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El Mango, en el Cauca, se ha convertido en un pueblo de casas destruidas

En ese corregimiento no hay estación de Policía ni otra presencia estatal. Los uniformados se refugiaban en casas abandonadas.

28 de junio de 2015 Por: Yefferson Ospina | Enviado especial de El País

En ese corregimiento no hay estación de Policía ni otra presencia estatal. Los uniformados se refugiaban en casas abandonadas.

Su nombre es Doly Amparo Muñoz. Tiene 58 años y camina entre los restos de la que había sido su casa en El Mango, corregimiento de Argelia, Cauca. Recorre los muros rotos, los espacios vacíos de las ventanas y observa el descampado en donde alguna vez hubo un techo. Su figura, menuda, se recorta contra las paredes agujereadas por las balas. Lea también: Rechazan ataque de la población civil a policías de El Mango, Cauca

 “Esta es mi casa. Bueno, era mi casa, hasta que en el 2007 llegó la Policía y puso esos costales en la esquina y toda esta calle quedó para ellos. Luego, en el 2011 los atacaron con cilindros bombas y destruyeron mi casa, que yo compré jornaleando toda la vida. Ahí me tocó irme y cuando quise volver los policías ya la habían tomado como su cuartel”, dice con una voz suave, con un llanto contenido, en medio de las  ruinas.

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En El Mango, Cauca, no hay estación de Policía. En septiembre de 2007, en medio de la política de seguridad democrática de Álvaro Uribe, entonces presidente, llegaron  los policías por primera vez y se instalaron en una casa abandonada de la Calle 1. En pocos meses los policías cerraron con barricadas de arena  las dos esquinas de la pequeña avenida, una de las tres  que  componen el corregimiento y en la que se contaban quince casas, habitadas todas.

 El 7 de junio de 2011 fue el primer ataque de la decenas que habrían de sobrevenir: ese día las Farc atacaron con cilindros bombas la débil fortaleza que los policías habían establecido, asesinaron a cuatro uniformados, hirieron a 16 y destruyeron al menos 15 casas.

Fidencio, 63 años, el cabello blanco bajo el sombrero, perdió la suya al igual que Doly Amparo, al igual que Marino, al igual que otras 15 familias que huyeron a refugiarse como desplazados a Argelia, a 40 minutos de El Mango.

 Dos meses después, los que intentaron regresar encontraron que  los policías ya se habían instalado en las ruinas de las casas, en las que guardaban armas junto a útiles personales, y habían levantado más barricadas.

El 1 de julio de 2012 se repitieron las escenas de la guerra en un combate que se prolongó por 9 horas, desde las 5:00 a.m. hasta las 2:00 p.m. de ese domingo. Casi la totalidad de los habitantes abandonó el poblado dejando no más que calles repletas de vidrios rotos, despojos de explosivos, de balas, de pipetas de gas usadas como bombas; casas solas y semidestruidas con sus jirones de cortinas ondeantes en el silencio.

 A finales de ese año, más de la mitad de los 1.500 habitantes que tiene El Mango había regresado para, el domingo 9 de junio de 2013, atestiguar una vez más las devastadoras crueldades de la guerra: ese día guerrilleros del Frente 60 de las Farc atacaron de nuevo a los policías con explosivos improvisados y cilindros bomba, uno de los cuales cayó en la casa de Ana Ilda Gaviria,  profesora del colegio que murió junto a su madre. La enfermera, Orfelina Galíndez, perdió una de sus piernas mientras atendía a los heridos. Ninguno de los policías tuvo lesiones.

 Entre el 2011 y el 2013, según las cuentas de la Policía, las Farc arremetieron 70 veces contra el pueblo convirtiéndolo en el más atacado del país.  

 El fin de semana pasado, los rumores de una nueva irrupción  en medio de la ofensiva de las Farc luego del levantamiento de la tregua unilateral mantenida desde diciembre, hicieron que varias familias se desplazaran. Otros, que no tienen a dónde ir, decidieron exigirle a la Policía que se retirara del casco urbano. 

Inicialmente los uniformados se negaron, manifestando que la orden del Director era permanecer allí. El martes pasado los 20 policías de El Mango fueron acompañados por los propios habitantes  hasta una base militar en Argelia. Uno de los uniformados dijo: “la Policía nos abandonó. Vivíamos como animales, llevo un poco de tiempo sin ver a mi familia”.

Dos días después, el comandante de la Policía del Cauca, coronel Ramiro Pérez, afirmó que la expulsión de los uniformados se dio por presión e inflitración  de las Farc a los habitantes de El Mango. “Esa es una zona cocalera, un corredor estratégico para el narcotráfico, por eso no desean la presencia de la Fuerza Pública”. 

