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"El desarme material requiere un rearme moral": Arzobispo de Cali

Monseñor Darío de Jesús Monsalve dice que no está en contra de la seguridad de nadie, sino en pro de una sociedad que se proteja con civilidad.

17 de noviembre de 2013 Por: Paola Andrea Gómez y Ana María Saavedra | El País

Monseñor Darío de Jesús Monsalve dice que no está en contra de la seguridad de nadie, sino en pro de una sociedad que se proteja con civilidad.

No le importa si su mensaje pisa callos o incomoda a las autoridades. Habla duro y está acostumbrado a que algunos se molesten, porque, según él, habla con la verdad. Desde su llegada a Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve se ha convertido en una voz que se hace escuchar; en un referente de ciudad, incluso de país, al punto de destacarse como uno de los clérigos más vehementes. También es un observador crítico pero creyente en el proceso de paz, además de un estudioso conocedor del conflicto urbano. Descarta que un ciudadano porte un arma, porque “el arma es una prótesis y los únicos que tienen prótesis son los perdieron su mano por algún motivo”. Le molesta esa definición de “personas de bien que hay que proteger” y dice que la ciudad tiene que aprender a confrontar esa cultura pachanguera con una cultura de protección a la vida.De su fuerte posición opuesta a la de la Tercera Brigada en relación con el Plan Desarme, de la crisis que atraviesa la vida en la ciudad y de la realidad de esos jóvenes que son presa fácil de las bandas criminales, el Arzobispo de Cali habló con El País:Monseñor, hay una frase muy diciente que usted ha usado para resumir lo que está pasando: “la vida humana está en crisis en Cali”. ¿Qué quiere decir con eso?Se abandonaron o se dejaron los compromisos, en primer lugar, de educación personalizada, de educación ciudadana, de educación masiva. Se han abandonado los mecanismos de educación que generan autoconciencia en la persona y esos son los mecanismos que se trabajaban en la familia, en la escuela, en la parroquia. La conciencia de mucha gente ha quedado a la deriva. Y esas personas que golpean son personas que no tienen niveles de autoconciencia, de estima por la vida del otro y caen en unas monstruosidades: tienen conductas enfermizas. Cuando aparecen estas conductas enfermizas de descuartizamiento, de atentado sistemático e ilimitado contra la vida, se da esta crisis y esa crisis de la vida está en Colombia, en Buenaventura, en Tumaco, en Cali y en muchas regiones. Aquí la estamos sintiendo muy fuerte.Después de la masacre de 8 personas en la Barra La 44 usted ha anunciado una estrategia de la Iglesia que es la del Rosario de Desagravio y Reparación…Cada sitio donde hay unos asesinatos tiene una connotación de herir el espacio de una familia, de herir el vecindario, la ciudad. Y no solo destruye una vida, destruye una convivencia. Urge que se rompa el silencio, que nos movilicemos. Urge una mirada que no deje apagar la esperanza y esa mirada es la de fe, al poder de Dios y a la protección de la vida. Nosotros tenemos una oración que es el rosario. Propongo que la hagamos de las 8:00 en adelante, que la gente se desplace y rece al sitio más cercano, guiado por la parroquia, para que se vaya generando una romería constante de ciudadanos y para hacer ver que allí no se mató una rata o una culebra si no que ahí murió un ser humano, se cometió un atropello contra una vida, una familia y se cometió un atropello contra el dueño de la vida y la muerte que es Dios. Es un desagravio y un acto de reparación, no solo por el asesino sino por lo que nosotros hemos dejado de hacer para que haya tantos asesinatos en la sociedad colombiana.