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“A Iglesia, Estado y guerrilla nos falta mucha autocrítica”: monseñor Monsalve

El arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, habla sobre las negociaciones de paz, el paro agrario y la violencia en la ciudad.

8 de septiembre de 2013 Por: Ana María Saavedra | Editora de Orden

El arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, habla sobre las negociaciones de paz, el paro agrario y la violencia en la ciudad.

Escuchar al arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, hace recordar ese fragmento de la biblia en el que Jesús expulsa a los mercaderes del templo. Monseñor habla duro y es crítico con los poderosos, con el propio Gobierno, e incluso con su propia iglesia.Desde su llegada a Cali en el 2010 como arzobispo coadjutor ha sido polémico en sus declaraciones. Y hace pocos días participó en la liberación de un canadiense plagiado por el ELN en Bolívar. Es un sacerdote con compromiso social y sobre todo con la paz. Por eso, desde la arquidiócesis que dirige organizó la Semana por la Paz, con la que asegura, busca “llegar a cada hombre y mujer del país con un llamado al deber ciudadano con la paz. La paz es la matriz ética de una sociedad. La paz comienza en cada conciencia, en el espacio de cada persona, de cada pareja, bajo cada techo”.Monseñor, usted es el arzobispo de Cali, una ciudad que lleva más de una década con un alto nivel de homicidios y siendo una de las más violentas de Colombia. ¿Por qué cree que pese a todas las medidas que se anuncian cada cierto tiempo, no hemos podido derrotar la violencia?Ha crecido mucho la ciudad desde el punto de vista demográfico y cuando crece los fenómenos se multiplican. Ahora es más visible la violencia y más dolorosa. Pero también ha crecido la paz, hay poblaciones enteras con una índole pacífica. Claro que es una paz pasiva, la paz activa la tienen pocos. En cambio, la violencia activa se siente mucho. Crecen las violencias intrafamiliares, las pandillas, las bandas y organizaciones criminales. Crece el espíritu destructivo, el bulling o matoneo en las instituciones educativas. Todos esos fenómenos nos indican que el país tiene que revalorar su matriz ética.Hace cinco meses creó el Observatorio de Realidades Sociales, ¿qué función cumple?La Iglesia no puede entregar el evangelio como un producto de congelador. La iglesia Católica es comunidad y en ese sentido tiene que tener un impacto social. Los observatorios sociales son mecanismos de observación y seguimiento a los fenómenos urbanos y rurales para identificar el impacto del evangelio en la sociedad y tomar medidas.Nosotros tenemos una red grande que son las parroquias, que son alrededor de 160, deberían ser 300, estamos a la mitad. Y una red de instituciones educativas y sociales de beneficencia, todas estas redes hay que vincularlas con un sentido de impacto colectivo.¿Qué realidad han descubierto?Estamos descubriendo cosas. Lastimosamente la degradación en algunos sectores poblacionales por vía de miseria se ve gravemente impulsada por la presencia de las bandas criminales, el narcotráfico y de la economía ilegal, que es gigantesca, la de la extorsión, de las plazas de vicio, del negocio de las armas, la pornografía. Claro que también hay degradación por opulencia, de gente metida en vicios y en violencias.Entonces, la respuesta es comprometernos a todos, no podemos seguir frente a este tipo de sociedad muy orondos y lirondos con las cifras de ganancias de bonanza económica, como las cifras del sector bancario, que uno dice que voracidad o del sector minero. ¿Y dónde está la responsabilidad social? ¿En el observatorio han analizado por qué nos seguimos matando?El asesinato es terrible. Colombia tiene que darle la espalda a la mentalidad de limpieza social, a la mentalidad de autodefensa, a la de la lucha armada, de aprendizajes como el que han hecho sujetos como Yair Klein. Un país no puede traer los caínes a entrenar a los colombianos y engendrar más caínes.Monseñor hace poco tiempo se publicó el informe Basta Ya, que eran las cifras e