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Detalles del atentado que volvió a sembrar incertidumbre y dolor en Pradera

Una carga de 50 kilos de pentolita fue dejada por dos hombres en una moto en la plaza principal del municipio. Una persona resultó muerta y 61 quedaron heridas.

17 de enero de 2014 Por: Yefferson Ospina B. | Reportero de El País.

Una carga de 50 kilos de pentolita fue dejada por dos hombres en una moto en la plaza principal del municipio. Una persona resultó muerta y 61 quedaron heridas.

Hacia las 9:00 a.m. ocurrió la explosión. Una carga de 50 kilos de pentolita fue dejada por dos hombres en una moto en la plaza principal de Pradera, Valle. La motobomba fue activada ahí: frente al edificio de la Alcaldía y a la Estación de Policía; ahí, frente a dos hombres que desayunaban en un puesto de arepas, frente a una mujer que caminaba con su hija de seis meses, frente a un niño de siete años que cumplía con un mandado de su mamá y frente a otro hombre de 66 años que murió por el bombazo. Su cadáver quedó sin piernas.Estalló ahí, y fue aturdidora: sin duda, el hombre que falleció perdió el sentido del oído antes de morir, y no oyó los gritos desesperados de los policías que corrieron, algunos sin camisas y en pantaloneta, huyendo del lugar, desconcertados. Confundidos y aturdidos. La bomba fue aturdidora: además de Jorge Eliécer Mora Ospina, un hombre de 66 años con retardo mental que cada día acudía a esa misma zona del pueblo para barrer, ayudar a abrir puertas, comprar lo que se necesitara, correr los objetos o hacer los mandados por algunas monedas, 61 personas sufrieron traumas auditivos, perdieron su oído durante varias horas. Entre ellos estaban tres niños, uno de ellos, de siete años, que ya había vivido la sordera de la guerra un año y medio antes, el 31 de octubre de 2012, cuando en esa misma plaza, miembros de las Farc detonaron otro explosivo que dejó dos personas muertas y 35 heridos, entre los que se contaban 14 niños. En Pradera, el municipio cuya maldición parece ser encontrarse localizado en un corredor estratégico para las Farc y las bandas criminales, que comunica al Valle con el Cauca, el sur del país y el Pacífico, la violencia es sorda y ensordecedora, y no escucha el clamor de los que quieren vivir en paz.La vuelta del miedoUna carga de 50 kilos de pentolita, como la puesta ayer en Pradera, según un especialista antiexplosivos, es suficiente para derribar un edificio de cinco pisos. El ruido que produce puede dejar sorda por varias horas a cualquier persona que se encuentre a menos de 20 metros de la explosión. Eso le ocurrió a Janeth Vásquez, quien se encontraba, a menos de 15 metros de la explosión, atendiendo un pequeño negocio del que vive su familia . Janeth tiene 56 años y recuerda cada una de las explosiones, de los ruidos de la guerra, de los tiroteos, cada uno de los aturdimientos que ha padecido. Recuerda que en 2003, durante más de dos días se enfrentaron el Ejército y las Farc en zona rural de Pradera. Recuerda que desde el lugar en donde trabajaba podía oír las explosiones. En su memoria también está el atentado del 31 de octubre de 2012. Ella vio a los niños y a los hombres y a las mujeres en el hospital, con sus manos en sus oídos, ensordecidos por la guerra. Y a su memoria ahora añade este último estruendo. Aunque los recuerdos son escasos: apenas el momento en que su cuerpo pareció levantarse por impulso propio y luego un ruido agudo le atravesó los oídos. Después, durante algo más de una hora en el hospital, oía poco, casi nada. Otras 50 personas estuvieron como ella, en aquel hospital, sordas, sin oír el llanto de sus compañeros de infortunio, ni siquiera el llanto ensordecedor de una bebé de seis meses que pasaba, en los brazos de su madre, por la plaza en el momento de la explosión. En la tarde de ayer, cuando el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, llegó a Pradera, un hombre anciano lo abordó en su camino y le dijo: “Ministro, otra vez nos pasa esto. Haga algo por nosotros, nos sentimos abandonados, ministro”.

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