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El drama de Yolima, una mujer que lucha por su vida tras ser atacada con ácido

En 2014 fue víctima de un ataque con ácido. Ahora quiere rehacer su vida con sus hijos.

21 de abril de 2015 Por: Yefferson Ospina | Reportero de El País

En 2014 fue víctima de un ataque con ácido. Ahora quiere rehacer su vida con sus hijos.

Yolima tiene 32 años, dos hijos y la mitad derecha de su rostro, así como su brazo derecho, con cicatrices por una ataque con ácido. Fue en enero del 2014, una noche de domingo en el barrio Alto Nápoles, suroeste de Cali, cuando un hombre a bordo de una motocicleta, sin que ella hasta ahora sepa muy bien por qué, le lanzó el químico a la cara.

Ese día Yolima entró a ser parte de las 565 víctimas de ataques con ácido que se registran en el país desde 2004. Dos meses después, en Bogotá Natalia Ponce, quien se ha convertido en símbolo de las víctimas de estos ataque,  correría la misma suerte.

La semana pasada Natalia salió por primera vez ante los medios luego de la agresión y afirmó que quería empezar una nueva vida. Vea el video del renacimiento de Natalia Ponce de León.

Hoy Yolima, más de un año  después del hecho, luego de 15  cirugías de reconstrucción de  piel, luego de la pérdida total de su ojo derecho, en medio de las terapias para recuperar plenamente el movimiento de su brazo afectado en las articulaciones por el ácido,  se empeña en continuar su vida entregada a la de sus dos hijos.

¿Cómo es la existencia de una mujer luego de que su rostro ha sido desfigurado de esa manera?

Yolima dice que sus días ahora  son poco más que normales. Se levanta a las 5:30 a.m., prepara el café y los huevos para Sebastián y Diana Marcela, sus  hijos de 5 y 8 años, los ayuda a bañarse y los lleva al colegio antes de las 7:00 a.m.

Hacia el mediodía la mujer vuelve al colegio, recoge a los niños y los lleva a su casa a almorzar; luego les ayuda con las tareas y en la tarde, después de las cinco, sale con ellos al parque. 

Yolima vuelve a decir que su vida es normal, pero aclara que solo puede  salir al parque con sus hijos después de las cinco de la tarde, porque antes de esa hora los rayos del sol pueden afectar la recuperación de su piel. Así que al salir, además, usa un pequeño gorro y una sombrilla. Lo mismo hace cuando lleva  a sus dos hijos al colegio.

Hay otras cosas por las cuales la mujer insiste en que su vida es común y corriente: tiene que pagar los recibos del arriendo - el apartamento en el que vive que está compuesto por dos cuartos y una cocina cuesta $250 mil cada mes -, también los recibos de la luz y el agua, el colegio de Sebastián y Diana Marcela, debe comprar los juguetes - muy pocos -  de los niños, la ropa, la comida. 

Pero Yolima, que perdió su trabajo como vendedora de jugos de naranja justo el día en que fue atacada con el ácido, ahora no trabaja. De modo que su hermana Alba, que trabaja como empleada doméstica en el oeste de la ciudad, se encarga de todos los gastos y Yolima, obstinada, vuelve a decir. “Yo estoy bien y quiero una vida normal y quiero trabajar para mis hijos”.

Es justo cuando la mujer habla de su deseo de encontrar un trabajo que, tal vez inconscientemente, se da cuenta de la dimensión paradójica de su vida. 

Es una vida normal, sí, la vida de una madre que prepara el desayuno de sus hijos, que los lleva al colegio, que les ayuda en sus tareas, que hace los oficios domésticos, que cada noche se acuesta con una lenta angustia por saber qué comerán al día siguiente, que cada fin de mes paga los impuestos...

Si desea ayudar a Yolima, puede consignar a la cuenta bancaria de ahorros de Bancolombia número: 81023081369 a nombre de Yolima Sánchez o puede comunicarse con El País al 685 7000.

Y sin embargo, no puede salir a buscar un trabajo, porque la exposición constante al sol le afecta y aún no sabe si alguien desee darle un empleo en su condición.

“Eso es muy difícil. Ahora mismo, así como estoy, estoy muy necesitada de un trabajo, pero ni siquiera sé si pueda hacerlo, porque el médico me tiene prohibido estar mucho tiempo en la calle”, dice la mujer.

De pronto, es como si Yolima comprendiera que la palabra normal encierra todo un abismo de contradicciones y que su vida, sin duda, no es normal. 

Yolima cuenta que hace 18 años tuvo que venirse a vivir a Cali porque la guerrilla hizo desplazarse a toda su familia de la finca en que vivía en Cajibío, Cauca.   Su vida no es normal. Hay en ella un heroísmo humilde, conmovedor,  de sobreponerse a toda adversidad,  un heroísmo más allá de lo común y lo cotidiano. 

Mientras hablamos suena la olla a presión en que Yolima prepara el almuerzo. “Yo no le pido a nadie que me regale nada, yo solo le pido a la vida que me permita seguir, volver a trabajar, para que a mis hijos no les falte nada”, dice Yolima.

En qué va el proceso judicialDe acuerdo con Yolima Sánchez, el investigador asignado por la Fiscalía  para su caso ha faltado a varias de las citas para que ella le entregue más  testimonios sobre los hechos.  Hasta el momento no hay capturados  por el ataque y el proceso está estancado en la Fiscalía. Tampoco hay personas indiciadas por este hecho. El día en que Yolima fue atacada con ácido, una amiga suya, Leidyi, también recibió en su cuerpo parte del líquido y se encuentra en proceso de recuperación. En mayo de 2014 el Presidente Santos firmó un decreto  para castigar a los responsables de estos ataques con penas mínimas de 20 años de prisión.

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