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Así le sacó el jugo a sus víctimas 'el escopolaminador del Valle'

Por lo menos 30 hombres dedicados a hacer acarreos en viejos carros y cerca a las galerías, fueron estafados. Según la Sijín de la Policía, nadie antes había utilizado un método similar.

30 de noviembre de 2014 Por: Jorge Enrique Rojas | Editor Unidad de Crónicas y Reportajes

Por lo menos 30 hombres dedicados a hacer acarreos en viejos carros y cerca a las galerías, fueron estafados. Según la Sijín de la Policía, nadie antes había utilizado un método similar.

“Uno amarillo, de naranja o mango para mí. Para él uno rojo”. A los 47 años y ebanista de oficio, José Gildardo Mesa va recordando todo con la triste precisión de alguien que perdió una de las dos formas que tenía para ganarse la vida. “Me perdona las palabras pero se me llevaron medio rabo”, dice por teléfono.Ocurrió el 19 de enero del 2013, sábado. Para hacerle quite a la falta de clientes en la ebanistería, Mesa se había estacionado en la Carrera 11 con Calle 10 de Buga, a pocas cuadras de las galerías del pueblo, ofreciéndose para llevar trasteos y mercados en una camioneta verde arrecife, Mazda 2200 modelo 98, que hace “año y piola” había negociado en quince millones. Llevaba tres o cuatro meses intentándolo con los acarreos.Por la tarde de ese día apareció el hombre: gordo, moreno, amable, de camisa manga larga. A Mesa le parece que la camisa era de color rosado. Negociaron en 75.000 pesos un viaje hasta Tuluá para traer un horno de pizzas y el tipo, sin decir cómo se llamaba, se acomodó en la camioneta luego de pedirle las medidas del volco. Al rato hizo -o simuló- una llamada para avisarle a una mujer que estaba en camino.Llegando al parque Boyacá de Tuluá, mientras esperaban un cambio de semáforo, el hombre se bajó en plena calle y le pidió a Mesa que se parqueara media cuadra más adelante mientras él iba a la vuelta a preguntar por la encomienda. “Cuando volvió dijo que tenía mucho guayabo. Se fue a una panadería y a los dos o tres minutos trajo una chuspa de cervezas y dos jugos, uno amarillo, de naranja o mango para mí. Para él uno rojo”.Pasados cinco minutos, el hombre dio la orden de arrancar hacía la salida a Riofrío explicando que allá les iban a entregar el horno. En un kiosko de gaseosas, mientras esperaban, Mesa, que no había tomado licor ese día, ni la noche anterior y que tampoco fuma, empezó a sentirse mareado. Lo último de lo que tuvo conciencia fue de haber visto la hora en su reloj de pulso: las 4 y 29. “De ahí para allá no sé nada”.Lo que ocurrió con su vida en las horas siguientes lo sabría días después, luego de despertar en el hospital intoxicado con escopolamina y sin carro. Recorriendo sus pasos para entender lo que pasó, en el kiosko de gaseosas le contaron que de un momento a otro se había desparramado como borracho y que así estuvo hasta que entrada la noche una señora dio aviso a la policía. El hombre que lo acompañaba, gordo, moreno, amable, de camisa manga larga, se fue en la camioneta. “Mi mamá me había prestado siete millones para acabar de pagarla, me perdona las palabras, pero se me llevaron medio rabo”.A los ocho meses, citado por la Sijín de la Policía Valle, Mesa se enteró de que casos como el suyo se habían repetido aquí y allá: Palmira, Yumbo, Tuluá, Ginebra, Cartago, Cali. De todas partes se habían llevado viejas camionetas y jeeps Willys a través de la misma modalidad de hurto. Un robo sistemático que hasta el pasado 27 de agostó dejó, según las autoridades, al menos 30 víctimas en el departamento. El intendente John James Marín, jefe del Grupo de Automotores de la Sijín Valle, dice que ese día, cuando al fin fue capturado alias ‘Rigo’, presunto responsable de todos esos golpes, pudo haber caído el primer “escopolaminador en serie” que él conoce. Nadie antes, que sepa el policía, había utilizado un método semejante para robar vehículos así: “Todos eran carros para acarreos, camioncitos, carros de 6, 8 millones, ninguno pasaba de los 15 y ninguno estaba asegurado. Los picaba para vender las partes. Todas las víctimas eran gente humilde. Alguna vez pudo intoxicar a alguien con gaseosa o cerveza, pero al parecer casi siempre fue con un jugo amarillo”.***Para dar un rasgo de la personalidad de ‘Rigo’, el detalle del color de los jugos -irrelevante en el proceso judicial- es recordado por uno de los policías que durante siete meses estuvieron acopiando pruebas para capturarlo. El 27 de agosto, después de haber sido detenido en un bar de Pereira donde celebraba su cumpleaños, ‘Rigo’, medio en broma, medio en serio, dijo al aire que la decisión de diferenciar los colores de las bebidas que utilizaba la tomó un día en que se confundió con los jugos y él mismo terminó intoxicado. ‘Rigo’ nació en Viterbo, Caldas, tiene 38 años, mide 1.77 y de acuerdo con el subintendente Sierra, otro de los investigadores que estuvo siguiéndolo, es un hombre “conversador y dicharachero”. “¿Cierto muchachos que esto es una broma por mi cumpleaños?”, les dijo a las autoridades cuando le informaron de su detención.La investigación formal fue abierta en noviembre del 2013, a partir de la denuncia de un hombre de Buga, dedicado