¿Cree que es hora de que los caleños dejemos la indiferencia con la muerte? Esta es una ciudad que parece haberse acostumbrado a la violencia. Tenemos que aprender a confrontar lo de pachangueros con lo de una ciudad protectora de la vida humana. Que prime la alegría de una vida serena y se garantice la convivencia, porque sino, fácilmente nos ponemos a bailar sobre la sangre derramada.Usted ha sido un defensor del Plan Desarme, los opositores al mismo piensan que es una medida que desarma a “las personas de bien”. ¿Qué piensa de eso? Primero, rechazo esa distinción entre personas de bien y personas de otra categoría. En Colombia, la inmensa mayoría de la gente tenemos el sentido del bien y eso no es propiedad privada del que tiene más bolsillo o más poder. Y en segundo lugar, felicito a los que tienen armas amparadas y las están devolviendo ante el llamado de la Brigada, hoy hablaban de más de 300 devueltas. Que no queden si no las armas en poder de los servidores autorizados por el Estado: la Fuerza Pública y las organizaciones de vigilancia privada, sometidas a un régimen muy estricto. El ciudadano como tal no debe llevar armas. ¿Por qué un ciudadano no debe llevar un arma?Porque eso de ciudadanos armados no es de una cultura civilizada. Mire lo que pasa en la cultura americana, allá se aplica la justicia por las propias manos. Y es engaño y mentira decir que es porque nos están enfrentando. A todos los falsos positivos se les pone un arma, un uniforme. Incluso, después de haberlos baleado les ponen el uniforme sin hacerles los rotos de las balas. La sociedad colombiana no es una sociedad que se deba armar, máxime cuando tiene un Ejército que es de los más grandes de Suramérica y una Policía gigantesca. Un lector que critica su defensa al desarme dice: “el Obispo no anda armado, pero sí su escolta personal, entonces, ¿de qué habla”?No respondo, porque el que dice eso quiere que le diga quién sabe qué. Yo tengo tres escoltas, que averigüe quiénes son y cuánto les pago.¿Usted no tiene escoltas?Lo dejo abierto. Que averigüen quiénes son los escoltas y cuáles son sus armas. También hay quienes señalan que las bandas y las oficinas de cobro no van a parar su accionar con el desarme. Que ellos cargan armas que incluso, como la de la masacre, han sido incautadas varias veces. Cuando usted impone el plan desarme de corte constitucional traza una línea y va a utilizar al Ejército y a la Policía de una manera distinta para que ejerzan controles, sorprendan, hagan allanamientos y así tendremos que regenerar la sociedad colombiana. El desarme más que una política de Estado es una política de paz. Va a ser imposible pensar en la paz si no se piensa en un desarme. Todo el mundo piensa que la única que tiene armas es la guerrilla, entonces decimos ‘que dejen las armas’, pues comencemos a dejar las armas todos, entonces.¿Viendo un poco lo que expresa, el desarme debe trascender el tema de portar un arma? Exacto, es una actitud política civilizada donde hay un Estado que realmente es Estado. Colombia necesita ser más Estado que gobierno. Y necesita tener ciudadanía y no simplemente gente que compite por la riqueza y por el poder.Monseñor, usted decía que es una vergüenza tener que arrodillarse al comandante de la Tercera Brigada para pedirle el desarme.Claro. Recuerdo las tensiones del consejo de seguridad semanal en Medellín con los generales. La misma semana pasada, en el Consejo Episcopal le puse ese tema al general Barrero y al general Rodríguez y escuché las mismas respuestas de hace 20 años: “la gente de bien... tenemos compromisos con ellos, facilitarles el amparo de las armas”. Esa creencia de que el desarme solo castiga a las gentes de bien hay que corregirla. Creo que es una idea muy marcada por la ideología de los sistemas totalitarios, que por mucho tiempo imperaron en América: la ideología de la escuela de las Américas, la ideología de la Seguridad Nacional que denunció el Episcopado Latinoamericano en Puebla, México. Esas ideologías tienen muy marcadas a nuestras clases militares, a nuestras clases empresariales y dirigentes.