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Con llamado a participación de sector privado terminó Encuentro de Reconciliación

La conclusión más importante del evento fue la necesidad de comprometer a todos los sectores de la sociedad en los procesos de posconflicto.

27 de febrero de 2014 Por: Redacción de El País

La conclusión más importante del evento fue la necesidad de comprometer a todos los sectores de la sociedad en los procesos de posconflicto.

La necesidad de que todos los sectores, desde autoridades, empresarios y hasta sociedad civil se comprometan en la construcción de país en el posconflicto, fue una de las principales conclusiones del ‘Segundo gran encuentro regional de Reconciliación Colombia’. En el evento, que fue apoyado por El País y la revista Semana, entre otras empresas, se generó un espacio para el diálogo entre líderes empresariales, sociales y gubernamentales de las regiones del Valle, Cauca, Nariño, Boyacá y Cundinamarca.Roberto Meléndez, jefe de la comisión de Paz de la OEA en Colombia, dijo que estos encuentros permiten que las diferentes comunidades conozcan los procesos de reconciliación que desde hace tiempo se están llevando a cabo en el país y que acercan a la paz. A su vez, el alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, expresó, como anfitrión del encuentro, que hay que celebrar que estos diálogos se hagan en las mismas regiones afectadas por la violencia. “Los procesos de reconciliación necesitan de compromiso y de recursos. Los empresarios privados, por ejemplo, tienen que participar activa y generosamente de los cambios”, dijo Guerrero.Este espacio para dar a conocer los procesos de reconciliación en el país, tuvo su primer encuentro en Medellín. Ayer fue en Cali y próximamente se trasladará a Barranquilla, Bucaramanga y Bogotá.Desmovilizado con empresaManuel Francisco Ballestas, un antiguo miembro de las AUC, hoy es el presidente de la Junta Directiva de Ganchos y Amarras, una empresa con sede en el barrio Fátima de Cali, que está conformada por otros desmovilizados de las autodefensas y de la guerrilla.Manuel, quien lleva tres años con la empresa, decidió un día dejar las armas, la guerra y cambiar de vida. “Una vida en la que pudiera dormir tranquilo y no como lo hacía en el monte: con un ojo cerrado y el otro abierto, por eso de los enemigos”, explica.Este hombre, quien hoy es un experto hablando de artículos para la fijación de tejas, dice también que es consciente del dolor que causó en el pasado. “Pero ya cambié, he perdonado a los que me hicieron daño a mí también y espero que me perdonen las personas que yo afecté de alguna manera. Hoy tengo familia, tengo amigos, vivo en paz”, afirma manuel. En la empresa, quien lo creyera, uno de los mejores amigos de Manuel es un desmovilizado de la guerrilla. “Una de esas personas, a las que antes las llamaba enemigos, hoy es un amigo, un hermano, estamos reconciliados de por vida”, dice Manuel. Antes, junto a mi amigo, solo pensábamos en la guerra y cómo hacer para derrotar al rival. La empresa ha cambiado nuestras vidas. Nos ha dado estabilidad económica y tranquilidad a mi familia”, dice Manuel, quien afirma que generará más empleo.Cosechando paz La empresa Mora Life, ubicada en Coconuco, a 30 kilómetros de Popayán (Cauca), tiene como lema “Sembrando trabajo para cosechar paz”.Y no es para menos, pues la integran 19 familias de desmovilizados de las autodefensas y desplazados de la guerra. Su gerente es Jamil Campo, un desmovilizado de las AUC desde 2002, que vio en el cultivo de la mora la oportunidad para dejar un pasado “tormentoso”. “Hice parte de un grupo de personas que nos alzamos en armas porque la guerrilla nos estaba matando nuestros líderes, nos estaba reclutando a nuestros jóvenes y por eso decidimos hacerle frente a esa situación, no teníamos otro camino, otra opción”, dijo Jamil, quien dejó las armas al ver que el Estado, de alguna manera, empezó a entender la realidad de la guerra.Hoy Mora Life vende moras en varias plazas de mercado del departamento del Cauca. También tiene productos como granadilla y lulo. De la guerra no se volvió a hablar, dice Jamil, pero espera que para que eso siga siendo así, el Estado se comprometa con cada una de las víctimas y victimarios de cada región.Un sobreviviente de la guerraSin sus dos piernas, Francisco Pedraza aún es un sargento activo del Ejército. Otros militares, que están en su misma condición, creyeron que la vida se acababa.En el 2004, durante una operación en el Caquetá, pisó una mina antipersona que lo afectó a él y a varios soldados de su tropa.Cuando despertó, a los doce días del hecho, se dio cuenta que le habían amputado sus dos miembros inferiores. “Desde ese momento la vida me cambió, pero no se me terminó”, afirma Pedraza.“Tenía que salir adelante por mí, por mi familia, por mis cuatro hijos. Pero además porque no les iba a dar el gusto a los violentos de que vieran que sus acciones nos debilitaban. Hoy, a los malos, a esos que activaron miles de minas en todo el territorio colombiano, ya los perdoné”, dice el sargento. El oficial, quien practica un deporte conocido como bicicleta de mano, hoy alienta a todos sus compañeros en condición de discapacidad para que sigan sus pasos, para que se reconcilien con la vida.“La idea ahora es que cuando me quite el uniforme, así como mis compañeros, la sociedad vea que aún podemos hacer mucho, que tenemos capacidades, que podemos trabajar”, afirma.Pedraza ahora está recorriendo todo el país contando su experiencia, su dolor, pero también su manera de reconciliación. Ayer, al sargento se le vio hablando, también, con los desmovilizados que estaban en el encuentro.

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