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La vida de novela de Margarita Rosa de Francisco

La vallecaucana, que se reconoce como una mujer con muchas inquietudes existenciales, lanza su primer libro, ‘El hombre del teléfono’, en donde revela aspectos íntimos y poco divulgados de su vida.

20 de noviembre de 2016 Por: Isabel Peláez y Claudia Bedoya, reporteras de El País

La vallecaucana, que se reconoce como una mujer con muchas inquietudes existenciales, lanza su primer libro, ‘El hombre del teléfono’, en donde revela aspectos íntimos y poco divulgados de su vida.

Para muchos sigue siendo ‘La gaviota’ de Sebastián Vallejo en ‘Café con aroma de mujer’, ‘La Caponera’ o ‘La Madre’. Para otros, la exreina vallecaucana, la ‘Niña Mencha’ de Carlos Vives, la inspiración del reality ‘El Desafío’. 

Pero quienes la siguen en sus redes sociales, saben que Margarita Rosa de Francisco es más que eso,  una viajera incansable, una adicta al ejercicio desde que estudiaba ballet clásico en el Conservatorio de Cali, y aún con más intensidad luego de someterse a dos operaciones de columna por escoliosis grave. Es, sobre todo, una mujer con muchas inquietudes existenciales, cuestionadora del género humano, que a sus 51 años sigue despertando pasiones entre sus seguidores, que ahora descubren una nueva faceta: la de escritora, con su novela ‘El hombre del teléfono’.

¿Qué la motiva a escribir 'El hombre del teléfono'?

La pura curiosidad de ver si podía hacer de un lapso interesante de mi vida una creación artística a través de la palabra y lograr construir un universo independiente y coherente con su historia propia, ayudándole con mi imaginación.

¿Escribir y contar con detalles una fracción de su vida, que se extiende casi a toda ella, representó una catarsis, una confesión o la oportunidad de contar una verdad?

Más el placer de meterme en una aventura estética, sirviéndome de eventos y personas que inspiraron reflexiones y sentimientos. No me animó el hecho simple y sensacionalista de revelar algo. Sin embargo, es innegable que hacer algo así es liberador y catártico.

¿Cómo se siente hoy al hacer públicos tantos aspectos de  su  vida?  

Me siento muy agradecida con esos hechos, material invaluable que pude convertir en un producto que tiene ante todo una motivación artística. 

¿Escribir el libro fue acaso una terapia sugerida por su psicoanalista?

En absoluto. Jamás podría haberme metido en esta empresa por la sugerencia de alguien. Pero desde niña escribía por necesidad y esto era terapéutico y facilitador del análisis.

¿Cuál fue la clave para retratar momentos, escenas y situaciones con tanta minucia y detalle? 

Ponerme en el lugar de una mujer de 25 años y fluir a todo dar con mi imaginación.

¿Cómo fue enfrentarse al olvido natural que traen los años en la memoria? 

No tuve que enfrentarme al olvido porque no le temo; recordar siempre es inventar, uno cree que recuerda pero pienso que lo que uno realmente hace es retrotraer símbolos, interpretaciones de lo que uno vivió, y esto es inexacto siempre.

¿Qué sintió al leer y volver a leer esta historia antes de entregarla a edición?

 Muchas dudas con respecto al estilo, que es algo que me apasiona de la literatura, pero jamás dudé de su contenido. En el proceso aprendí a usar el lenguaje de un modo más directo y claro. Cuando releo el texto, me sigue preocupando más la parte técnica y eso lo sigo corrigiendo por si hay una segunda edición.

Sin duda es una obra muy personal, pero ¿hay elementos de ficción?

 La realidad y la ficción están intensamente abrazadas en toda la narración, creo que ni yo misma sé ya qué es qué.

¿Cómo transformar el sufrimiento en comedia?

 Eso es lo que hacen los grandes cómicos y comediantes. Parten de su drama y extraen de él la risa y el humor. No creo que un comediante que jamás se haya despreciado a sí mismo pueda hacer reír a nadie nunca.

¿De verdad, sirve para algo en la vida tener un psicoanalista de cabecera? 

Si uno está atento a reconocer con rigor su propia vida, todo sirve, tenerlo o no tenerlo. Cada persona necesita maestros diferentes para aprender quién es. De cabecera solo hay que tener la inquietud permanente de cuestionarse.

