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La huella de Helenita Vargas, más viva que nunca

Los amigos de la Ronca abren el baúl de los recuerdos, a propósito de la llegada a la TV de la historia de la cantante.

2 de febrero de 2014 Por: Meryt Montiel Lugo, editora Equipo de Domingo

Los amigos de la Ronca abren el baúl de los recuerdos, a propósito de la llegada a la TV de la historia de la cantante.

La huella que dejó Helenita Vargas entre sus amigos y fanáticos es indeleble. El próximo 7 de febrero se cumplirán 3 años de su muerte y las ganas de escuchar las canciones de la Reina de las Rancheras, rememorar su vida, sus anécdotas y su carrera musical siguen intactas entre sus admiradores.Muestra de ello es la tremenda acogida de la serie ‘La Ronca de Oro’, que estrenó esta semana el Canal Caracol: en sus primeros tres capítulos fue No. 1 del ‘ranking’ de programas, alcanzando un promedio de 40.9 % de share y 15 puntos de rating, es decir, que unos 6.200.000 televidentes en Colombia están ‘pegados’ del relato novelado de la vida de la artista caleña.Clara María Ochoa, de CMO Producciones, y el Canal Caracol quisieron apostar por “Helena Vargas por ser una artista muy querida por los colombianos, pero además, porque fue una mujer única, excepcional, con un gran sentido del humor y calidad humana inigualable”, explicó a El País la productora caleña.Sofía Helena Vargas Marulanda, tres años después de su muerte, sigue siendo una mujer ‘vendedora’, como lo fue durante más de 40 años de vida artística, en los que se consagró como la intérprete popular colombiana con más ventas millonarias (especialmente con Sonolux) por lo que fue ganadora de por lo menos 20 Discos de Oro, Disco de Diamante y el Prisma Múltiple de Platino.Su primer Disco de Oro por ‘Pasaste a la historia’, recuerda su amigo, el cantante Jorge Hernán Baena, le fue entregado por su gran amigo, el expresidente Alfonso López Michelsen.Su tono ronco, consecuencia de una gripa que cambió su delgada voz, pero sobre todo, ese sentimiento, ese histrionismo de pelo batido y golpes en los muslos con que interpretaba sus temas, la volvieron una artista aclamada por diferentes públicos. “Por la forma de comunicarle a la gente un sentimiento, el pueblo se reflejaba en sus canciones, por eso Helena tenía conexión inmediata con todos los estratos de la población, incluso en todos los géneros: los hombres, las mujeres, los gay; los buenos, los malos. Ella estaba por encima de las divisiones que hay en la sociedad”, argumenta su amigo Luis Guillermo Restrepo.Canciones como Pasaste a la Historia, María de los Guardias o Señor, por ejemplo, enloquecían en los años 80 y 90 a sus fanáticos homosexuales en bares como Artículo 13 o Romanos, de Cali, donde ella se presentaba y también gozaba de su rumba, porque le encantaba la gente gay.“Ellos enloquecían al ver su show, era como si estuvieran viendo a Madonna. Helenita podía cantar tres horas sin parar. Había un gay a quien llamaban ‘Helenito’, que la imitaba y a ella le encantaba”, rememora uno de aquellos asistentes.Sus presentaciones, ya fuera en humildes pueblos de Colombia, en ciudades de España y Alemania, o en majestuosos escenarios como el Madison Square Garden de Nueva York siempre tuvieron ‘taquilla alegre’. Paradójicamente, cuenta Baena, en México, donde desde niña anheló cantar, nunca se presentó profesionalmente.Pero no importó. La caleña donde quiera que actuaba tenía poder de convocatoria. Lo corrobora Jorge Barón, que en los 70 la presentaba en su grill Canecao Restaurante Show. “Eran noches inolvidables y el lugar siempre estaba a reventar”.El empresario comenta que Helenita también fue invitada de primera línea y con gran sintonía de sus programas Embajadores de la Música Colombiana y El Show de las Estrellas. En este último “alternó con figuras como Miguel Aceves Mejía, Yolanda del Río y Rocío Dúrcal”. Además, en sus emisoras aún hoy, son muchas las solicitudes de la música de La Ronca. Barón recuerda con cariño la ocasión en que se preparaban para grabar El Show de las Estrellas en el Coliseo El Campín