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Barras bravas: ¿aficionados o delincuentes vestidos con camisetas de fútbol?

La muerte de un hincha en Cali volvió a poner sobre el tapete la problemática: gente que no va a ver fútbol si no a meter vicio, a robar y hasta a asesinar.

30 de junio de 2013 Por: Redacción de El País

La muerte de un hincha en Cali volvió a poner sobre el tapete la problemática: gente que no va a ver fútbol si no a meter vicio, a robar y hasta a asesinar.

La muerte el sábado pasado de Óscar Sandino, un hombre de 28 años, aficionado al equipo Millonarios y quien fuera asesinado, al parecer por otro hincha, pero del Deportivo Cali, acabó con seis meses de paz entre barras bravas en Cali. A Óscar le atravesaron el corazón con un cuchillo. Y a dos de sus amigos los mandaron al hospital con la carne perforada, mutilados, hasta les cortaron el pelo. Los heridos ni siquiera usaban prendas del equipo azul cuando fueron barridos por una turba de 40 personas que los sacaron del pelo de un taxi y los atacaron con navajas y cuchillos.Óscar es el primer hincha muerto en Cali en 2013 por peleas entre aficionados. El año pasado fueron tres los fallecidos y 86 los heridos que dejó la pasión desmedida por las camisetas de fútbol. Pero esas muertes se presentaron lejos del estadio. La de Óscar ocurrió unas horas antes de un partido y a unas calles del escenario deportivo. Hoy la fiebre futbolera deja en Bogotá a una mamá sin su hijo, a un hombre sin su hermano y a un joven de 18 años tras las rejas, acusado de homicidio.La violencia vestida de coloresJaime Nieto, líder del Frente Radical, una de las llamadas barras bravas de la ciudad y que apoya al Deportivo Cali admite que entre los hinchas del equipo verde hay delincuentes que se camuflan entre sus filas para robar, vender drogas y sí, hasta para asesinar.Jaime asegura que entre los mil miembros que tiene Frente Radical en la ciudad hay quienes pescan en río revuelto y se aprovechan de los tumultos de los partidos para delinquir y vandalizar en la capital del Valle. “Nosotros los barristas nos reunimos cada martes en el Parque de la Música y allí hablamos de esto, de no cometer delitos, de no embarrarla porque si no nos sancionan, afectamos al equipo y a la ciudad. Pero no podemos responder por toda la gente que va al estadio. Hay muchos que sí van a robar, pero eso es afuera y corresponde a la Policía controlarlos”.Jaime dice que se ha creado un estigma negativo entre los llamados barristas por culpa de unos cuantos que, detrás de la camiseta, esconden oscuras intenciones.El líder de Frente Radical dice que muchas veces pandilleros van a los partidos solamente a buscar botines. Radios, billeteras, cadenas, relojes, celulares son arrebatados a transeúntes o a otros aficionados cuando terminan los encuentros.Otro miembro de la barra que prefiere que lo llamen ‘Flaco’ dice que se sabe de un muchacho de 20 años que va siempre al estadio a cazar incautos. Que tiene, incluso, una estrategia: no robar mujeres para evitar alborotos y para no huir con bolsos que lo pueden delatar. Se enfoca en hombres. Quita celulares y billeteras y se deshace de cédulas, carnets y licencias de conducción al botarlas en alcantarillas.Pero el muchacho de 20 años no es el único que se dedica al pillaje cuando las aguas están agitadas. ‘El Flaco’ dice que hay grupos de hasta 50 personas que van al Pascual Guerrero sin boleta, que no tienen intención de entrar y que se la pasan pidiendo dinero a todo aquel que se encuentran.“Se dividen en grupos de ocho o nueve y empiezan a pedir plata. Si no les dan rodean a la gente y la roban. Y ni siquiera entran al estadio”.Uno de los policías encargados de la seguridad del Pascual Guerrero y quien ha liderado procesos de paz entre las barras dice que para combatir la delincuencia que campea entre los hinchas se requiere de una intervención en toda la ciudad y no solamente en los estadios.“La mayor parte de los delitos no ocurren en las canchas. El asesinato del hincha de Millonarios se presentó a varias cuadras del estadio y fue por un descuido del taxista que se metió por un sitio lleno de gente del Cali. Era algo que no podíamos prevenir”, añadió.Y añade que entre las barras oficiales del América y del Cali no hay más de 2000 personas, pero que solamente a la tribuna de Sur le caben 6700 aficionados.Por eso, muchas veces dentro de las canchas también hay situaciones que rayan en lo delictivo. A los escenarios deportivos se ingresan altas dosis de alucinógenos y, en algunos casos, inclusive armas blancas.Según la Policía, en partidos de alto impacto, es decir un clásico entre América y Cali o una final, se pueden decomisar hasta 50 cuchillos a aficionados. Asimismo, se incautan entre 30 y 40 dosis de marihuana.Uno de los uniformados encargados de hacer control en el Pascual Guerrero dice que la poca cantidad de incautaciones es el síntoma más claro de una grave enfermedad: no hay herramientas suficientes para evitar que se burle a la ley.El uniformado dice que en Cali hay 800 personas vetadas para entrar al estadio, pero como no hay medidores biométricos que permitan su identificación, es casi imposible detectarlos.Las requisas son otro problema. Los registros corporales están prohibidos y solo pueden realizarse con una orden judicial previa, así que muchísimas drogas, pilas, objetos contudentes son ingresados en las partes íntimas. Sin embargo, dice que Cali es la ciudad que más seguridad destina al estadio. Mientras 1000 policías custodian los partidos en Bogotá, en Cali son 1300 y el número puede llegar a 1500, dependiendo del encuentro que haya.Además hay 13 puntos de control alrededor del Pascual Guerrero y cinco anillos de seguridad. Pero la Policía pide más apoyo. Dice que se necesita más compromiso de Coldeportes y de la Dimayor para evitar que el fútbol se convierta en un espectáculo de dolor, vandalismo y muerte.

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