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Dos años después, las heridas por la masacre de la Barra La 44 siguen abiertas

En esa fatídica noche de aquel viernes 8 de noviembre de 2013 murió Carlos Augusto Rojas, un joven estudiante de Derecho de la Universidad Santiago de Cali. El mes pasado, su familia recibió el grado póstumo del alma máter.

7 de noviembre de 2015 Por: Andrés Felipe Becerra Ibáñez | Reportero de El País

En esa fatídica noche de aquel viernes 8 de noviembre de 2013 murió Carlos Augusto Rojas, un joven estudiante de Derecho de la Universidad Santiago de Cali. El mes pasado, su familia recibió el grado póstumo del alma máter.

"Queremos agradecer este reconocimiento a la Universidad. Quisiéramos que hubiera sido muy diferente. Es un legado que Carlos Augusto le deja a su hijo”.  Silvia María Rojas, de 61 años de edad, saca fuerzas para hablar, pero  lo puede hacer solo dos minutos. Luego se  quiebra, llora un poco..., hace silencio. Tiene la cabeza gacha y con sus manos sostiene un diploma. Está parada frente a unas 30 personas en un salón llamado Punto de Bolsa del Bloque 2, Edificio de los Egresados de la Universidad Santiago de Cali. Son las 12:30 p.m. del martes 13 de octubre.  Todos los presentes, incluyendo su esposo Luis Carlos Rojas de 63 años, su hija Paola Andrea Rojas de 32 y su nieto Sebastián  de 14, hijo de Carlos Augusto, hacen lo mismo: están en silencio. Silvia, contará luego, siempre le estuvo huyendo a este momento. Su familia también. La mujer, de cabello corto, ojos muy claros, es la mamá de Carlos Augusto Rojas Rojas, una de las nueve  víctimas de la masacre del   viernes 8 de noviembre de 2013 en la Discoteca Barra La 44, Comuna 12, en el   nororiente de Cali.   Esa noche,  un grupo de hombres, en especial uno  con una pistola adaptada para disparar 30 balas,  causaron una de las matanzas  más graves de los  últimos  años en Cali. Fue un ajuste de cuentas entre bandas delincuenciales del sector. El arma había sido incautada en tres ocasiones, en Cali, Bogotá y Medellín y hasta el 2004 fue una pistola  legal, cuyo dueño fue asesinado ese mismo año en la capital vallecaucana. 

[[nid:479978;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/11/victima-barra-la-44-interna.jpg;left;{Carlos Augusto Rojas Rojas, abogado asesinado en la masacre de la Barra La 44. Especial para El País}]]Para la época, Carlos Augusto, de 33 años de edad, estaba estudiando y finalizando Derecho y se encontraba haciendo la judicatura en la Cárcel de Villahermosa. 

