan casi dos meses sin ver el sol”, dice el funcionario. Los adolescentes dicen tener la solución: “Si no tienen dónde meternos que nos manden para la casa”.Algunas cifrasSe estima que el 18% de las capturas que realizan las autoridades de la capital del Valle tiene como protagonistas a adolescentes. En lo que va corrido del año van 488 capturas por fabricación o porte de armas de fuego.Cerca de 300 personas ingresan a diario al Centro de Servicios Judiciales, que a su vez recibe a unos diez adolescentes todos los días, que son detenidos por delitos como homicidios, hurtos y porte de armas.

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