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Los comienzos de Leila Cobo en Cali

La pianista, periodista y presentadora caleña Leila Cobo Sefair es también destacada novelista en los Estados Unidos. Piensa y sueña en español y escribe en inglés.

6 de mayo de 2012 Por: Redacción de El País

La pianista, periodista y presentadora caleña Leila Cobo Sefair es también destacada novelista en los Estados Unidos. Piensa y sueña en español y escribe en inglés.

Leila Cobo Sefair nació el 25 de marzo de un año cuyo secreto está celosamente guardado.Sus primeros recuerdos están impregnados de música: la madre, Olga Sefair, es pianista aficionada, y al padre, el médico Álex Cobo, “le encantaba la música cubana. Pero lo que más recuerdo es la música clásica que él ponía los domingos a alto volumen”, cuenta Leila.Es la menor, después de Álex, Roxanna y Ricardo. A los cuatro los iniciaron en la música, pero los únicos que perseveraron fueron Ricardo, quien es concertista de guitarra, y Leila, que, según doña Olga, desde “los tres años leía y recitaba”.Ésta añade: “Yo quise tocar piano antes de que me dejaran tocarlo, porque la profesora que nos pusieron decía que antes de los 6 años no se podía, por una razón que no entiendo. Yo no veía la hora de cumplir años. ¿Cómo se llamaba ella? ¡Oh, my God! Siempre se me olvidan los nombres. Estas lagunas de memoria están preocupantísimas...”, se frena. La mamá tampoco recordó el nombre.A Amparo Sinisterra de Carvajal le parece vera a la muchachita: “A Leila la ponían a tocar el piano y apenas terminaba se paraba y decía: ‘Aplaudan a la niña de los anteojitos’, que usaba. Era un ambiente muy especial en el que creció”.Algo que lo hacía especial fue vivir entre dos culturas, la caleña paterna y la libanesa de los abuelos maternos: “Lo libanés se nota, sobre todo, en no tenerle miedo al trabajo”, cuenta Leila. “En cambio, el haberme criado en Cali marcó definitivamente lo que hago y lo que escribo. Ser de Cali me define”.También la marcó el Colegio Bolívar, donde había “un programa de música y un coro muy buenos, para el que yo tocaba piano. A mí me gustaba cantar y estaba convencida de que lo hacía divino, pero era horrible. Creo que el colegio tuvo influencia enorme en mi formación musical”, admite.También sobresalió como estudiante: “La adelantaron un curso, no recuerdo si cuarto o quinto”, dice doña Olga. “Por eso se graduó a los 16 años. Imagínese que para salir a vacaciones sacaba 15 libros de la biblioteca y a la semana los había leído”. Y eso que desde que tenía 9 años estudiaba también en el conservatorio. Cuando llegó la temida adolescencia, Leila siguió como si nada, con su música en la misma parte, pero no pasaba inadvertida: “¿Rompecorazones yo?”. (Cambia el tono de voz por uno entre mimado y coqueto): “¿Tú crees? Noooo, yo no. Nada del otro mundo”.La madre, que todo lo observaba, corrobora: “Leila fue amiguera pero poco noviera. Eso sí, cuando hacía los conciertos tuvo muchos pretendientes”. Al final de cada presentación recibía un ramo de rosas rojas con una tarjeta que decía: ‘El admirador secreto’, pero ella nunca pudo saber quién era. Un día se presentaba en la Sala Beethoven y el padre se salió del concierto para ir “a la floristería de Isabelita Romero, que quedaba a la vuelta del Club Colombia, pero como olvidó ponerle la tarjeta de siempre, allá hicieron una que decía ‘Álex Cobo’, y por eso Leila supo quién era su admirador secreto”, cuenta doña Olga.Por esa seriedad de la joven, los padres estaban como tranquilos, cuando un día apareció de los Estados Unidos con su novio pianista, Arthur Hanlon: “Nos conocimos en el Conservatorio de Manhattan y después él se fue para Los Ángeles. Cuando fui allá a hacer mi máster en comunicación, ahí siguió el noviazgo”, cuenta Leila.En cambio, “a mí me dio ataque”, admite la madre. “No sabía porqué se decidió por él sabiendo que tenía tantos pretendientes en Cali”. Y aclara: “No es que él no me gustara, pero la idea de irse lejos nos mataba a todos”. h2>Una madre asombradaSe casaron, de eso hace casi 19 años, y se fueron, como temía doña Olga. Pero para su felicidad, al gringo “le encanta ir a Cali y, de hecho, ya es ciudadano colombiano”, cuenta Leila. “Es rico estar casada con un colega, pero él dice que soy muy criticona”, ríe. Luego nacieron Allegra (16) y Arthur (13): “Me asombra todo lo de ser mamá. Soy obsesiva hasta cierto punto, porque ellos son independientes, aunque dicen que soy mamona. Pero, por ejemplo, nunca les he hecho las tareas, ni las reviso. Me moriría de la jartera tener qué hacerlo”, admite Leila.A ambos “los empujamos a tocar y son talentosos, pero hasta ahora no les ha apasionado. Este año los llevé a los Premios Billboard y les pareció divertidísimo, pero no se sabe si se dedicarán a ella”, y se nota la incertidumbre en la voz materna.En cambio, Arthur hijo ya notificó que quiere ser escritor: “Todo el día se la pasa escribiendo cuentos. A mí me parece chistoso, porque yo no hice nada de eso cuando tenía su edad”, sigue la madre. Y aunque los dos son nacidos y criados en los EE. UU., “de pequeños sólo se les hablaba en español, pero ahora hay una mezcla. Los regaños son siempre en español”, ríe Leila.Se siente feliz cuando dice que los chicos “son muy caleños. Les encanta ir y les gusta todo: comer empanadas, pandebonos, en fin, toda la comida. También la música que se escucha allá. Y les fascina la casa de las abuela”. Esa parte hogareña es uno de los orgullos de la periodista: “Pasamos mucho tiempo juntos: nos encanta ir a cine y salir a comer. Y viene mucha gente a la casa, porque nos gusta vernos con los amigos”.Y eso que reconoce ser “pésima ama de casa. Menos mal Arthur es gran cocinero”, añade, sin rubor, porque “me siento feliz con él después de todos estos años”. Y a pesar de estar triunfando en los Estados Unidos, “algún día regresaré a vivir en Cali. Me me veo disfrutando de los atardeceres, de la vista de las montañas, de la brisa. No sé cuántos años faltan para eso, pero lo voy a hacer”, dice Lelia Cobo Sefair con inesperado acento caleño, el mismo que siempre trata de disimular.

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