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Con libros, Tumaco le arrebata almas a la violencia

En el puerto, azotado por la pobreza y el narcotráfico, dos bibliotecas ofrecen un mundo distinto a niños e internos de una cárcel.

7 de enero de 2014 Por: Eduardo Arias*

En el puerto, azotado por la pobreza y el narcotráfico, dos bibliotecas ofrecen un mundo distinto a niños e internos de una cárcel.

Un grupo de niños de 3, 4, a lo sumo 5 años de edad, leen en silencio sentados en asientos de plástico frente a unas pequeñas mesas de distintos colores. Ellos están concentrados en las páginas ilustradas de los libros que tienen en sus manos. Nadie los vigila, nadie tiene que pedirles que se comporten o que guarden silencio. Sus blancas y grandes sonrisas hablan por ellos. Saborean cada página, cada ilustración que tienen enfrente. Algunos parecen más atentos a la lectura, otros aparentan estar un tanto distraídos. Pero cada uno a su manera luce feliz y maravillado ante el aún inexplicable milagro de los libros. Estos niños que leen por gusto estudian en el turno de la tarde y aprovechan las mañanas para visitar la biblioteca. Podrían estar pegados al televisor en sus casas o matando el tiempo en alguna esquina del barrio. Pero prefieren aprovechar esas horas en la Biblioteca Pública de Tumaco, que les ofrece la alternativa de divertirse a través de la lectura y la contemplación de libros ilustrados. Los niños ocupan el espacio que les han destinado, que se ubica en un extremo de la casa que donó el gobierno de Japón. La primera sede de la biblioteca estuvo ubicada en la Casa de la Cultura Municipal, en el centro de la ciudad, en un lugar estrecho y poco estimulante para los niños, quienes tenían que compartir el mismo espacio con los adultos. Así que con los recursos que destinó el gobierno de Japón se construyó una nueva sede para la biblioteca en el sector residencial de La Ciudadela.Desde el 2009, Tumaco cuenta con esta moderna y amplia biblioteca de 300 metros cuadrados de área construida. A su lado hay un amplio parque con una gran zona verde y canchas de microfútbol. Victoria Quiñónez, la bibliotecaria, observa a los niños desde lejos en silencio, complacida. Son las 10:00 a.m. De pronto comienzan a llegar varios grupos de niños de los jardines infantiles cercanos, acompañados por sus profesoras y la biblioteca se llena de gritos y risas. Victoria lleva un año al frente de este centro cultural y es el alma del establecimiento. Trabajadora social de profesión, es madre de dos hijos de 19 y 20 años. Vive a cinco minutos a pie de la biblioteca y cuenta que la mantiene abierta en el horario establecido, “así llueva, truene o relampaguee”. La biblioteca, que recibe a unos 90 visitantes cada día, lleva el nombre de Piedad Ayora Quiñones, a quien reconocen en Tumaco por sus aportes a la cultura y su generosidad. La cultura, alternativa a la violencia Tumaco es un puerto sobre el océano Pacífico, de 180.000 habitantes. Está conformado por tres islas pegadas a tierra firme que se extienden de oeste hacia el este. Son las islas de Tumaco, La Viciosa y El Morro. En la parte continental, donde está ubicada la biblioteca, hay tres grandes colegios y varios jardines infantiles que se benefician directamente de las instalaciones. Es una ciudad en la que se conjugan, muchas veces de manera dramática, la opulencia de una naturaleza desbordada y los horrores del conflicto armado y el narcotráfico, que en muchos casos condenan a los jóvenes a vivir en una encrucijada de la que les cuesta mucho trabajo salir. Y es que Tumaco es uno de los lugares de Colombia con mayores carencias. El Dane señala que el 18,1 % de los tumaqueños no cuenta con ningún nivel de educación. Apenas el 43,6 % de la población alcanza el nivel de la educación básica primaria. Solo el 26,1 % (uno de cada cuatro jóvenes) logra graduarse de bachiller y apenas el 2,6 % de los habitantes del puerto accede a la educación superior. Las carencias también se evidencian en otros indicadores. El índice de necesidades básicas insatisfechas de los tumaqueños es del 48,7 %. La pobreza afecta al 84,3 % de la población y, según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), la desnutrición crónica de los niños y jóvenes del litoral Pacífico es 16,1 %. Las estadísticas muestran una cara todavía más cruda de la realidad: según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), el desempleo alcanzó el 72,1 % en el 2011 (en Colombia fue del 10,8 %). No es un escenario