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Se aconseja establecerles límites a los niños en los espacios en los que puedan usar tecnología, sacar las pantallas de sus cuartos para que ellos se empiecen a conectar de manera real y se les reduzca el riesgo de ciberdependencia. | Foto: Foto: fotolia.

Los riesgos que corren los niños que permanecen hiperconectados

El uso excesivo de las nuevas tecnologías les están haciendo perder habilidades para socializar y empatizar con otros.

20 de junio de 2017 Por: Luz Stella Cardona / Reportera de El País

Según un estudio elaborado por Family.tv en conjunto con Yeep! Kid’s Media, sobre el consumo de medios de niños, adolescentes y padres en América Latina en 2017, el 54 % de los latinos tienen acceso a Internet y se estima que en promedio pasan 22 horas conectados.

El mismo estudio advierte que cerca del 35 % corresponde a niños entre los 0 y 14 años y adolescentes entre los 15 a 19 años, (26% y 9% respectivamente).

Asimismo, después de los 12 años, el 60 % de los adolescentes reciben su primer teléfono móvil por lo que comienzan a interactuar con redes sociales, navegan y chatean.

En el caso de Colombia, el 43 % de los niños que se encuentran en Internet ven videos en línea. Entre tanto, buscar información para hacer la tarea es uno de los principales usos por los que acceden a Internet con un 51 %.

De igual forma, información del MinTic, revela que el 91 % de los adolescentes colombianos entre 12 y 17 años se conectan a Internet haciéndolo en un 58 % por medio de un Smartphone descargando aplicaciones relacionadas con juegos, música, redes sociales y entretenimiento en general.

Pero, esta hiperconectividad digital que viven los menores actualmente no solo ha modificado su forma de relacionarse con los demás seres humanos, también está alterando su desarrollo social, motriz y cognitivo.

Generación Centennials

Cabe anotar que la nueva generación nacida en el año 97, conocida como Centennials o Generación Z - entre los 0 y 18 años -, es la primera generación verdaderamente nacida en la era de la informática.
Por eso, en este grupo, la edad promedio para tener su primer Smartphone es de 9 a 10 años, de tal suerte que no es casualidad que sea la generación que más se conecta por dispositivos móviles.

Pero aunque las nuevas posibilidades de acceder al conocimiento y de intercambiar información en línea les ha abierto las puertas a mundos insospechados, también es cierto que el uso excesivo de las nuevas tecnologías los está desconectando de la vida real.

Al respecto, el profesor Juan Carlos Cuervo, investigador del Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana, señaló que la cantidad de tiempo que pasan los menores con los dispositivos, aún cuando en muchas ocasiones están actuando con grupos de personas, chats, o redes sociales, les está haciendo perder la habilidad de socializar frente a frente con otras personas.

Para el académico, los Centennials tienen un acercamiento casi biológico desde el punto de vista evolutivo en lo que tiene que ver con los dispositivos móviles, pantallas y aparatos electrónicos porque ellos nacieron con eso, está casi marcado en su ADN, dijo.

En esa medida advirtió que si lo que se busca es que ellos vuelvan un poco a lo que sucedía en las generaciones anteriores, que jugaban a las canicas, trompo o yoyo, juegos que eran más de socialización, de contacto y de estar frente a frente con otras personas, se requiere que desde la familia, los padres comiencen a darles el ejemplo, en el que se dé la importancia no del juego como tal, sino de recuperar el contacto humano con los demás y especialmente entre padres e hijos.

Una de las cosas asociadas con este nivel de conectividad, agregó el profesor Cuervo, está estrechamente relacionado con el sedentarismo, que se acentúa con el uso prolongado de pantallas, video juegos y de situaciones que hacen que los chicos pierdan la capacidad física.

Esto conlleva a que su capacidad mental para socializar, para entender a las demás personas en su discurso, en sus palabras; para entrelazar de alguna manera los sentimientos, las emociones de las cosas que le suceden, simplemente se pierdan.

“Probablemente algunas personas pueden decir que su capacidad mental ha mejorado en términos de que tiene una habilidad para resolver un asunto electrónico o descifrar un sudoku digital, pero se van perdiendo habilidades que tienen que ver con la vivencia y la interacción de las personas”, subrayó.