¿No siente que su discurso es incómodo para las Fuerzas Armadas y que ellas quisieran tener un respaldo, más que una voz disonante por parte de la Iglesia?La Iglesia los quiere. Ningún militar puede sentirse irrespetado por mí o abandonado o excluido en ningún momento. Yo estoy hablando sobre una concepción de lo militar en el país. He tenido dificultades en 20 años de obispo en Medellín, Málaga, Subatá, en Tunja y Bucaramanga porque denuncié. He tenido muchas dificultades con la justicia penal militar, varias veces han intentado meterme en procesos por mis declaraciones, pero les hablo con la verdad. Ellos son tan amados por la Iglesia Católica que les tiene un ordinariado castrense en Colombia para cada Fuerza Armada. Les presta sus servicios religiosos y comunitarios. Yo soy pastor de la Iglesia Católica, hago esto como un llamado a la reflexión, no solo a los militares, al presidente Álvaro Uribe, a toda esa gente que tiene una visión distinta del manejo del conflicto.¿Usted cree que a la petición de la Alcaldía de exigir plan desarme le ha faltado contundencia?Sí. Yo creo que esto no son cositas de maquillaje. El desarme es un tema de fondo, un tema mayor que no es para menores y que hay que tratarlo con categoría de tema mayor de la sociedad colombiana. Ese tema tiene que salir y en buena hora se está discutiendo. No estamos en contra de la seguridad de nadie, ni de la desprotección de nadie, estamos en pro de una sociedad que se proteja a sí misma con civilidad, con solidaridad, con organización.Durante esta semana ha insistido en volver a la Biblia, al mensaje de Efesios. Efesios 6, 10 -20, las armas de Dios. Es que el desarme material requiere un rearme moral. Ese rearme moral de la sociedad colombiana, un rearme ético es el que podríamos incluir en los diálogos de paz. Me duele mucho que en La Habana no ha habido una sola alusión ni una sola expresión ética, todo es mecánica, cuando realmente la paz es la matriz ética de una sociedad. Dialogar en medio del conflicto trae muchas cosas, se ha discutido sobre el intento de atentar contra un ex presidente. Todo esto requiere que el país entre en una ética de paz básica. A mí me parece que todo esto requiere que el país entre en una ética de paz elemental, básica.¿Incluso, entablar diálogos o adelantar un proceso de paz con las bandas delincuenciales?También, porque una ética de paz implica que se comience a construir la oportunidad de la convivencia con todos. Mire que la convivencia ha sido prostituida con lenguajes como las Convivir y todas esas cosas. Pero la convivencia es la oportunidad que hay que construir con todos. Un país que quiere la paz tiene que aferrarse a una ética de la convivencia.Cali tiene un gran problema de oficinas de cobro. Surgió una información de que esas oficinas se quieren agrupar, formar como una confederación. Algo parecido a lo que sucede en Medellín con la oficina de Envigado. ¿Usted ha sabido algo de eso?Cali es Colombia, y en Colombia, como en otros países, la violencia ya no es urbana si no interurbana y nacional e internacional. Hoy la criminalidad se movió más rápido en organizarse, en general esa característica es multinacional. Nosotros somos los que vamos a paso de tortuga y la criminalidad va a años luz. Hay que definir esa política frente a la criminalidad y a la prevención de la criminalidad con cosas muy de fondo para la ciudadanía. El desarme es una manera de desalentar, pero por norma y por ejercicio de la autoridad que la aplique, por ejercicio de la educación que la inculque y por ejercicio de la espiritualidad que la fortalezca. El desarme es una política que mira a prevenir la criminalidad.¿No le da miedo que su mensaje tan fuerte lo convierta en objetivo de los grupos al margen de la ley?Pierden el tiempo porque es un objetivo chiquitico. Que acaben conmigo, eso no es problema. No creo que a ninguno se le ocurra. Yo oro por todos y si alguno tiene esa intención, que se las vea con mi Dios, porque todos estamos en manos del dueño de la vida y de la muerte.