fácil. Las opciones que tienen los jóvenes son casi nulas, lo que los hace presa fácil de las redes del narcotráfico y de los grupos armados irregulares. Para los gestores culturales es un escenario muy difícil. Ante esa realidad y esas cifras sería ingenuo pensar que las distintas manifestaciones de la cultura cambien de un tajo la situación social de una zona de conflicto como la de Tumaco y sus alrededores. Pero sí son herramientas que en muchos casos ofrecen alternativas para que los niños y los jóvenes ocupen su tiempo libre en actividades que les enseñan a escuchar ideas diferentes, a trabajar en equipo y a sentir que tienen capacidad de crear. El objetivo de los distintos proyectos culturales (entre ellos las bibliotecas públicas) no es tanto producir doctores o artistas, sino utilizar la cultura para formar personas estructuradas. En ese sentido, bibliotecas públicas como la de Tumaco cumplen una función que va más allá del préstamo de libros para hacer las tareas escolares, ya que se convierten en centros donde se desarrollan proyectos e iniciativas culturales o, en el peor de los casos, en un sitio de reunión donde niños, jóvenes y adultos pueden pasar un rato agradable alrededor de la lectura, el cine y otras actividades.La Biblioteca Pública de Tumaco es una de las 1.404 bibliotecas que forman parte del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, de las cuales 957 ya están debidamente dotadas de libros actualizados. Se trata de un ambicioso proyecto cultural que nació en el 2003, con el fin de mejorar la precaria situación en que se encontraba la mayor parte de las bibliotecas públicas del país. La lectura como un refugioAdemás de las públicas, las bibliotecas instaladas en recintos cerrados, como guarniciones militares o cárceles, cumplen una función educativa y formativa de gran importancia. Precisamente, en Tumaco funciona una de este tipo. Se trata de la biblioteca del Establecimiento Penitenciario, que se encuentra en Buchely, un corregimiento situado a poco menos de 10 kilómetros de la ciudad por la carretera que conduce a Pasto.El contraste con la Biblioteca Pública es grande. Para entrar a conocerla es necesario pasar dos registros de seguridad, dejar llaves, teléfonos celulares y dinero a la entrada, y atravesar corredores con rejas y puertas de hierro.La biblioteca funciona en un recinto muy pulcro de unos 15 metros cuadrados y es un oasis en medio de las duras condiciones del penal, en el que se presenta un hacinamiento preocupante. Este sitio se ha convertido para muchos de los internos en un refugio donde logran distraer por un rato el duro trance por el que pasan. Pero también es un lugar que les permite reflexionar, confrontar su pasado, su presente y tomar decisiones para encarar el futuro con algunas de las herramientas adicionales que les dan los libros. Desde valores y reflexiones acerca de la condición humana hasta enseñanzas prácticas que podrían aplicar cuando recuperen la libertad.En la biblioteca se respira un aire de iglesia. De ceremonia. Casi todas las sillas están ocupadas. Los reclusos leen en silencio, muy concentrados en sus textos. Los libros, los estantes, las sillas y las mesas se encuentran todos en perfecto estado.El lugar es administrado por Simón Mesa e Ignacio Guerrero, dos reclusos que trabajan en ella desde hace cuatro meses. Ignacio, interno del Patio Cinco, es natural de Tumaco y es uno de los impulsadores del Club de Lectura, que motiva a los internos para que utilicen la biblioteca y adquieran este hábito. “La lectura nos ayuda a fortalecernos, entretenernos y formarnos”, señala.Establecer contrastes entre las dos bibliotecas de Tumaco resulta inevitable. Una de ellas invita a abrir las puertas del mundo, descubrirlo y ampliar los horizontes. La otra es más bien un espacio de recogimiento y reflexión, que ayuda a hacer menos insoportables los días de quienes cometieron un error en sus vidas o se vieron involucrados en la maraña del narcotráfico. Pero tienen mucho en común. A través de ellas construyen un mejor camino o intentan enderezar un rumbo que se había torcido. Y puede ser que las bibliotecas no logren mejorar demasiado el país ni el mundo, pero al menos están cambiando para bien a los miles de niños, jóvenes, adultos y maestros que las visitan y encuentran en los libros el poder liberador de la palabra.*Esta crónica es cortesía de Fonade y está incluida en su libro con motivo de sus 45 años de labores.

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