¿Alguna vez deshojó una margarita o otra flor, para jugar al famoso 'Sí me quiere, no me quiere'? 

No, no he sido supersticiosa nunca, por eso no creo en ninguna religión.

¿Se sorprende a sí misma cantando de repente la canción de 'La Gaviota'?

Un recuerdo un poco delirante, de mucha gente, muchos medios, mucho asedio, pero también de gran arrojo, cantaba a través de mi personaje con enorme gusto.

¿Volverá a insistir con la música?

Definitivamente no me gusto como cantante. No me siento cómoda cantando, soy más feliz desde que se me quitaron las ganas de cantar, de cantar bien, pues eso nunca ocurrirá según mi criterio. Pero la música comprende otras cosas fuera del canto, no sé si compondría algo más, creo que no, me da la impresión de que ya escribí las canciones que tenía pendientes.

¿Cuál ha sido en realidad el mayor desafío físico y espiritual que ha tenido que enfrentar en su vida? 

Mi mayor desafío físico sin duda ha sido recuperarme de mis dos operaciones de columna. El espiritual, llegar a sentir genuino respeto por mí misma y acceder al mundo con más transparencia.

¿En quién se inspiró para crear el personaje de Ruth Esneda Barrios? 

En el personaje de Raquel en ‘Paraíso Travel’, de Jorge Franco. Partí de la caracterización tan brillante que me propuso Simón Brand, una mujer convertida en un monstruo por culpa de sus vicios. Fueron tan pocos minutos en la película, que me quedé con las ganas de seguirme divirtiendo con ella. De eso a lo que es hoy en día La Ranga, ha ocurrido otra transformación. Sin darme cuenta veo elementos de mis dos abuelas, la materna, oscura, bruja, mágica, y la paterna, con su acento valluno y su picardía.

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Su relación con su padre siempre la ha descrito como de altos y bajos, ¿con el tiempo se han unido más? 

Con mi padre el lazo siempre ha sido fuerte, tal vez por eso nos hemos enfrentado, pero nunca ha corrido peligro de romperse, porque él es un ser de una nobleza sin límite, es un verdadero señor, que me ha enseñado lo que es la alegría de vivir. Creo que ni en lo momentos más duros he dejado de apreciar el inmenso ser humano que es.

¿Qué enseñanza le dejó su experiencia de dos años bailando ballet en el Conservatorio?

Me enseñó a establecer una relación profunda con el dolor físico como testigo del carácter. Atravesar el dolor es una prueba de temperamento. Bailar ballet clásico duele mucho y conseguir una bella coreografía cuesta horas y horas de dolor. Pero se adquiere disciplina y fortaleza, se transgrede y se convierte en gozo frente al milagro artístico. Eso lo seguí aplicando para recuperarme de mis cirugías.

¿Ser famosa alguna vez ha sido un karma para usted? 

Cualquier cosa puede volverse un karma si uno lo permite. Si por  ser famosa dejo que me invadan o que me afecten los juicios que emiten sobre mí, la carga que se siente es difícil de soportar y es sin duda, un karma terrible. Ya lo he experimentado y he podido salir de ahí.

¿Qué cualidad  valora en su hermano Martín, que usted no tenga?

La información tan completa y profunda sobre muchas cosas. A Martín uno le habla de cualquier tema y el hombre complementa con nombres precisos, con fechas, con datos, siempre acompañados con reflexiones muy originales sobre todo eso que conoce. Yo creí que le pasaba más que todo con el fútbol, pero no, es un pensador, un gran observador del mundo. De ahí su sentido del humor tan auténtico. Todo eso me gustaría tenerlo.

¿Qué regla ha infringido en su vida que le haya causado un disgusto con sus padres?

Haberme ido desde muy joven a vivir mi propia vida.

¿Qué le aconsejaría la Margarita Rosa de hoy a la Margarita Rosa de ayer? 

Sería inútil aconsejarle a ella nada, la pobre no oye, ni ve, ni entiende, para qué perder el tiempo con eso.

¿Se ha arrepentido alguna vez de haber protagonizado alguna  escena en televisión? 

No, aunque he hecho escenas muy malas, pero por lo menos me sirven para burlarme de mí misma, que es de las cosas que más disfruto.

¿Qué hombre enamoraría hoy en día a Margarita Rosa?