¿Qué salida ve a la cultura de las pandillas, de esa criminalidad tan arraigada que hay en la ciudad? ¿Qué hacer con esos jóvenes sin oportunidades, que son presa fácil de las bandas?Lo que transversaliza la situación nuestra es la corrupción. Entonces por corrupción no se llegan a las soluciones. Por corrupción ni siquiera la guerra misma es guerra, porque a veces no sabemos quién está de qué lado. La guerra simplemente es una competencia de intereses y de dinero. Cuando hay unos principios éticos que se adoptan y el Estado los asume como razón de ser, no es que al otro día se va a acabar, se empieza una lucha que va cerrando paso a los armados. Cómo es que Buenaventura puede pasar años con descuartizamientos y asesinatos y no se somete a un trabajo continuo de esas zonas en donde se supone que están actuando esos grupos dándole una y otra vez. Hay que mirar qué es lo que está pasando.¿Qué le dicen esos jóvenes de nuestras zonas vulnerables, donde las bandas los tientan todo el tiempo?Llevo 20 años hablando con jóvenes en Medellín y en Cali. Hay mucho joven entusiasta, espontáneo, buena gente. Lo más grave es que están solos, encerrados en guettos, tribus urbanas, subculturas de violencia, droga, sexo y dinero mal habido. Ellos se van quedando al margen de la familia, de la escuela, del Estado, del trabajo y de la Iglesia. Entonces, ¿qué queda? Un mundo muy difícil e impenetrable.El coronel Penilla, nuevo comandante de la Policía Metropolitana, decía que la primera impresión que tuvo al llegar a Aguablanca era que Aguablanca no tenía presencia del Estado. Nos estamos acostumbrando a los microestados, a una serie de microestados que genera el hombre armado. Colombia se está volviendo un país en donde la línea de poder se llama sometimiento y dependencia. Usted tiene las armas, entonces somete. Somete incluso lo que quiere, con excesos impresionantes. Tiene el poder y genera dependencias electorales. Sometimiento y dependencia, sobre todo electoral, son las maneras en que se maneja el país. Lo que debemos generar es ciudadanía, espacios donde la gente se sienta libre y pueda ser escuchada.Yo creo que el gobierno actual está haciendo planteamientos y gestos, no sé hasta dónde procesos, que no me cuadran bien con las locomotoras.Monseñor, hay cierto pánico que se genera dentro del ciudadano común ante los hechos de violencia que han ocurrido últimamente en la ciudad ¿Qué decirle a ese ciudadano?Cali es una ciudad maravillosa. Lo que pasa es que cada uno se esconde dentro de su agujero o dentro de su clase o su medio. Nos falta desmitificarnos los unos a otros. Qué bueno que algún día pudiéramos desmitificar esos sectores que todo el mundo llama el poder económico del Valle y Cali, y los sectores de Aguablanca, que todo el mundo llama el poder político. Qué bueno que el tema del desarme fuera un foro social abierto. Sin esa mitificación de que esa es idea del Arzobispo, del Alcalde, del Personero o de los periodistas. Un arma es una prótesis que se le añade a la mano de un hombre. En las manos de los seres humanos solo deben haber herramientas de trabajo, eso dice Isaías II. Las manos de los seres humanos no deben tener prótesis sino cuando las perdieron por algún motivo. Pero las armas son unas prótesis que solo deben estar en manos de los ejércitos y los servidores aprobados por el Estado. No están hechas para matar, sino para disuadir.Jornada de reflexiónLucha contra el homicidio y las armas es el nombre de la jornada programada para el 10 de diciembre. La propuesta es liderada por la Vicaría para la Reconciliación y el Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis.Este año surgió el Observatorio, el cual identifica situaciones, conductas sociales y cómo se convierten en fenómenos que hay que atender. Actualmente trabaja en el Ciur, Comisiones Interurbanas de Reconciliación proyectadas a 30 ciudades. “Invito a todos en Cali y en Colombia a que no nos dé miedo mirarnos de frente para hablar de estos temas de los que todos tenemos que hablar”, dice Monseñor.

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