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Cuatro visiones sobre el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc

Una víctima, un excombatiente de la guerrilla, un político y un académico exponen sus puntos de vista sobre los diálogos que actualmente desarrollan Gobierno y Farc para la terminación del conflicto.

10 de noviembre de 2013 Por: Elpaís.com.co

Una víctima, un excombatiente de la guerrilla, un político y un académico exponen sus puntos de vista sobre los diálogos que actualmente desarrollan Gobierno y Farc para la terminación del conflicto.

Otty Patiño, el exguerrilleroAcordado el segundo punto de las negociaciones se ha generado una oleada de optimismo por parte de quienes ansían que esta vez se llegue a buen puerto, y también de rabia de quienes prefieren unas Farc condenadas por siempre a la ilegalidad.El Procurador parece ser parte de este segundo grupo. Tiene algo de razón pero hay que leer entre líneas para separar la retórica declarativa de este segundo acuerdo con los puntos sustanciales y poder explicar y justificar la sonrisa y la esperanza.Por primera vez, las Farc admiten la posibilidad de dejar las armas. Avance clave que contrasta con posturas del pasado donde se igualaba la tenencia de las armas con la identidad revolucionaria. Haber superado ese fetichismo es un gran paso.Segundo, el acuerdo habla de circunscripciones especiales de carácter regional para zonas marginales, donde la política se expresa a través de las organizaciones sociales, lo cual pone de manifiesto la intención de cambiar armas por votos, así sea, por lo pronto, en las zonas donde han tenido o tienen alguna influencia.Pero la sonrisa se desdibuja al mirar lo que falta por acordar: temas álgidos como el narcotráfico, donde la espada de la extradición se cierne sobre la comandancia, recuerden a ‘Simón Trinidad’. La impunidad, que es inherente a cualquier proceso.Justamente, frente a esto, el uribismo ha izado la bandera de una paz con cero impunidad, como si eso fuese posible. Es claro que las Farc, así estén convencidas de que no pueden ganar la guerra, no se van a entregar a cambio de una rebaja de penas. Se trata de un proceso, no de sometimiento como fue con los ‘paras’.Todo esto se complica más porque entramos ya en un tiempo electoral. No veo a las Farc acelerando la negociación y dando un salto al vacío sin malla de protección, según la metáfora de Navarro, para ilustrar lo que hizo el M 19 hace 23 años; tampoco veo al Presidente declinando su aspiración reeleccionista para no enturbiar el proceso y el proceso no se puede congelar, como algunos proponen, porque se muere.Se impone, entonces, que ambos den un paso sustancial porque la paz no puede ser bandera de Santos ni de las Farc. Es de todos o de nadie. Fabiola Perdomo, la víctimaQuienes hemos sido víctimas del conflicto armado, somos quienes más deseamos su fin. No quisiéramos que los hechos dolorosos que marcaron nuestras vidas le sucedieran a otros, lo que nos compromete más con la obligación y el derecho a reclamar justicia, verdad y reparación, una cosa no puede excluir la otra. No es justo ni sensato que se siga pretendiendo reducir nuestro papel al de poner la más alta cuota de sacrificio: los muertos y el perdón, al margen de nuestros vacíos sentimentales, tragedias olvidadas y necesidades ignoradas. La efectividad y durabilidad de un acuerdo de paz, dependen en gran medida del papel de las víctimas en el proceso, que va mucho más allá que sentarlas en mesas de trabajo a narrar sus historias. Es necesario el encuentro frente a frente con sus victimarios, sin intermediarios, para encontrar respuestas a interrogantes que solo alimentan el dolor y la rabia. Es necesario que los victimarios reconozcan sus errores y pidan perdón a todas las víctimas entregando fosas comunes, comprometiéndose a no reincidir y contando la verdad, por más dolorosa que sea, como una forma simbólica de reparación, porque lo que menos quisiera es dejarme contagiar por sentimientos de rencor y venganza.Es un momento histórico, esperamos cerrar un ciclo de mucho dolor, que ha dejado miles de víctimas. Quienes hemos padecido la violencia comprendemos la importancia de un proceso de paz donde todos aportemos a la reconciliación: los violentos con actos de paz que generen credibilidad y la sociedad con el perdón, porque este no puede provenir solo de víctimas, sino que debe involucrar a cada colombiano que ha perdido la esperanza de conocer un país pacífico y que ha visto que solo con la fuerza se puede recuperar la paz, porque no había conocido un mecanismo más efectivo para ello. Es hora de volver a confiar en la palabra del otro y en el empeño mostrado por vencer obstáculos, encontrando