también a los acarreos, que había sido escopolaminado. En una región como el Valle del Cauca, donde 247 carros fueron robados en el transcurso de ese año, el caso de una vieja camioneta extraviada pudo haber sido uno de tantos sino fuera por la coincidencia con los hurtos que para ese momento ya había advertido el Grupo de Automotores de la Sijín. “Sabíamos que estábamos buscando a un mismo delincuente y a partir de ahí hicimos un mapa de sus movimientos. Al principio su centro de operaciones parecía ser Buga. Por la galería Satélite, varias víctimas aparecieron en los hoteles que hay cerca; luego se movió al norte del Valle y los escopolaminados aparecieron en Cartago. Comenzamos a hacer el recorrido con las víctimas, íbamos en un carro con ellas, parábamos donde pararon, cogíamos las mismas rutas buscando pistas, pero durante buen tiempo no encontramos nada. Cada que arrimábamos a una estación de gasolina o a un sitio donde hubiera cámaras era una frustración: no había videos o la cámara estaba apuntando hacia un ángulo muerto. Fue en el video de una cámara de seguridad de una panadería en Cartago donde por primera vez vimos en acción al sospechoso”, cuenta el jefe del Grupo de Aumotores, el intendente Marín.En el video, desplegado en la pantalla del computador de su oficina, ‘Rigo’, gordo, moreno y aparentemente amable cuando pide dos bebidas al dependiente, alcanza a verse cuando se retira hacia un costado del mostrador para mezclar algo en uno de los jugos que se llevó con con las botellas destapadas. El video sin embargo no fue suficiente para su identificación. Fue hasta diciembre, cuando yendo de un lado para otro detrás de indicios, rumores y rastros difusos, los investigadores tuvieron el nombre de pila del presunto escopolaminador gracias a la información de “una fuente humana relacionada con la venta de autopartes y la reducción de carros robados”. Pero aún así ‘Rigo’ siguió siendo un fantasma: “Íbamos por un lado y él iba por el otro”.Y así hasta el 8 de julio de este año, cuando en Finlandia, Quindío, fue detenido por haberle robado una camioneta Chevrolet de estacas a un transportador que apareció en la habitación de un hostal de Armenia ubicado en la calle 15 con carrera 20. Aunque el Juzgado Cuarto de Control de Garantías dejó libre a ‘Rigo’ por considerar ilegal su captura (uno de los argumentos, no haber sido detenido en flagrancia), fue entonces cuando las autoridades establecieron su vinculación con otros casos: hurto calificado en el 2009 y falsedad personal y extorsión en el 2010. “El tipo estaba tranquilo, se le notaba el recorrido. Cuando alguien lleva tiempo delinquiendo no teme, sabe cómo hacerle el quite a los procesos judiciales”, recuerda un periodista judicial de la Crónica del Quindío, que el 9 de julio cubrió la audiencia de legalización de su captura. Poco después, el Gaula del Quindío y la Sijín de Risaralda también comenzaron a buscarlo. A través de interceptaciones telefónicas y muchos trasnochos, cuenta el intendente Marín, él y sus investigadores precisaron que ‘Rigo’ vivía en Pereira y que se apoyaba en dos hombres más: alias ‘El Tuerto’, presunto cómplice en la mayoría de hurtos del 2014, y alias ‘Camacho’, presunto reducidor de los carros. Según estimaciones de los investigadores, dos días le bastaban a ‘Rigo’ y sus compinches para sacarle el jugo al golpe y convertir una camioneta en un puñado de billetes.Pese a que el monto total del robo fraguado por el presunto escopolaminador es incalculable, si cada carro fuera promediado en diez millones, la estafa que hizo rondaría los 300 millones de pesos. La orden de captura emitida por la Fiscalía lo sindica de concierto para delinquir, hurto agravado, hurto calificado y receptación. “El 27 de agosto del 2014 lo capturamos después de dos semanas sin saber de él. En una última llamada había dicho que se iba a hacer unos trabajos buenos. Hasta que llamó a avisar que el día del cumpleaños regresaba a Pereira para beber y nosotros ya sabíamos en qué bar se reunía con su gente”.El intendente Marín es un musculoso muchacho de 35 años que empezó en la Policía desde los 17. Nació en Salamina, Caldas, y es perito experto en automotores; durante diez años estuvo revisando carros en los patios de la Sijín Cali y por eso es capaz de establecer, casi de vista, cuando un vehículo tiene algún lío. Desde su oficina en Palmira, adornada por afiches de autos y réplicas en miniatura, confiesa que aunque ha desmantelado varias bandas dedicadas a robar carros ninguno de sus logros lo ha dejado tan satisfecho como este. “Es que mire las personas perjudicadas, toda gente trabajadora que había comprado esos vehículos con mucho sacrificio. En algunos casos, gente que dependía de eso para vivir. Ahora hay que esperar el juicio; ojalá ‘Rigo’ haga un preacuerdo y diga si todavía hay carros enteros, que diga donde están”.La esperanza del investigador es, efectivamente, la misma de las víctimas. Como la del ebanista de Buga, José Gildardo Mesa, que apoyado en una fe de cuatro patas confía en que un año y diez meses después de aquel jugo amarillo, de naranja o mango, su camioneta verde arrecife todavía pueda aparecer.

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