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Los cubanos Habana con Kola y su 'Vente Negra', de paso por Cali

Habana con Kola, el sexteto cubano que sedujo a los salseros caleños a través de un video de YouTube, trae a la ciudad su rumba llena de poesía.

18 de mayo de 2012 Por: Pedro Navaja | Especial para El País

Habana con Kola, el sexteto cubano que sedujo a los salseros caleños a través de un video de YouTube, trae a la ciudad su rumba llena de poesía.

Como tantas otras que nacen de las entrañas del Sur, esta historia lleva en sus caderas la cadencia de un son, en su garganta la sabrosura de un ron y una cicatriz de herida profunda en el corazón. Esta historia tiene nombre de brindis. Se titula Habana con Kola, y sus protagonistas están en Cali para cumplir una cita que empezó a pactarse por allá en el 2010, cuando la ciudad encendía las luces de su lujuriosa feria decembrina. En los últimos días de ese año un son cubano atravesó el Atlántico y a través de Internet se coló en los subterráneos de la salsa caleña. Venía empaquetado en un video de Youtube que ya acumula más de un millón de reproducciones. El Dj Mauricio Díaz fue el primero en difundirlo a través de su espacio radial ‘Fusión Salsa Magistral’. Poco después alguien lo dejó sonar en el Encuentro de Melómanos de ‘Ciudad Salsa’, y en cuestión de días su pegajoso coro se había convertido en himno obligado dentro del circuito de las salsotecas: “Vente… vente negra, vente pa’ mi Continente”. .Desde ese momento Dono Arango, el músico cubano que escribió la canción mientras vagaba por las calles de Barcelona inundado de recuerdos, recibió una avalancha de mensajes vía web. En un lejano lugar llamado Cali, su voz, su figura, y la banda que le acompañaba, habían seducido a los salseros más exigentes.En esta ciudad de mulatas imposibles, donde las esquinas están plagadas de Salsa, el son de las negras ausentes y los corazones rotos marcaba historia.Coctel de poesía y rumbaLa receta que se inventó en 1.898 y que el mundo conoce como ‘Cuba libre’, es simple: en un vaso con hielo se mezcla un poco de ron blanco con refresco de cola y después se agregan unas gotas de limón. Pero, de manera inevitable, aquellos que debieron dejar la patria de Martí por voluntad o por fuerza, también le agregan lágrimas masticadas en silencio y nostalgias de un lugar y sus costumbres. Cuando se juntaron, allá por el 2009 en Barcelona, el cantante Dono Arango y el guitarrista Carlos Lage ya traían todo eso en el alma, después de vivir casi una década en la fría Europa. Pero, como dice Dono, hubo algo más: “Carlitos le puso la trova y yo le puse la calle”.Carlos Lage, músico de La Habana, inició su formación a la sombra del movimiento de la Nueva Trova, de la mano de grandes como Vicente Feliú,Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. Donoban Arango, cantante y compositor de Camaguey, es un hijo del Cabaret, del que heredó el arte de la escena y un magnetismo personal que potencia aún más su prodigiosa voz.Y Habana con Kola, el proyecto en el que se unieron con otros cuatro músicos, no es más que la conjunción de dos cosas que los mantienen vivos, aún sintiendo la herida de haber dejado su tierra: la poesía y las tradiciones de la cultura cubana.El primer disco del sexteto, grabado en el 2010 con un modelo de autogestión alejado de la gran industria discográfica, marca distancia frente a otros proyectos musicales de raíces cubanas surgidos fuera de Cuba. “Queremos hacer una música bailable que siga los patrones de la tradición cubana, pero que se distinga por tener una expresión poética predominante en las letras”, dice ‘Carlitos’.¿Rumba con poesía? Claro que es posible. Aunque pocos lo saben, para afianzar la letra de ‘Vente negra’ Dono Arango utilizó apartes de un bello poema de don Nicolás Guillén: La tarde pidiendo amor.Y cuando la letra se puso en el fogón de un sexteto que conjuga guitarra, percusión, bajo, trompeta y tres, se cocinó una fusión minimalista, equilibrada, delicada y deliciosa. El de Habana con Kola es, ante todo, un sonido honesto, creado quizá más para exorcizar la soledad, que para buscar grandes reconocimientos. “Tratamos de expresar lo que vivimos”, dice Carlos con su cálida sencillez. Pero hay mucho más que eso en este trago: una desesperada carta de amor a Cuba, un intento por recuperar el paraíso perdido, una rumbita bañada en lágrimas.

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