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Mabel Lara y su esposo César Galviz. | Foto: Especial para El País

TELEVISIÓN

Las confesiones de Mábel Lara en el nuevo 'canal' de su vida

La periodista Mábel Lara, que le debe las bases de su oficio a Cali, hará parte del Canal Uno. Las confesiones de quien dice que “decidió” ser negra.

30 de julio de 2017 Por: Isabel Peláez R  y Anderson Zapata- Reporteros de El País 

Un día que Mábel Lara estaba en el Zoológico de Cali, una señora que iba con una niña empezó a señalarla, mientras decía en voz alta: “Ella es la que yo le muestro en televisión, ¡mírela!”. Y luego le aclara a la periodista: “Mi hija dice que no quiere ser negra sino blanca”.

“A mí se me aguó el ojo. Pero eso pasa, si un niño no se ve reflejado en la televisión, le va a preguntar a su mamá, como yo lo hice: ‘¿Y yo qué soy, mamá? ¿Soy sucia? ¿Soy fea? ¿Soy menos?”, reflexiona Mábel, quien dice que “es importante que existan personas en los medios con las cuales la gente se identifique: afros, mestizos, indígenas”.

Cuenta la caucana —nació en Puerto Tejada y se formó periodísticamente en Cali— que se sentó a explicarle a la niña: “Yo estudié, no fui reina de belleza y soy de su mismo color, igualita a usted, ¡sí se puede!”.

Ella, que ha recibido propuestas del expresidente Álvaro Uribe para hacer política, dice que su mejor acción en ese sentido es hacer bien su trabajo con todo lo que trae a su espalda: “Como mujer, mamá, negra y provinciana. Es hacer que millones de niñas en Buenaventura, Tumaco, Barranquilla y poblaciones afro digan: ‘Yo puedo ser como ella sin ser reina, puedo ser periodista, científica, ingeniera’”.

Tras su renuncia a Caracol a comienzos de marzo pasado, Mábel, ganadora de cinco premios India Catalina, hará parte del Canal Uno desde mediados de agosto junto a un equipo de periodistas, liderados por Daniel Coronell y Yamid Amat.

¿Cómo se dio su salida de Caracol y qué balance hace de los nueve años?
Mi agradecimiento con Caracol es inmenso. La salida fue como un duelo o un divorcio, de llanto, de corazón partido, de traga maluca. Como cuando uno deja la casa de los papás y le dicen: “¿Por qué se va si acá la queremos tanto?”, pero si quieres construir desde otros espacios tu carrera, hay que volar. El balance es el mejor, le debo muchísimo a Cali, donde hice una carrera, la gente me quiere y me conoce desde acá, pero Caracol me permitió llegar a millones de colombianos, me dio la confianza para crecer, me ayudó a pulir mi estilo, a sentirme más segura

. ¿Y en el Canal no le dijeron ‘quédese’?
Muchas veces. En un primer momento en que decidí venirme a Cali, me dijeron “no renuncie, salga desde allá” y así lo acordamos, ahora me dijeron “quédese”, pero en esta coyuntura del país quería participar en otros debates.

¿Cuál es la mejor noticia que dio allí?
Fueron más las malas. Pero, de las buenas, recuerdo que se burlaban de mí con la firma del primer acuerdo de paz, en Cartagena. Respeto a quienes piensan que no fue el adecuado, pero sentar a dos enemigos que durante 50 años se asesinaban, fue el sueño de nuestra generación, creíamos que nunca lo íbamos a vivir y estuve allí. La llegada del presidente Barack Obama me llenó de gratificación, la libertad de los secuestrados fue como un premio.

¿Y cuál fue la peor noticia que dio?
Me impactó mucho la del bebé Santiago, asesinado por su papá. Hicimos seguimiento al aire, minuto a minuto, mostramos la degradación humana. Los colombianos nos dicen que nos hemos vuelto crónica roja, tal vez sí, nos enfocamos en el muerto, en la violada, en el robo.

¿Una entrevista que le haya dejado una enseñanza personal?
Con el presidente Rafael Correa, cuando vino a la firma de la paz, tuvimos un roce, reconocí en él el ego de los poderosos, que cuando se les señala, se sienten incómodos y reaccionan fuerte. Las entrevistas a los de los Cascos Azules en Haití con la ONU, los marines de Estados Unidos que estuvieron en el terremoto me contaban las historias de niños desgarrados abandonados por los papás, porque ya no podían mantenerlos.

¿Y qué pasó con Correa?
Él, por esos días, se había referido a una periodista de su país despectivamente: “una señora que mantiene pintándose, qué va a saber de opinión pública o de cifras de economía”. Le pregunté por qué siendo un hombre de izquierda, que llamaba al debate público a conciliar y a reconocer al otro, atacaba a las mujeres, que si era machista, y se salió de la ropa. Uno no solo debe aplaudir la gestión de un mandatario, debemos hacer seguimiento al control político.