y la alcaldesa de Teusaquillo suspendió la presentación argumentando que este escenario había sido construido únicamente para programación deportiva.Helenita, que se presentaría con El Bi- nomio de Oro y Leo Dan, suplicó a la alcaldesa para que cambiara de opinión, pero ante el ‘no’ rotundo de la funcionaria le dijo a Barón: “‘pues si aquí no lo dejan hacer el concierto, vámonos para Cali y lo grabamos en el Coliseo del Pueblo’. Y así fue, se realizó en la capital vallecaucana y fue el comienzo de la gira nacional de El Show de las Estrellas”.Así era ella. Una mujer con coraje, con decisión para hacer las cosas, auténtica, franca, abierta, concreta, que no tragó entero, que cuando tenía que decir algo lo decía sin rodeos. Una persona leal y divertida, evoca su amigo, el músico Carlos Fernando, el ‘Mono’ Velasco. Una mujer que muy joven, tal como ya lo mostró la serie La Ronca de Oro, se ‘coló’ hasta el Hotel Alférez Real, de Cali, para cantarle a su ídolo Agustín Lara, de quien se sabía todas sus canciones. Tiempo después, comenta su amigo, el publicista Mario Fernando Prado, junto a otros artistas, volvió la ranchera, “una música nuestra, pues los colombianos estábamos acostumbrados era más que todo a la música colombiana”. Ella, que a través de sus rancheras le cantó la tabla a los hombres fue, como dice Prado, “una mujer contestataria, que se levantó contra los cánones de una sociedad pacata, que defendió como nadie los intereses de las mujeres, que se impuso sobre los hombres machistas y logró triunfar y convertirse en una heroína para muchas personas”.Helenita entre amigosHelenita Vargas era leal, amiga de sus amigos, pero también era fregada: a quien no quería no escatimaba ningún esfuerzo en manifestárselo, comenta el abogado Raúl Fernández de Soto, uno de sus amigos. “No le gustaba que la manosearan ni que le lambonearan, ni cosas de esas, pero con su público era sumamente generosa, en la calle era entregada a la gente”.En centros comerciales como en La 14 de la Sexta, de Cali, o en el Centro Comercial Andino, de Bogotá, se le podía ver mercando y a la vez consintiendo a sus admiradores. “Permitía que le cogieran el pelo, que se le sentaran en las piernas, que la besaran, que la abrazaran y ella respondía con un mi amor, mi vida, ella era divina con la gente”, cuenta Fernández de Soto.Precisamente, este abogado y cantante fue partícipe de la última grabación musical que tuvo Helenita Vargas. Lo hizo en 2010 con sus compiches de tertulias musicales: ‘Entre amigos’, álbum abanderado por el también abogado y columnista Luis Guillermo Restrepo. A Restrepo, que no canta ni toca, pero que sabe mucho de música, se le ocurrió que esos tangos y bolerazos que interpretaban sus amigos Roberto Gómez, Gerardo Cedeño, Fernando el ‘Mono’ Gamboa, Hernando Duque, Uldarico Minota, Carlos Fernando, el ‘Mono’ Velasco y Raúl Fernández de Soto merecían grabarse. Helenita, a quien no se le había participado del proyecto porque aún se encontraba delicada de salud luego de su trasplante de hígado se enteró del asunto y “regañó” a Restrepo por no haberla invitado y le dijo que si bien ella no estaba cantando podía aportar a la producción.Así que enseguida él mandó por ella y estuvo en el ensayo, donde se animó a cantar con esa misma afinación y armonía perfectas. Todos la exhortaron a grabar.Y así fue. Un sábado en la tarde llegó al estudio. Cantó primero ‘Mi Huella’, de Graciela Arango de Tobón, autora de muchos de sus éxitos. Cuando terminó, todos en el recinto estaban llorando, por esa voz tan impresionante, coinciden sus amigos. Luego cantó ‘Golondrinas’, esa parábola del retorno de Gardel, y fue peor: ninguno pudo contener el llanto.Cuando se sentó frente al micrófono, rememora Carlos Fernando el ‘Mono’ Velasco, se llenó de vida, fue un resurgir, como el Ave Fénix, a pesar de que estaba muy débil por esa operación complicada, cantó como los dioses, de una manera impresionante, nos arrancó lágrimas a todos, fue algo inimaginable.Ante la proposición de Restrepo de que ella, como era la estrella del álbum debía recibir más dinero por