Dagoberto Muñoz, líder comunal del corregimiento, afirma que se trata de un señalamiento injustificado. “Nos tildan de guerrilleros por buscar salvar nuestra integridad. Y si bien es cierto que esto es un corredor para el narcotráfico, también es cierto que la Policía no podía hacer nada para evitarlo, porque no podían salir de donde estaban metidos por miedo a un ataque”.

El Estado, los fusiles

El Mango es un conjunto de 350 casas repartidas sobre tres calles con un pequeño parque y una iglesia en el centro. 

Unas 97 casas, dice la Defensoría del Pueblo, han resultado afectadas por los enfrentamientos desde 2007. La expresión es casi una metáfora mediocre: quiere decir 97 casas con techos rotos,  puertas maltrechas,  ventanas sin vidrios y paredes deformadas por las huellas de las balas. Casas en las que no hay muebles, en las que quienes habitan tienen siempre un sentimiento de lo provisional, de lo que  se deberá abandonar irremediablemente, de lo que va a ser destruido mañana o pasado.

  El centro de salud es un pequeño salón que permanece cerrado, sin medicamentos, sin enfermeras, sin médicos. Es necesario ir a Argelia en caso de cualquier urgencia. Allí no hay ninguna oficina estatal, una personería, una defensoría, mucho menos un banco. No hay agua potable, beben el agua recogida mediante un sistema de tubos del río San Juan, a un lado del pueblo.

Para llegar al pueblo se debe tomar una carretera de piedra y polvo durante más de tres horas adentrada en las montañas de la cordillera Occidental. 

 La mayoría de los habitantes vive del cultivo de coca cuya hoja es comprada a la puerta de cada casa por trabajadores de narcotraficantes. Hay una economía de lo ilegal que no es necesariamente floreciente: ellos hacen parte del último eslabón de la producción de cocaína y por cada arroba reciben menos de $40 mil, pues la oferta de hoja es muy alta, lo que hace caer el precio. 

 El pequeño colegio tiene 9 salones para un poco más de 600 niños, casi 70 niños por cada salón. En 2013 el Gobernador del Cauca prometió la construcción de un nuevo plantel y compró el lote de tierra en donde iba a ser levantado. En 2015 ese lote había sido tomado por los policías como parte de su estación.   

 En El Mango la única presencia de lo que se llama Estado son ellos: un conjunto de hombres con sus fusiles.

   Y con miedo, también. Un policía de la estación de Argelia que prefirió omitir su nombre, dijo que en El Mango ellos son carne de cañón. El pueblo está rodeado de montañas y en ellas francotiradores. La base militar más cercana está a 40 minutos. “Todos sabemos que hay coca, se ve por todos lados, y hasta sabemos cuáles son los carros en que se transporta. Pero se necesita más que un estación de Policía para detenerlos”, dijo.

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A la entrada del pueblo un anciano y una mujer con sus dos hijos  recogen los costales verdes de arena que habían sido usados como barricadas por la Policía.  La mujer, descalza, la piel morena, dice que no es que quieran que no haya policías, lo que quieren es que estén más lejos del pueblo.

Mientras habla señala su casa, una construcción de madera y plástico improvisada en la margen de la carretera. “Me tocó hacer este ranchito después  salir con mis 6  hijos de mi casa  porque estaba al lado de los policías”, dice como disculpándose, como avergonzada.

Fidencio entra al que alguna vez fue su hogar, ahora un salón despejado de paredes descompuestas, en la parte posterior del lugar en que se habían establecido los policías. “Esto era lo único que tenía, y vea como quedó. Usted no sabe lo duro que es ver cómo destruyen las cosas que a uno le cuestan tanto...”.  Fidencio, 63 años, llora. Se acuclilla como para tomar fuerza y tapa sus ojos con el poncho que lleva sobre los hombros. “¿Cuándo se acabará esta maldita guerra?”, se pregunta.  

Farc y Narcotráfico El Mango es un corredor estratégico para el narcotráfico,  pues se encuentra en la ruta que va de El Bordo hacia el océano Pacífico, en la costa caucana.  Esta situación hace que además  de la presencia del Frente 60 de las Farc, haya presencia de narcotraficantes y bandas criminales. Muchos de los habitantes, como en otras zonas del Cauca,  manifiestan que están en la disposición de abandonar los cultivos ilícitos, pero necesitan apoyo económico y planes de siembra. Alrededor de 1.500 personas  habitan el corregimiento, 600 de ellos menores.

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