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Asonadas contra la Policía, un fenómeno de violencia que crece en Cali

Asonadas contra la Policía generan preocupación entre las autoridades de la capital del Valle. Las dos caras de un tipo de violencia que ocurre cada vez más a menudo en la ciudad.

23 de junio de 2013 Por: Redacción de El País

Asonadas contra la Policía generan preocupación entre las autoridades de la capital del Valle. Las dos caras de un tipo de violencia que ocurre cada vez más a menudo en la ciudad.

Dos muertos y cuatro heridos fue el saldo final de una asonada en contra de la Policía de Cali el pasado fin de semana en Siloé. Al menos 30 personas se enfrentaron con uniformados para evitar que se llevaran detenido a un joven que consumía alucinógenos en la calle a eso de las tres de la tarde. Cuentan que cuando los vecinos vieron que lo subían a la moto salieron a la calle. Armados con palos y piedras evitaron la captura, rodearon a los policías y una gresca inundó los andenes de la zona llamada Las Delicias, en la ladera de la ciudad. Pero sonaron al menos diez disparos y todo fue confusión, gritos de horror, gente corriendo igual que hormigas. Dos muertos, entre ellos la mamá del detenido. Hay quienes aseguran que la mujer murió de un infarto. Otros que la mató una bala. Y luego reclamos, denuncias, más caos, preguntas por doquier. ¿Quién disparó? A pocos kilómetros de allí, en el oriente de la ciudad, el mismo día de la asonada en Siloé, otra turba se enfrentó a las autoridades. Esta vez no hubo heridos. De nuevo pedradas, de nuevo insultos.Esos dos capítulos dejan varias preguntas. ¿Por qué en Cali hay quienes prefieren pelear con la Policía antes que colaborarle a hacer su trabajo?, ¿hay una crisis de respeto por las autoridades en la ciudad?, ¿hay abuso de la autoridad?Un problema de fondoEl policía se quita la gorra, se rasca la cabeza, clava los ojos en el suelo. Tras un breve silencio dice llevar 13 años trabajando en el Distrito de Aguablanca. Afirma que ha visto casi todo, que sabe muchas cosas pero no está seguro de cómo contestar esas preguntas.Tampoco logra entender que esto suceda “¿Por qué la gente que protegemos a veces parece odiarnos y hasta nos ataca?”, se pregunta. “Porque esto es, muchas veces, una zona de guerra. Y muchas veces tenemos que hacer cosas complicadas para poder sobrevivir”.Dice que él ha vivido varias asonadas. Que se ha visto a sí mismo bajo la lluvia de piedras, de palos, de machetes, de armas hechizas, de armas largas. Temiendo no salir vivo.Y entonces admite que ha sacado su arma. Jura que nunca la ha disparado, pero no habla por otros compañeros que se han visto en esas situaciones. Dice que cada quien hace lo necesario para sobrevivir.Afirma que, en parte, por eso es tan difícil ser un policía en zonas de alto riesgo. Luego de 13 años portando el uniforme ha aprendido que es mejor hablar, presentarse ante los vecinos, ganarse la confianza. Por eso es tan duro tener que ser recio a la hora de hacer cumplir la ley. Pero no hay opción. Tiene que hacerlo. Así a veces conozca a quienes detiene y le reclamen por eso, hay que hacerlo.Entonces explica que de unos meses para acá, con la presión del Gobierno para acabar con las ollas de expendio de drogas, de desarticular pandillas y de combatir a las bacrim que se camuflan entre chicuelos de barrio, la tensión ha aumentado.“A veces llegan a los barrios agentes que no son de acá, que no son los policías de barrio, a los que la gente ya conoce, y que son agresivos. Tienen órdenes de desmantelar bandas, de reducir homicidios, de cortar la venta de alucinógenos y además, tienen que hacerlo en un tiempo específico. Por eso no se ponen a charlar. Simplemente actuan y a veces la gente se siente atropellada”.El agente dice que aunque eso pasa, lo cierto es que hay zonas, como Siloé, como Aguablanca, en donde la violencia es pan de cada día. Y la hostilidad contra la autoridad, también.De acuerdo con la Personería, solamente en Siloé hay 26 pandillas compuestas por 450 personas, la mayoría de ellas armadas, que se ganan la vida delinquiendo y muchos de ellos están, incluso, al servicio de bandas del crimen organizado como ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’. “Por eso a veces nos atacan. Porque si les agarramos una droga o les incautamos el arma, ellos pierden plata. Están acostumbrados a arreglar los problemas con violencia, sacando pistolas. El diálogo casi nunca es una opción”, dice el oficial.Entonces mantenerse vivo y con la piel intacta cuando se trabaja en las fauces de los leones no es tarea sencilla. Pero todas las monedas tienen dos caras. En el barrio Marroquín algunos vecinos dicen que el vínculo con la Policía es similar a la de la caricaturizada relación entre gatos y perros.Una mujer regordeta dice que la semana pasada a un chico de 16 años lo enviaron al hospital con un brazo fracturado, luego de una requisa.