historias del conflicto en Colombia. Pero pareció que no movió las fibras de las personas...Es un informe terrible. Son cifras que le revienta a uno el alma por el horror de esos hechos con esa crueldad. Un país con 40.0000 secuestros en 40 años, que en estos años ha permitido que se le asesinen más de 200.000 personas, eso es impresionante. Eso ya no es una enfermedad, ni epidemia ni pandemia, esto es una tragedia que exige una reacción inmediata. En Cali ya estamos viendo situaciones parecidas a las de Buenaventura donde aparecen cadáveres descuartizados...Cali tiene zonas dominadas en su territorio por bandas criminales. Lastimosamente eso es cierto. Quién podrá decir en Cali que no lo ha afectado la delincuencia, las bandas de ladrones, hasta nosotros hemos sido víctimas.Hay muchas bandas delincuenciales que penetran todos los espacios. La gente se pregunta donde está la eficacia de los cuadrantes, dónde está esa labor.Usted decía que en Cali faltaban líderes...Permítame que sea más bien cauto para hablar del tema político en la ciudad. Con el Observatorio estoy muy interesado en conocer mejor lo qué está pasando. Creo que el momento es bueno. Sea como fuere, las megaobras y el MÍO le cambiaron la dinámica a la ciudad. La ciudad tiene un rostro muy renovado en muchas cosas. Me parece que en lo social nos tenemos que vincular todos para lograr que sea muy armónico, no simplemente que tengamos unas obras pero se van poblando de violencia.Las conversaciones de pazUsted fue invitado por el ELN a la liberación del canadiense Gernot Erik Wobert, ¿cómo fue ese acercamiento, por qué lo eligieron?Yo llevo 20 años de obispo trabajando en estos temas en lo urbano y rural, aunque con un estilo de bajo perfil pero con constancia e imparcialidad. Y fui obispo de la zona cercana de donde estaba el canadiense (fue obispo en Santander). Pienso que esos son lo motivos e iré las veces que me llamen.¿Qué pudo percibir de la comandancia del ELN?Fue una experiencia muy interesante el encuentro allá con la comandancia y con los guerrilleros y guerrilleras. Percibí seriedad en planteamientos, voluntad para llegar a acuerdos, cordialidad para solicitar la cooperación nuestra. Claro, uno no deja de sentir la dureza de esa opción y la crueldad de esos métodos como el secuestro.¿Y el encuentro con el canadiense?El encuentro con Gernot Erik fue muy emotivo. Uno se encuentra con una persona sometida a siete meses de caminadas, de lesmaniasis, de tensiones. Nos habló del temor que le daban los jaguares y el oso pardo. Siempre veía las señales de esos animales. Cuando nos despedimos el comandante le decía perdónenos porque le hemos daño físico, psicológico a usted y su familia. Ellos justifican esto con la protección de unas zonas y unas poblaciones, que dicen, que sin esa protección se verían sometidos a la ley salvaje de la economía, sobre todo la de extracción minera.¿Es una guerrilla dispuesta a pedir perdón a las víctimas?Sí, ahí hay disponibilidad. Lo que pasa es que ha habido demasiado dogmatismo. Colombia ha sido o sigue siendo polarizada, tiene que despolarizarse.Hablando del acuerdo, hace poco uno de los representantes del Gobierno en La Habana reconoció que el proceso de paz con las Farc vive un momento de crisis, ¿usted cree que se llegue a un acuerdo?La violencia es un desgaste brutal para el país. Creo que la gente quiere parar la guerra y el mundo está evolucionando a una nueva primavera social. América Latina tiene una voluntad más hacia la revisión de los modelos sociales y con participación popular. Colombia no puede anclarse.Esa voluntad la estoy percibiendo en el ELN, la percibo en las Farc que van entrando en una línea de autocrítica y de recuperar la conexión con lo político.Pero hay veces se ve a unos líderes de las Farc tan desconectados de la gente, de las víctimas al no reconocerlas. Y eso genera en la sociedad más rechazo a las Farc y que la gente no les crea...Yo le hablo como Iglesia. Escuché algunos apartes del sermón de Pablo Catatumbo, que nos sermoneó a nosotros la Iglesia por no haber sido suficiente púlpito de paz y reconciliación