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“A mis compañeros los mataron por física cobardía”: Sigifredo López

El ex diputado del Valle narra su versión sobre la muerte de sus compañeros.

6 de febrero de 2012 Por: Redacción de El País y Colprensa

El ex diputado del Valle narra su versión sobre la muerte de sus compañeros.

“Las cosas empezaron el jueves 14, eran las 4:00 p.m., yo dormía en el mismo cambuche con Ramiro Echeverri. En otro estaban Juan Carlos Narváez con Edison Pérez, los guerrilleros habían hecho una muralla de palma para que no pudiéramos hablar con los otros ocho compañeros. Rufino estaba con Pacho, Héctor con Jairo Hoyos y Alberto Quintero con Carlos Charry. Nos tenían separados porque decían que éramos como los leprosos. Ese día habíamos solicitado que nos cambiaran el plástico porque estaba roto y el plástico nuevo lo partimos, le dije a Ramiro que solo necesitaba un pedazo.A un guerrillero le pareció que estábamos hablado duro y nos dijo: dejen la ‘hp’ bulla. Le contesté que nos hablara con respeto. Eran las 4:30 p.m. y llegó la comida. Cuando estaba terminando de cepillarme, llegó el segundo al mando y dijo: gordo camine. Para dónde, le pregunté, me dijo camine. Como sabía que la cosa se iba a poner caliente y que terminaríamos todos encadenados, obedecí.Iba para el sector sur en donde estaban los guerrilleros. Me bajaron un poco, como 30 metros detrás de mi caleta -Así le decíamos allá a la cama- entonces le pregunté al comandante que por qué me llevaban, dijeron que era un insubordinado con el guardia. Llevaron una cadena de camión y me la pusieron en las manos. A las 7:30 de la noche me llevaron al otro extremo del campamento, y ahí dormí.Al otro día me quedaban de frente los compañeros. Estaba amarrado a una palma de chonta y con las hojas hicieron una muralla para aislarme. Al día siguiente me subía sobre la caleta para brujear y ver los compañeros, nos saludábamos.Muchas ráfagasLlegó el lunes 18 de junio. Después de almorzar escuché dos disparos de afuera hacia adentro. Después, otros dos disparos. Pensé que era un rescate, dije: ‘Dios mío protégeme, te encomiendo a mi familia’. Me tiré al suelo y después de tres minutos empecé a oír ráfagas, muchas ráfagas, eso duró unos cinco minutos.También escuchaba gritos como de guerreros, como gente en la pugna y escuché la voz del ‘oficial’ que ordenó mi encadenamiento: ‘No los dejen ir’, repitió dos veces. Luego pararon las ráfagas y llegó un silencio de unos cinco minutos, yo me quedé en el piso. Al rato vi, por un hueco entre las hojas, que venían unas botas caminando rápido. Me senté, esa persona llegó y se ubicó detrás de la muralla de hojas, como revisando el candado, era mi guardia.Se sentó en un tronco. Luego se paró. Después vino otro guerrillero y se devolvió a preguntar qué hacían conmigo. Intenté mirar por encima de la muralla de palma. Pero el guerrillero que me vigilaba me lo impidió. Unos minutos después regresó el otro y me dijo que empacara. Tenía una colchoneta que me protegía la espalda y ahí metí lo de aseo.Me sacaron dando una vuelta, al pasar por el campamento vi a unos ‘oficiales’ y les pedí que me dieran el maletín. Me respondieron que no jodiera, que se metieron los chulos –así se referían al ejército-. Yo sí había visto los rostros desfigurados de los otros guerrilleros, me dijeron: Agradezca que está vivo.No vi a mis compañeros, no vi cuerpos allá, entonces pregunté que si (a mis compañeros) ya los habían sacado. Me contestaron que sí.Continuamos caminando por una quebrada, algunos guerrilleros ya estaban de salida. Llevándome de la cadena. Así subimos 30 minutos a un cerro. Me sentaron. Al rato uno de los ‘oficiales’ ordenó que me escondieran.Fueron los del Frente 29Al otro día, el martes, me subieron a un sitio en donde habíamos estado hacía un año, me amarraron a un palo y me tuvieron hasta las 4:30 de la tarde. Así estuve el martes y miércoles, ese día a las diez de la mañana llegaron tres guerrilleros y me preguntaron qué había visto el lunes, les dije que nada, que escuché tiros.Preguntaron: ¿Qué cree que pasó? No podía decirles nada porque no sabía. Yo me había hecho preguntas, imaginaba cosas. Descarté un intento de rescate militar porque no escuché helicópteros, si fuera así la guerrilla no estaría ahí. Así se quedaron las cosas.El sábado, a eso de las nueve, llegó un comandante. Como a los 15 minutos me llamó y me dijo: ¿qué lectura le da a lo que pasó el lunes? le repetí, no ví nada, solo escuché.- ¿Tiene algo que decirme?- le pregunté.- No tengo nada para informarle- fue la respuesta del comandante.Luego me soltaron la cadena, media hora después prendió la planta y el computador. Allá dormí sábado y domingo. Unos guerrilleros, que no puedo identificar porque los fusilan, me dijeron que unos ‘güevones’ del Frente 29 se metieron sin avisar unos días atrás.En el momento en que le iba a preguntar por mis compañeros no pude seguir conversando. El domingo siguiente, el comandante había entrado con seis u ocho guerrilleros.Entonces, llegaron los otros, y el guardia que estaba allí. Yo estaba mirando a qué hora entraban mis compañeros. Aunque solo fuera para verlos. Sólo cruzar las miradas daba mucha alegría.Pero entonces me dijeron: -voltéese, deje la miradera pa’ allá-. Traté de mirar, pero me la pusieron maluca. Me tocó hacerles caso, me voltee. No pude ver nada. Eso pasó el domingo.Pero el jueves 28 de junio, a las cuatro de la mañana, que es la hora en que usualmente uno se despierta puse el radio. Fabiolita Perdomo estaba hablando en una emisora, y decía que había leído un comunicado de las Farc, que un grupo armado desconocido había ingresado al campamento y en el fuego cruzado, en el combate, habían sido asesinados los once compañeros, incluso, decía que se había salvado Sigifredo López, porque en el momento no se encontraba ahí.-¿Cómo así?-. No lo podía creer. ¡Por Dios, si a mi me dijeron que los sacaron! Yo me imaginé que eso era posible, pero como me habían dicho que los habían sacado, entonces había descartado esa posibilidad.Me llegó el desayuno como siempre, a las 6:15 más o menos. Le dije al ‘recepcionista’ (así llaman ellos al que atiende en el día) que me comunicara al comandante que acabo de oír esto, le conté.Como a las siete llegó el tercero al mando, y me dijo: le mandan a decir que todo lo que ha escuchado es verdad.Los trasladaron para entregarlosEn un paraje apartado de Nariño, las Farc enterraron a los once diputados. Hasta allá fue la comisión humanitaria que trajo sus cadáveres el 9 de septiembre del 2007. Una misión forense de la OEA determinó que fueron bañados, cambiados de ropa y movidos del lugar donde murieron. Último adiós en la AsambleaEn medio de las expresiones de repudio y dolor por el asesinato de los once diputados del Valle, los caleños y vallecaucanos les rindieron honores de mártires y sus cuerpos estuvieron en cámara ardiente en el mismo recinto de donde fueron sacados para morir.

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