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Comerciantes de Santander de Quilichao se encuentran acorralados por las 'vacunas'

Al parecer el dueño de un local de ropa no quiso pagar una 'vacuna' de las Farc. La activación de una carga explosivo dejó sin energía eléctrica al municipio. Diez inmuebles fueron los afectados.

23 de marzo de 2011 Por: Redacción de El País Popayán

Al parecer el dueño de un local de ropa no quiso pagar una 'vacuna' de las Farc. La activación de una carga explosivo dejó sin energía eléctrica al municipio. Diez inmuebles fueron los afectados.

Otra vez, el estallido de un petardo los despertó. Es el cuarto día en el año que Santander de Quilichao, Cauca, amanece con olor a pólvora. Con las calles cubiertas con tapetes de vidrios y escombros de lo que alguna vez fueron negocios prósperos que sostuvieron a familias enteras. Es martes (ayer) y el almacén de ropa que quedaba en pleno corazón del municipio, justo al frente de Telecom, ya ni siquiera tiene nombre. Esta vez la explosión reventó los cables de energía. El servicio se suspendió casi por diez horas. El atentado fue a la medianoche. Son las 9:00 a.m. y la administradora sigue mordiéndose las uñas. No pensó que aquellas llamadas amenazantes terminarían en semejante desastre. Cuenta que su patrón no quiso pagar la ‘vacuna’ que le exigieron las milicias de las Farc. “Nos llamaban casi a diario a pedirnos una colaboración económica, pero yo siempre les decía que no teníamos de dónde”. No era un favor. Los comerciantes del municipio narran, entre dientes, que aquellos que se niegan a pagar las extorsiones terminan con una escoba en la mano, recogiendo los restos del trabajo de años. Así le pasó a don Arturo. Su drama empezó hace ocho días con otro estallido. Ése fue a la 1:00 a.m. El petardo destruyó casi todos los electrodomésticos que tenía a la venta. Le destruyó la vida. Ahora el gran predio está abandonado y nadie sabe dónde está don Arturo. Paulina, la dueña de un granero de enseguida, dice que seguro se fue para Cali, como lo han hecho muchos. Algunos sospechan que decidió esconderse por un tiempo para despistar a los grupos armados.“Se debe estar lamentando por no haberle dado dinero a la guerrilla”, dice su vecina. Pero quizá no es osadía. Muchos comerciantes relatan que se niegan a pagar las ‘vacunas’ porque no les alcanza el dinero. “No somos millonarios, como ellos creen”.Otros terminan cayendo. Pocos lo confiesan, pero su inmunidad ante los ataques se vuelve una sospecha. Para Carolina, que atiende un negocio de dulces, no es casualidad que existan establecimientos grandes que no reciben ni un rasguño. “Yo no los juzgo. Ellos terminan pagando por temor, no por gusto”.El dueño de una droguería mueve la cabeza de un lado a otro. Se agacha y se atreve. Casi susurrando confiesa que le ha tocado sacar varios billetes de la caja para entregárselos a los dueños de aquellas voces que juraban acabar con su negocio si no cedía. “Me pedían $300.000 a cada rato. Les pagué varias veces, pero luego les dije que ya no podía más. Entonces pidieron que les ayudará con tarjetas de celular, que las comprara y les diera los códigos”, cuenta. Mira hacia abajo. Parece arrepentirse. Hablar puede salirse aún más caro. En Santander, ser “sapo” no se paga con dinero. La cuenta llega con la muerte. Víctimas sin rostroLas noches se han vuelto más largas en Santander. El insomnio está contagiando a los comerciantes. Muchos comparten la misma pesadilla: despertar y ver sus negocios convertidos en polvo. Pero el temor parece ser más fuerte que aquellos pensamientos perturbadores. Entonces nadie se atreve a denunciar. El pueblo se enmudece. El alcalde de Santander, Juan José Fernández, revela que esa es la mayor frustración de las autoridades. Alega no tener una bola mágica para dar con los autores de los atentados. “Queremos adelantar las investigaciones, pero los comerciantes no nos dan ningún dato. Si no nos colaboran, no podemos protegerlos”, dice con un tono de desesperación. El mismo que se le escucha a un capitán del Gaula de la Policía del Cauca, quien informa que a pesar de que en los primeros tres meses de este año ya son cuatro los petardos que han estallado en negocios del municipio, nadie ha denunciado que aquellos ataques estén relacionados con extorsiones. Cuenta, además, que debido a la gravedad de la situación, desde hace ocho días se envió una comisión del Gaula a Santander para apoyar a los comerciantes. “Y ni así se han acercado a contarnos quién los está extorsionando y desde cuándo. El temor hace que todos lo nieguen”, afirma el oficial.Los rumores que se escuchan en el pueblo. Rumores de aquellos que hablan en voz baja y luego se marchan apuntan a que las milicias de las Farc no son las únicas que están detrás de las cuantiosas ‘vacunas’. Algunos murmuran que bandas delincuenciales como la ‘Villa del Sur’, que pertenecería a ‘Los Rastrojos’, también ha convertido a los comerciantes en su fuente de financiación. En medio de esas víctimas sin rostro, sigue la administradora del almacén de ropa que ahora luce sin una prenda. Se recoge el pelo y confiesa que lo más seguro es que su patrón la despida y cierre el negocio. “Hace meses le tocó irse para Cali, porque se cansó de vivir con ese temor”. Ahora la historia se repite.

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