Pero lo más grave sería sin duda la falta de empatía que se evidencia en la incapacidad de ponerse en los zapatos de otro, pues los menores crecen en un mundo totalmente individualista, autónomo y en cierta forma artificial.

“Cuando estos muchachos tengan que enfrentarse a la vida real, simplemente no tendrán herramientas porque han vivido tanto en un mundo digital que habrá muchas cosas que para ellos serán nuevas. Por ejemplo, no sabrán qué hacer cuando una persona esté sintiendo dolor o tenga hambre y necesite ayuda, o cuando un animal esté siendo maltratado. Esas cosas se aprendían cuando jugabas en la calle y te lastimabas y recibías ayuda”, enfatizó.

Ciberdependencia, la nueva droga de los jóvenes

Para la psicóloga Viviana Quintero, coordinadora TIC e Infancia de Red Papaz, la recomendación de la entidad es cero pantallas antes de los 3 años de edad.

“Entre los 4 y más o menos 9 años de edad, cuando un niño se hiperconecta lo que pasa es que aumenta la probabilidad de que desarrollen conductas de ciberdependencia, entonces estos niños pueden desarrollar una dependencia a la tecnología que es equiparable con la dependencia, por ejemplo, a las drogas”, expresó la profesional.
Ellos, añadió, empiezan a sentir que tienen que estar conectados, presentan ansiedad cuando no están frente a una pantalla o un computador, y les cuesta trabajo desconectarse una vez han estado sentados al frente de la pantalla.

“El problema es que cuando ellos han sido dependientes y entran a la adolescencia comienzan a sufrir de aislamiento, esto les va a generar muchas dificultades para establecer relaciones con otros, lo que va a afectar su desarrollo social y cognitivo, porque cuando los niños pasan demasiado tiempo conectados o en multitareas con varios dispositivos se empiezan a alterar sus funciones ejecutivas que son las que permiten el raciocinio, la memoria y el control de impulsos”, explicó Quintero.

Por ello, insistió en que es muy importante establecer límites y reglas explicitas para el uso de tecnologías: a qué sitio se puede entrar; en qué horario; cuánto tiempo se puede estar conectado y en qué redes sociales pueden interactuar.

A veces, anotó la psicóloga, los adultos creen que los niños saben cómo hacerlo, pero, según dijo, no hay nada en la vida que le diga a un niño cómo comportarse en Internet y, por lo tanto, deben ser los padres quienes se lo enseñen.

Otro punto muy importante es promover que ellos tengan actividades alternas que no incluyan el uso de pantallas.

“Actividades extracurriculares en el colegio, al aire libre, que impliquen el relacionamiento con otras personas de la familia o con amigos suyos, pero relacionamientos reales. Asimismo, establecer límites en los espacios en los que se puede usar tecnología, sacar las pantallas de los cuartos para que ellos se empiecen a conectar de manera real con otras personas y se reduzca el riesgo de ciberdependencia” puntualizó.

Amanda Arias, subdirectora de talento humano del parque Mundo Aventura y sicóloga de profesión, asegura que “definitivamente sí existe una relación directa entre el desarrollo de habilidades en los niños y sus actividades al aire libre. Cuando los pequeños se enfrentan a las diferentes atracciones y escenarios de un parque como el nuestro, obtienen herramientas que van a servirles para mejorar su motricidad y su confianza, e incluso, temas como la comprensión y las relaciones interpersonales”.

Dijo también que otros tipos de inteligencias que se potencializan en espacios como los parques de diversiones son la Inteligencia Lingüística que se desarrolla con las atracciones de narrativa, cuentería y teatro; la Lógico-matemática, con juegos como rompecabezas o roles de compras en los que se calcula el valor de las cosas; la Naturalista-científica, en la que se relaciona a los niños con la naturaleza y los animales; la Artístico-espacial, con la pintura, construcciones, mapas, figuras de barro o arcilla; la Musical, con las actividades de danza, conciertos y práctica de instrumentos; la Interpersonal, con juegos en grupo y la Creativa, con la fabricación de manualidades.

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