Ninguno. No creo en ese estado edulcorado y mentiroso. Ya no. Pero el hombre que he elegido para vivir mi vida actual me hace muy feliz.

Sin censura

No fui capaz de ir a clase hoy. Preferí darle rienda suelta a este ataque masivo de bulimia, aunque definitivamente, vomitar no es lo mío. He tratado, pero cuando tengo incluso dos dedos tocando la campanilla, justo en el filo de la garganta, me arrepiento...”

La escena hace parte de la página 9 de ‘El hombre del teléfono’, el primer libro  que Margarita Rosa de Francisco se ha lanzado a escribir y donde queda en evidencia una joven actriz “con la entraña revuelta”. 

 A lo largo de esta novela se aprecia a una mujer que, desde los 9 años, acudió al psicoanalista  porque no quería ir a estudiar por el simple hecho de no ver a sus compañeritos de la ruta escolar vomitar rumbo al colegio. 

Aunque la autora no menciona nombres, un lector perspicaz podría leer entre líneas que se trata de hombres que hicieron parte de su vida, como el que llama ‘El hombre del teléfono’  y al que describe así: “Esculqué sus libros y una columna de revistas con artículos sobre su trabajo como director y actor de exitosos y controvertidos programas humorísticos de televisión, y sobre su estrecha colaboración con el gobierno oficial, en asuntos concernientes a procesos de paz y derechos humanos”. 

 Menciona a otro que fue su esposo y del cual, admite,  huyó:  “No quise ser la sombra de una estrella refulgente. Para mi arrogancia no cabían dos soles en la misma casa. Envenenada de envidia, había decidido huir y vengarme de su talento desbordante con mi ausencia”.  Incluso menciona un reencuentro que fue la despedida definitiva con el personaje “de voz salada y cantarina”: “Hablamos sobre nuestro adiós sin ocultarnos las dolorosas heridas todavía sin cicatrizar (...)”. 

Además se refiere a un compañero de set, casado, con el que tuvo un romance que duró  lo que dura un rodaje.

Sus desafíos

Mucho se ha especulado sobre la delgadez de Margarita Rosa de Francisco, ella misma admite que es “una adicta al ejercicio”. Y quienes la siguen por Instagram han visto los ‘desafíos’ a los que ella misma se somete con una disciplina y una elasticidad envidiables.

“Toda la vida me ha fascinado hacer ejercicio. Desde mucho antes de todo este ‘boom’ de la onda fitness. Me sirve para todo: meditar, vacunarme contra las enfermedades, subirme el ánimo, sentirme fuerte, sentirme capaz de vencer obstáculos, en fin”, confiesa quien no come sal ni mucho azúcar, sino frutas, verduras, proteínas. No sabe de fritos, hamburguesas, pizza ni comida ‘chatarra’.  

Sin embargo, en su libro, recrea situaciones de conflicto con la alimentación: “Tengo miedo de mis ganas de comer. Este fin de semana será largo  y solitario, tengo que inventarme algo para distraer a la bestia que amenaza con tragarse toda la nevera. Mi relación con la comida es tormentosa y apasionada”. 

En su cuenta de Instagram, en la que tiene 783.000 seguidores, ella derrumba un mito que existía en torno  a la pareja que conformó con Guy Ecker en la novela ‘Café con aroma de mujer’: “La pareja de Sebastián y Gaviota solo funcionaba en la pantalla. Fue curioso que con la altísima química que teníamos en escena, fuera de ella nos sentíamos como dos extraños”.

Hace dos años confesó en su cuenta lo poco que le emocionan las sesiones fotográficas. Y  reveló varias verdades: “Will, uno de los mejores fotógrafos que conozco, las ve verdes y maduras conmigo,  porque apenas comenzamos ya quiero que se termine. Osea que ni durmiendo con el mejor fotógrafo se me pasa la neura de la posada, la maquillada, la lidia con este  pelo que preciso el día de fotos amanece como le da la gana y no me hace caso”.

Algunas reflexiones de 'El hombre del teléfono'

"No es el momento para preguntarme por qué desde que nací me asalta esta certeza de que mi cuerpo no me pertenece, de que soy un alma viviendo detro de un trapo”. 

"Temo haberme tornado aburrida para el hombre del teléfono por mi insuficiente cultura general, no he leído lo que debería; mis silencios, a diferencia de los suyos, ocurren por falta de palabras y de información”. 

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