“Estábamos reunidos afuera de uno de los centros deportivos del barrio cuando llegaron dos policías en una moto, se pasaron por encima de nosotros y se llevaron al muchacho a las malas. Cuando él les contestó grosero, lo empujaron contra una pared y lo golpearon. Le torcieron un brazo, que le quedó fracturado”.La mujer dice que varios habitantes del barrio que vieron la agresión intentaron denunciar al uniformado, pero que no pudieron ver su nombre en el uniforme porque estaba cubierto con un pedazo de tela.En Marroquín dicen que estas quejas se le han transmitido a los altos mandos de la Policía y que sí se han generado cambios, pero eso no significa que algunas agresiones hayan cesado.“Acá al barrio vinieron altos oficiales y en una ocasión se cambiaron a todos los patrulleros de la zona, porque habían sido muy agresivos. Pero, solo la semana pasada se presentó ese ataque a ese muchacho. Eso fue en frente de todos. Incluso de niños. ¿Qué buena imagen proyecta eso? Los niños crecen pensando que la Policía es un enemigo que les va a pegar cuando crezcan”, añade la mujer.Cuadrantes, el gran conciliadorDe acuerdo con una encuesta de percepción de seguridad realizada el año pasado por el programa Cali Cómo Vamos, el 38% de los caleños siente que los policías que patrullan sus barrios contribuyen a mantener la seguridad.Esos policías son los que componen el plan cuadrantes, que van de casa en casa, de negocio en negocio, de parque en parque, presentándose, dando la cara, suministrando sus números de celular y anunciando que permanecerán en la zona.La encuesta revela que el 88% de los consultados conoce al policía de su cuadrante y que un 42% sabe cómo contactarlo en caso de urgencia.Para Mauricio Vásquez, director de Cali Cómo Vamos, el problema de las asonadas no tiene que ver con la mala imagen de la Policía sino más con una necesidad mayor de trabajo pedagógico en barrios en alto riesgo. “La intervención de la Policía es legítima y hay que hacer una labor pedagógica para que los ciudadanos entiendan que hay actos ilegítimos, que ellos ven normales, que pueden ser delitos, como por ejemplo el consumo de sustancias ilícitas”, dice Vásquez.Por su parte, el sicólogo social Nélson Molina, dice que no hay una sola razón para explicar por qué una comunidad se une para atacar a las autoridades, pero para él ese fenómeno tiene que ver con que la violencia está instaurada en la sociedad caleña, además, de que en algunas zonas donde la presencia estatal es menor, los ciudadanos sienten que “la autoridad no lo es tanto”. “No tenemos un contrato social incluyente, es decir que todos participemos de la construcción de la ciudad. No nos sentimos representados por las autoridades”, explica”.Por su parte, el comandante de Policía de Cali, general Fabio Castañeda, afirmó en una entrevista para El País que en Cali hay una crisis de respeto por las autoridades basada en la cultura de la ilegalidad. Y allí podría estar la respuesta al por qué de las asonadas.En otras ciudadesEn la misma semana que se presentaron dos asonadas contra la Policía en Cali, otro hecho similar se presentó en Barranquilla, donde una persona resultó muerta y ocho más sufrieron heridas.La Policía de Barranquilla explicó que en un sector límite con el municipio de Soledad se registró el incidente en el que resultaron heridos cinco miembros de la institución y tres personas familiares entre sí.Al parecer la gresca se desató luego de que un grupo de uniformados ingresó a la vivienda de un mototaxista con la intención de llevarse detenido a un pariente. Los familiares intentaron evitar la detención, generándose un enfrentamiento en el que participaron otros vecinos que atacaron a los uniformados.Una semana atrás, en la población de Tibú, en Norte de Santander, varios hombres atacaron la sede de la Fiscalía. El edificio fue saqueado y varios expedientes fueron quemados por la turba, que se enfrentó también al Esmad de la Policía.

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