puntos que nos unan en lugar de profundizar en los que nos distancian. Hay derecho a soñar con un nuevo país, donde la vida cobre su valor, donde los hijos y los padres puedan disfrutarse y donde la muerte deje de ser tan común y volvamos a recuperar el asombro cuando aparece. Saludo con esperanza y fe el proceso de paz. Vicente Torrijos, el académicoDías después de que el Gobierno y las Farc anunciaran un acuerdo sobre participación política, vale la pena hacer un ejercicio de pensamiento crítico sobre el asunto y plantearse cuál es la verdadera dimensión de lo que se negocia en Cuba.En términos inmejorables para la estrategia política que las Farc vienen desarrollando y que, por supuesto, incluye la movilización de sus aliados no armados, el denominado estatuto de la oposición no se negociará con las fuerzas legales en el Congreso sino con los subversivos, dotando así a toda la red asociada al terrorismo de una identidad que sólo puede equipararse a la de actor beligerante.Este es, sin duda alguna, un estimulante privilegio para una agrupación ilegal que, con su comprobada capacidad de infiltración de sectores, ve abiertas todas las posibilidades de delinear el estatuto y convertirse así en refundador del Estado por obra y gracia de su eficiencia en el uso de la fuerza y sin someterse a ningún tipo de control ciudadano.Lo negociado se basa en el sofisma de la ampliación de la participación en regiones golpeadas por la violencia y la protección a los opositores como si no fueran ellos los principales responsables de descomposición política territorial.En este sentido, se da cabida a un proceso de justificación histórica de la existencia de las Farc y su lucha armada. Aunque otro de los silencios del acuerdo se refiere al papel que juegan en las circunscripciones transitorias (sin dilucidar cuáles son), es claro que ellas han logrado la materialización de su estrategia de control territorial integral, puesto que al lado de las zonas de reserva campesina (repúblicas independientes), coincidirán perfectamente.Al mostrar lo negociado como si fuera un gran avance para la democracia, las condiciones para el ELN son inmejorables pues, sin que se le exija cesar hostilidades, entrará en diálogo con un gobierno complaciente. Si, además, la alianza Farc-ELN puede desarrollar todo este proyecto teniendo acuarteladas a las FF.MM -que, ante el menor movimiento serán acusadas de sabotear las órdenes presidenciales-, podrán actuar a sus anchas, convirtiendo a Colombia en lo que ya es: un país rehén.Luis Fernando Velasco, el políticoUbicarnos en el grupo que cree que si se logra la paz todos los problemas del país quedan superados, es tan poco serio como ubicarnos en el grupo que cree que un acuerdo es un logro de poca monta.Desde niño he escuchado tantas noticias del conflicto, que ahora que lo pienso, todo eso de masacres y enfrentamientos armados no han dejado espacio para registrar las causas reales de esta guerra y los problemas de fondo de un país donde a cambio de revisar nuestras desigualdades, se volvió un lugar común el señalar de amigo de la guerrilla a quien ose recordarlas.La guerrilla, esa que comenzó siendo una autodefensa campesina liberal enfrentada a abusos de sectores de la policía al servicio de dirigentes políticos con ánimo de quedarse con sus tierras, fue mutando hasta llegar a ser marxista que ya no reclamaba solo tierra, sino poder y que cuando se encontró con el narcotráfico llegó a creer que esa era la plata que necesitaba para derrotar al Estado y privilegió las armas sobre las ideas. Esa guerrilla terminó por comportarse peor que el monstruo que decía enfrentar.Pero, cuando recordemos que de los 12 millones de campesinos del país más del 68% viven en condiciones de pobreza y que cerca de 2,2 millones como indigentes, a lo mejor entendamos que la guerrilla no es el mayor problema, pero sin ella de pronto podríamos dedicar más recursos a superar pobreza y marginalidad.Nunca entendí por qué experiencias como la de Valle en Paz no es política de Estado, ¿será que nuestros dirigentes están más pendientes de cómo bombardear Toribío en vez de sembrarlo para erradicar pobreza?Hoy puede ser popular pedirle al Presidente que continúe la guerra, que no les dé espacio político por sus delitos o que se suspendan los diálogos esperando a ver quién seguirá gobernando, pero no creo que sea responsable. Pocas veces como hoy los negociadores del gobierno han avanzado tanto en acuerdos que, de todas formas, deberán ser refrendados por los colombianos. Todavía falta mucho para concretar este anhelo, lo sé, pero devolvernos no sería un gesto valiente, sino un gesto pusilánime que no puede pensarse.

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