¿Cómo fue ese primer día, cuando pasó de Telepacífico a Caracol?
Yo me hice en la región desde el directo, desde la improvisación, nunca trabajé con telepronter y cuando llegué a Caracol mis directores de cámara se molestaban porque me movía mucho, me quería comer la cámara, así soy, parezco hablando con un amigo. Y cuando llegué a ese formato tan rígido, me costó. Pero ese fin de semana me tocó la muerte de Raúl Reyes y estaba sola y pude ser lo que soy. Empecé a tener una repercusión grande a nivel nacional.

¿Cómo fue recibida por sus compañeras, siendo afro y de provincia?
Este medio es de muchos egos, puedes entrar si tienes unas características, pero para mantenerte debes trabajar mucho. Conté con suerte de estar al lado de las divas de las noticias, Inés María Zabaraín, D’arcy Quinn, Silvia Corzo, María Elvira Arango, que ellas te respeten por tu trabajo es importante. Los egos siempre están y con tantas luminarias, cuando pasas a ser una más, es difícil, pero fue más duro vivir en una ciudad adusta y fría como Bogotá. Hasta pensé: “será esto lo mío”.

¿La criticaron mucho por su look?
Sufrí porque me maquillaban mucho o me ponían una base distinta a mi color de piel, me decían: “No me gusta peinarla, uno se demora mucho cepillándole ese crespo”. Cuando llegué a Caracol decían: “La negrita del amarillo, la del pueblito”, y yo dije: “El 10 % de este país es Bogotá, el resto es trópico, represento al provincianismo, me puse mis colores, marqué ese estilo y la gente de la Costa Caribe se identificó. Luché con los vestuaristas que me decían “a ella le queda esto, a ti no”. Me di cuenta que la diferencia es mi poder, no podía desconocer que era mujer, afro y de provincia, eso no significa que desde lo local no tenga visión internacional.

¿Sintió resistencia en los demás por ser usted afro?
Cuando no conoces algo te da temor, es más la ignorancia de saber que el otro es distinto lo que genera resistencia. Yo nunca me he victimizado por ser afro, alguna vez me atacaron por no usar afro —mi pelo no es afro, es crespo— y a mí un vestido, el pelo o el turbante no me hacen menos mujer o más negra.

No fue reina, ¿pero le ofrecieron ser candidata a un reinado?
Sí y salí muerta del susto, imagínese yo con estas piernas y estas caderas, los jurados me decían: “te podemos corregir esto y esto”, salí llorando, le dije a mi mamá “no quiero ser reina”. Las reinas me parecen valientes, pero yo digo para qué competir por belleza, pónganme a competir en otras cosas.

¿A gente que la rechazó por no ser el estereotipo de presentadora, que le dice?
Hice un casting para 90 Minutos y no les gustó porque dizque soy muy sonriente, y eso es lo que más le gusta a la gente, porque me sienten cercana y fresca, otro del canal dijo: “Con esa vieja no pasa nada”. Cuando los veo siento un fresquito. Y pensar que en la región, con tanta gente afro, los noticieros no habían tenido el olfato de contratar a una presentadora negra.

"Mi negra azul"

Mábel Lara dice que a ella no la criaron como a una mujer negra sino como a una mujer. “A la gente le encanta ponerle a uno marquillas, ‘el cabezoncito’, ‘el gordito’, uno solo se da cuenta de que es distinto cuando los otros se lo hacen sentir. En el colegio me decían: ‘Ay, mirá la negrita’. Yo soy café con leche, mi papá es muy blanco y mono y mi mamá, negra. Un día llegué a preguntarle ella: ‘Yo que soy?” y me respondió: ‘Eres producto de una mezcla, un ser humano común y corriente, una colombiana con unos rasgos físicos diferentes a los de otros y cuando tenía 7 años me regaló el libro ‘La historia del negro en Colombia’”.

Aunque tenía primas muy negras y otras monas ojiverdes, ella no se sintió distinta hasta que se lo hicieron evidente, “la televisión te muestra que todos son igualitos y no hay nadie como tú, entonces te preguntas: ‘¿será que soy fea?”.

Aunque estaba muy pequeña para recordarlo —tenía 5 años—, le cuentan sus padres que una vez ella estaba en Unicentro con su papá y alguien le dijo a él: “Tan divina la negrita, qué buen corazón el suyo, ¿dónde la adoptó?” y que él respondió: “en ninguna parte, no la adopté, es mía toda mía, la hice yo. Es mi negra azul como la noche”.

“He tenido unos padres muy bellos que me acompañaron en mi proceso. Mi mamá me dijo: ‘Como ya decidió ser negra —porque eso es una decisión—, se va a dar cuenta de que va a ser muy duro y debe ser la primera, lea, instrúyase, capacítese. Yo ocupaba el segundo lugar y me preguntaba: ‘¿Quién ocupó el primero? ¿Qué te faltó para ser la primera?’ Eso fue horrible en su momento, hoy lo entiendo. La fortaleza y el espíritu guerrero que tengo me lo dio mi mamá”, dice Mábel.