la venta del disco, rechazó la idea, mostrando su ya conocida generosidad con los músicos: “no, yo soy un músico más, si este disco lo vendes, a mí me das lo mismo que a los demás”. Del disco se vendieron diez mil copias y Helena volvió a figurar. La empezaron a llamar de muchas partes y ella, como la vedette que era, dice Restrepo, le fascinaba que la gente la aplaudiera, la reconociera, vivía de eso, era como su savia, incluso, la llamaron de una disquera para que hiciera un disco similar, íntimo, sencillo, sin tanta orquestación. El proyecto quedó pendiente, porque cinco meses después de la publicación de ‘Entre amigos’, Helenita, en 2011, a sus 77 años, se fue a cantar al cielo.Locas ocurrenciasHelenita Vargas se parecía a ‘María de los Guardias’, el personaje de su gran éxito, en lo desparpajada y desafiante, decía ella misma, pero también aseguraba que jamás se asemejaría a esta, en “lo de los cinco batallones, me queda como difícil. Imagínese ¡cinco batallones¡ ¿Por cuánto multiplicamos eso?”, bromeaba al comentar sobre el posible parangón a la prensa.Desparpajada y desafiante, sí. Desde joven. Con episodios en su vida personal que inquietaron a su recatada familia y dieron qué hablar.Como su matrimonio con el político y gran abogado penalista Isaías Hernán Ibarra, un viudo de más de 40 años, que le duplicaba la edad, y que tenía dos hijos: Álvaro y Ana Milena Ibarra Spir. Esta última, su amiga de infancia y de toda la vida. Ella se casó bien de mañana, en secreto, en la vieja iglesia de San Fernando Rey, porque su familia se oponía, recuerda el sacerdote Alfonso Hurtado Galvis, quien presidió la ceremonia.“Ella llegó en traje de calle: un traje sastre, blanco y una mantilla en la cabeza, era muy linda, yo no la conocía, pero sí la distinguía porque la había visto en la prensa, pues había sido reina... Llegó acompañada de las hermanas del doctor Ibarra y el matrimonio fue a puerta cerrada”. La mamá de Helenita se presentó al despacho de la iglesia de San Fernando Rey por la tarde de ese mismo día y le reclamó “con mucha energía” al padre Hurtado por haber casado a su hija y como él mismo le dijo a El País, le “metió una vaciada”. Tiempo después Helenita, quien no era feliz con Ibarra, se enamora del médico Gonzalo Zafra, a quien vio por primera vez al frente de la casa de ella, “nos cruzamos, nos saludamos y me gustó”. Dejó entonces a su marido y con Zafra se casó a escondidas por lo civil ante un juez. Y vivió muy contenta con él por 20 años, porque además de amarlo, él le acolitaba sus sueños artísticos. Madre de Pilar Ibarra y abuela de dos nietos, La Ronca de Oro era una mujer llena de energía, bien puesta, siempre elegante y vanidosa.Por eso era amante de las cirugías plásticas. La primera, revela Baena, le dejó un cierre de cicatriz en la nuca que tapaba con su pelo largo y que ella se gozaba. Amigos cirujanos como los doctores Carlos Triana, Alfonso Riascos y Xavier Sánchez, dice Baena, pusieron su granito de arena en sus caprichos de belleza. “Recuerdo que cuando se encontraba con alguno de ellos les decía: no me digás que estoy bonita porque entonces perdés una clienta”, comenta entre risas el cantante. Tan vanidosa era que no quería verse mal ni siquiera en un retrato en pastel que en su honor le hizo la pintora caleña Sandra Granger, manifiesta Jorge Hernán Baena. “Cuando la pintura estaba ya con los colores tenues decía, ‘estoy muy pálida’ y le echaba coloretes y sombras”.Disparatadas ocurrencias como esa, la hicieron y la hacen inolvidable entre sus amigos, incluyendo poderosos con los que se codeó: Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay, Belisario Betancourt. Tal como lo expresa el publicista Mario Fernando Prado, para liberales, conservadores y para todos sus amigos en general, era un gusto tener a Helenita Vargas en sus reuniones, porque ella no solamente cantaba sino que encantaba.“Ella era el alma de las fiestas con su gran sentido del humor y sus ocurrencias maravillosas, pues a ella todo se le oía bien, hasta los hijueputazos”.

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