y nos calificó como iglesia del régimen. Pero a mi me gusta que los labios de estos hombres, espero en una actitud sincera, estén hablando de contrición y de reconciliación. Hay que ser autocríticos, ni el Estado, ni la sociedad ni la iglesia colombiana, ni la subversión hemos sido autocríticos. A veces no es permitido ni que se toque ni que se hable del modelo económico que tenemos, lo vemos como un becerro de oro y la monedita tiene por un lado unas locomotoras y por otros los tres huevitos. No, el modelo de hoy es eficiente pero no es un becerro de oro y hay que hacer ajustes a las políticas económicas para poder involucrar más a la producción nacional.Usted dice esto en medio de las marchas y el paro agrario. El obispo de Tunja hacía un llamado para que no se deslegitimara la protesta social del campo tachándola de vándalos e infiltrados por las Farc, ¿qué opina?Respaldo a monseñor Luis Augusto Castro que es una de las cabezas bien puestas que tiene esta sociedad colombiana.El TLC es una desigualdad gigantesca. Colombia no tiene derecho a la igualdad y reciprocidad, no sé como países ricos y poderosos firman unos tratados en donde llevan todas las de ganar y no se dan cuenta que esos productos van hundiendo más a una sociedad como la colombiana. Aquí no tenemos las garantías productivas.Es justo desde todo punto de vista el que la gente reclame. Claro que hay que evitar la voracidad, no se trata de reventar un Gobierno y permitir intereses oportunistas y electoreros, sino que se trata de buscar juntos ajustes sin dogmatismos.Pero el Gobierno ha denunciado una infiltración de las Farc...No creo que haya infiltración, lo que creo es que hay un afán de conectar sus ideales con los ideales sociales en el país. Por ejemplo, el ELN desde siempre ha apuntado al problema petrolero y minero, ahora presenta una agenda más amplia que se está tratando de discutir en el principio de las conversaciones. Las Farc siempre han apuntado sobre el problema del campo, entre otros. Creo que estos temas les han permitido tener organizaciones de base que tienen esos ideales sociales y políticos. Lo importante es que ahora los conviertan también en movimiento político.Es una manera irresponsable, sacudirse las manos diciendo esto es infiltración de los bandidos. Este discursito es muy desgastado porque en estos paros hay mucho más que el discurso de las guerrillas.La sensación de la gente es que las Farc se convirtieron en los victimarios de los campesinos y del país, por eso es tan difícil creer en que tengan un proyecto social...La subversión ha sido cruel, ha tenido métodos inhumanos, ha prolijado la liquidación de las organizaciones sociales por el extremismo en estos métodos y de ideología. Hoy se les puede señalar todos esos defectos, pero miremos también hacia nosotros, hacia la dirigencia social a ver que hemos hecho. Cuál es el desastre de la corrupción, el desastre de la búsqueda del lucro sin límites. Sus palabras pueden causar roncha. ¿No teme por su vida, por su seguridad?No, yo la verdad le entrego mi vida a Dios y me siento protegido. Nunca he aceptado un esquema de guardaespaldas. Buenaventura”Estamos pidiendo que haya una intervención humanitaria, que si no lo hace el Estado, la haga la comunidad internacional, pero que no se deje a Buenaventura bajo el imperio de los violentos y los corruptos”.”En Buenaventura confluyen muchas cosas y es compleja la situación. Lo más claro es la indefensión. La gente está en manos del actor armado, es él el que maneja el territorio. Está sometida a la dependencia del Estado, manejada através de la politiquería y la corrupción, con pequeños auxilios e intervenciones esporádicas”.”Se ve una realidad de asesinatos, de picaderos de gente, ahora hablan de las licuadoras de cadáveres, los desplazamientos urbanos y el desempleo. La ruptura entre el esquema económico del Puerto y la realidad social. Una violencia ligada al tema de minería, al maderero, vinculada al tema portuario, a los desarrollos de las vías, a todos los desarrollos económicos”.

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