Ella nació en Puerto Tejada, pero desde pequeña vivió con su familia en Cali, en el barrio El Caney y estudió en el Colegio Nuestra Señora del Rosario. María Fernanda Lara, su hermana, dice que “fue muy inquieta y muy inteligente, participaba en todo evento del colegio, era amiguera. Nos llevamos cuatro años de diferencia, pero siempre tuvimos el mismo círculo de amigos, salíamos juntas”. Cuenta que solían jugar a los reinados de belleza y una vez que el piso estaba enjabonado, Mábel le hizo zancadilla, “me caí y me partí la lengua. Yo tenía 5 años y ella 9”.

“La primera vez que la vimos en televisión, fue con Marino Millán y el ‘Doctor Mao’ en el programa ‘Mao TV-Marino te oye’, fue una alegría grande ver que estaba logrando lo que soñaba. Somos las mejores amigas, le colaboro en la parte administrativa de sus presentaciones”, dice María Fernanda, quien es contadora.

Sueños de dos

Cuenta Mábel Lara que cuando ve a César Galviz, gerente de Telepacífico, aún se pregunta: “¿Cómo terminé casada con quien era mi mejor amigo?

Ella y César viajaron juntos durante muchos años, mientras trabajaban en el canal regional. “En San Pacho, el Carnaval de Negros y Blancos y la Semana Santa en Popayán, César era el director del proyecto y yo la presentadora. Nunca nos habíamos dicho: ‘Qué lindos son tus ojos’, pero él terminó con su pareja y yo con mi novio y en un cubrimiento de San Pacho, en Quibdó, me dijo en su acento valluno: ‘Vos a mí siempre me has gustado’. Y yo: ‘Qué va, me lo decís mañana que no estemos en fiesta’ y al otro día me dijo: ‘Vos a mí siempre me has gustado’”.

Ahora, dice, pese a una crisis matrimonial que los llevó a separarse por un tiempo, y que superaron, son los “mejores amigos y socios, construimos desde el respeto y desde la profesión, una buena empresa familiar. Lo admiro, es talentoso y riguroso, cuando estaba en Bogotá ayudó a contener algunas cosas mías y a pulir mi estilo”.

Por su parte, Galviz confiesa que la primera vez que la vio fue en ‘Mao TV-Marino te oye’, “me pareció muy bonita”. La conoció en Telepacífico en un casting para ‘Nuestra herencia’. Lo enamoró “su belleza, la tranquilidad y sencillez, los unen su sentido musical y placeres como comer, dormir y los silencios”.

A él le consta el compromiso de Mábel con su trabajo. “En la primera transmisión que hicimos de la Semana Santa en Popayán, ella tenía un libro que llevaba leyendo desde hacía 20 días, cuando salimos al aire se lo sabía todo y de manera natural, sin equivocaciones, sabía el momento oportuno para ingresar un dato histórico”.


En el 2008, cuando a Mábel le llegó la oferta de Caracol, él dejó todo lo que tenía en Cali por irse detrás del sueño de ella. “En 2015 cuando me ofrecieron la gerencia de Telepacífico, Mábel me devolvió esa decisión porque teníamos un hijo y sabía que era importante para mi”. La ha visto llorando por las injusticias sociales y de malgenio por condiciones de su trabajo. “Del cubrimiento de la tragedia de Haití llegó golpeada moralmente por la situación de la población afrodescendiente”.

Rubén Darío Gálvez, quien trabajó con ella en ‘Nuestra herencia’, ‘Espejo de los días’ y en la emisora de la Universidad del Valle, la conoció cuando era estudiante de comunicación social en la Universidad Santiago de Cali, “no deja nada al azar, se prepara muy bien, tiene facilidad de expresión, frescura, belleza y espontaneidad, comunica con su voz, sus gestos y actitud”.

Del Petronio Álvarez, que presentaron juntos, ella le confesó que le permitió descubrir sus raíces. Él admite que le cuesta trabajo escucharla “en un programa tan irreverente como La Luciérnaga, estoy acostumbrado a verla muy sería, no ha sido fácil para los oyentes y para ella, pero lo va a lograr”.

Confiesa

“Cuando estaba en Telepacífico, ya tenía un puesto en Derechos Humanos de la Personería, pero antes entrevisté a Mauricio Gómez, del Noticiero Nacional, escultor e hijo de Álvaro Gómez y me dijo: ‘¿por qué no está en Bogotá?’. Mandé unas imágenes mías y entré a ‘Colombia Viva’, documental en Caracol. Camilo y Pablo Durán me llamaron a otros formatos y desde el principio les dije que no quería presentar entretenimiento”.

“Cuando apareció la oportunidad en CNN que no se cerró, dije ‘llegará cuando deba’. En diez años me veo desde la academia construyendo otras narrativas”.

“En la Luciérnaga me cuesta tomar partido. Las estrellas del programa son los humoristas, no echo chistes, me cuestan los misóginos y regionalistas”.

“Me gustan el son cubano, la música góspel, la electrónica y los violines caucanos. Canto y mi mamá canta muy bien”.


“Mi loción favorita es Chance, de Chanel”.

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