No alcanzó a graduarse, pero sí a completar casi el 100% de la carrera y por eso las directivas de la Universidad decidieron “honrar su memoria”, como mencionaron antes de entregarle a Silvia el diploma que acredita a Carlos Augusto como abogado. La ceremonia, entonces, no dura mucho. De alguna manera, Silvia y su familia querían que fuera algo así, muy corto, sin tiempo de felicitaciones. Solo unos minutos para el almuerzo que les ofreció la Universidad y unas cuantas fotos. “Gracias a todos”, dice Silvia y  se retira del salón. Tras el almuerzo, los Rojas Rojas se responden ellos mismos una pregunta. ¿Cómo hubiera sido este momento si ‘Gusto’ estuviera vivo? Silvia y Luis Carlos ni se imaginan la celebración; Paola Andrea, por su parte, piensa que la fiesta hubiera sido de días, con la familia, con los amigos. En uno de los pasillos de la Universidad a Silvia la saludan dos estudiantes que ni se imaginan que acaba de salir de una de las ceremonias más tristes de su vida. Pero ella vuelve a sacar fuerzas para corresponderles el saludo: ¡hola! Es que Silvia, además, es egresada de Literatura e Idiomas de la Santiago de Cali y actualmente docente de la misma Institución. Todos, en sí, tienen una conexión especial con esta Universidad: Luis Carlos estudió ahí para ser administrador y contador público, y Paola Andrea para ser abogada. Sebastián ahora quiere entrar a estudiar Ingeniería Industrial. Quizás por ello le estaban huyendo al grado póstumo, porque conocen el campus, saben cómo son las ceremonias de grados, sus celebraciones, la felicidad de todos. Saben, incluso, que todo recién graduado debe tener la foto del recuerdo en la Plazoleta de los Sabios.  Pero como ‘Gusto’ no está, la foto será de ellos con el diploma. Será la forma de recordar ese momento, aunque Silvia y los demás hubieran querido que fuera algo muy diferente. Ahora, Silvia está sentada en el comedor de su casa, en el barrio Las Américas. Son las 10:00 p.m. del mismo martes y cada vez que recuerda la noche de la masacre,  lee apartes de un texto suyo. Desde aquella mala noticia, Silvia, la docente, siempre ha buscado la manera de exorcizar el dolor, de hacer su duelo. Entonces Silvia, quien además tiene una Maestría en Educación de Adultos, se inscribió a un curso de escritura.  “¿Y eso? ¿Qué pasó? -no mamá, salí de la reunión y quise venir a comer lentejitas porque deben estar muy ricas- Entró, se sirvió él mismo el almuerzo y al verme salir rápido del baño me preguntó para dónde iba. Le respondí que a las votaciones del sindicato y que de allí para la Universidad porque tenía clase a las 2:00 p.m. Se ofreció a llevarme hasta la estación del MÍO y luego siguió a su trabajo. Yo, al verlo que se perdía en la Calle 44, le di la bendición y se lo encomendé a Dios, sin saber que sería la última vez”. Para el  final del curso Silvia escribió una historia  de cuatro páginas, donde relata los hechos en los que Carlos Augusto perdió la vida. Lo tituló ‘Así fue’. “Mi hija se acercó y me dijo - mami, camine hablemos- tomándome de la mano. Le pregunté: ¿qué le pasó a su hermano?, ¿está muy mal herido?, ¿en dónde está? (...) Paola,  ¿su hermano está muerto? Y al igual, con un movimiento de cabeza me dijo que sí; en ese momento sentí que me había caído a un precipicio...” Al final del relato, Silvia aclara que su propósito era mostrar que no todas las víctimas de la masacre tenían que ver con bandas delincuenciales.  “Varios fueron víctimas inocentes que por cualquier razón departían en este sitio en el momento de los hechos, entre ellos mi hijo”, explica Silvia, luego de poner el diploma de abogado de ‘Gusto’ junto a otros reconocimientos: sus credenciales y trofeos de billar. “Así le habría gustado a él”, expresa. Hoy todo es muy diferente. Las otras víctimas  de la masacre  En la masacre de nueve personas registrada el viernes 8 de noviembre de 2013 en la Discoteca la Barra La 44, en el nororiente de Cali, murieron, aparte de Carlos Agusto (abogado), un instructor de tenis, un joven universitario, un mesero y un funcionario del CTI de la Fiscalía. Todos fueron víctimas del ataque dirigido contra alias Tk, líder de una banda delincuencial. En  febrero de 2014 murió otra víctima, la novena.  Rafael Pinto Velasco, de 41 años de edad,  no alcanzó a ser trasladado a una clínica de la ciudad y murió en la entrada de la discoteca. Llegó al lugar porque esa noche él y un grupo de amigos iban a hacerle la despedida a un compañero de trabajo. Iván Ruiz Giraldo, de 43 años de edad, fue  identificado por el director regional del CTI de la Fiscalía como un funcionario administrativo de la entidad.Benny Rodríguez Burbano era uno de los meseros de la discoteca. Esa noche, cuando inició la balacera dentro del lugar, él se tiró al piso para protegerse de las balas.Jefferson Romario Bonilla, de 18 años de edad, iba a entrar a la universidad a estudiar Derecho. Ese fue  el motivo para que ese día celebrara, junto a su padre Fredy José Bonilla (herido), en ese lugar. En febrero del año pasado  falleció el zapatero Armando Holguín Manzano, quien había recibido dos disparos en los  hechos, uno en el abdomen y otro en la cabeza.Las otras personas que murieron en la masacre fueron José Enrique Martínez, Johan Sebastián Muñoz e Isaac García, de acuerdo a las autoridades.Lo que va del caso de la masacre Este año,  la Policía capturó a alias Moreno o La Jota, quien sería uno de los autores intelectuales, junto a alias Búho (también detenido), jefe de los ‘Rastrojos’ en Cali.   Por el caso de la masacre  de la Barra La 44 van en total 18 personas capturadas, entre las que también figuran ‘Negro 8’, ‘Chisto’, ‘El Cabezón’, ‘Kala’, entre otros. Por la masacre   solo hay dos personas sentenciadas:   alias Chisto, quien llegó a un acuerdo con la justicia  tras ser condenado a 26 años de prisión, y  ‘El Cabezón’, quien fue condenado a 32 años de cárcel.

 

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