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La historia de Mario Alfonso Escobar, la voz detrás del 'Corrillo de Mao'

De origen humilde, se convirtió en abogado y luego en un comentarista que transformó los formatos radiales. Tras quedar inmerso en el Proceso 8000 recuperó las riendas de su vida como mejor sabe hacer: con su voz.

23 de agosto de 2015 Por: Jorge Enrique Rojas | El País.

De origen humilde, se convirtió en abogado y luego en un comentarista que transformó los formatos radiales. Tras quedar inmerso en el Proceso 8000 recuperó las riendas de su vida como mejor sabe hacer: con su voz.

Faltaba poco para las cuatro de la tarde del jueves. Bernardo Peña, el reportero gráfico que logró la foto principal de este  artículo, le había pedido al Doctor Mao que bajaran de su oficina, en un edificio sobre la Avenida Cuarta Norte, para hacerle varias tomas en la calle.

A los 69 años el Doctor Mao camina muy lento: como si estuviera ahorrando energía en cada paso o como si estuviera aprendiendo a caminar otra vez. Uno de sus amigos más cercanos dice que los 26 meses que estuvo en la cárcel (vinculado al Proceso 8.000) lo golpearon mucho  y que desde entonces es un hombre  taciturno, no exactamente como el que se escucha todos los días en la radio.

Hasta ese momento  las palabras del amigo eran coincidentes con la imagen sobre el andén. Bajo lo que llevaba puesto ese día  y una tintura negra que no terminaba de disimular la edad de su bigote, el  torrente de energía y chispa popular que  transformó las transmisiones radiales del fútbol en Cali, y que sigue siendo uno de los dueños de la sintonía  en la ciudad, parecía ausente.  Cosa de minutos. Hasta que al ver los carros bajando  por la Avenida, él y su  repentismo aparecieron en una sola frase:  “Ponéte vos adelante, por si nos coge un carro, que te coja a vos primero”, le dijo a Bernardo, en tono de broma, mientras se apoyaba de su hombro para cruzar. 

¿Su éxito tiene que ver con la forma en que usted representa al caleño popular, al del dicho fácil, al que uno se puede encontrar en la calle?

La gente me pregunta por qué me escuchan y yo considero que es porque al ponerme al frente de un micrófono pienso mucho en lo que está pensando la gente en su casa. Entonces trato de llenar ese vacío. Es desarrollar lo que la gente quiere que yo pregunte. Y yo pregunto.

En sus inicios, en un casting en Todelar le dijeron que con esa voz no iba a llegar a ninguna parte. Ese diagnóstico,  en vez de desahuciarlo, lo impulsó…

La radio de aquella época la identificaban las voces gruesas y yo llegué con una voz aflautada buscando una oportunidad y me dijeron eso, que con esa voz de marica no podría ser locutor, y eso fue un impacto grande. Pero como dices, me sirvió de acicate y yo dije dentro de mí: yo vuelvo aquí. Y  volví. Y me convertí en figura.

Usted tiene dichos que son su sello. Como “A ver, príncipe”, ¿de dónde salen?

Príncipe era una expresión de la Loma de la Cruz, una expresión popular para halagar de entrada porque imagínate, ¿si a vos te dicen príncipe, cómo te sentís? (risas). “Gaseosa mata tinto” es otro… ese me lo tuve que inventar en la universidad porque  yo no tenía sino para el tinto, entonces cuando llegaban mis compañeros a pedir gaseosa yo decía eso y ya quedaba exonerado (de la cuenta).

Y tiene comentarios repentistas que se quedan en la memoria de la gente. Una vez en medio de un partido del Cali muy enredado, su compañero Gallego Blanco le dijo que la zona de volantes no funcionaba, que el equipo necesitaba un armador urgente y usted le contesta: “Gallego, ¡qué bajen uno de Sur!”...

Jajajajajajajajaja… Yo sabía que allá armaban eso (cigarrillos de marihuana) y eso lo sabía todo el estadio…

Asimismo fueron clásicas las chapas que usted les puso a muchos jugadores.  ¿Cuáles recuerda?

‘Porcelana’ Da Graca, que no lo podían tocar; el ‘Pitillo’ Valencia, la ‘Gambeta’ Estrada, ‘El Betún’ Lozano… 

¿Alguna  chapa le ocasionó problemas graves  ? ¿O cuando usted decía al aire “OMZ-389 ¡Mión!”, denunciando la incontinencia urinaria de un taxista?

No, ninguna, eso fue una campaña que le gustó al caleño: ‘Oiga, mire, vea, en la calle no se mea’. Porque habíamos agarrado el vicio de mear en cualquier parte.

Hablando de esas campañas cívicas, hubo un momento, a mediados de los 90, en  que su nombre sonaba como futuro Alcalde de Cali. ¿A usted le ofrecieron postularse al cargo?

Sí… y eso fue lo que me ocasionó un canazo…

“Punta Cana”, como le dice usted…

¡Punta Cana! Ese fue otro invento (dicho inventado), para disimular pues… y a las esposas les puse Rólex…

¿Cree  que la cárcel fue una persecución política para sacarlo de la carrera?

Sí… Me sacaron, pero bueno… ¿Sabes qué es lo más importante? Que yo estoy aquí, vivito y coleando. Y  aquellas personas que trataron de destruirme no lo lograron.

Si hoy alguien en esta ciudad no supiera la razón por la cual usted fue a la cárcel, ¿cómo se lo explicaría?

Yo fui a ‘Punta Cana’ porque se presentó un hecho político en el país, donde unos cheques que giraron los Rodríguez se volvieron un pecado mortal para algunos. Siempre le digo a la gente cuando me hacen este tipo de preguntas: ¿Cuando tú estás de sobregiro en el banco, de quién es la plata? ¡Del banco! ¿Entonces cuál enriquecimiento ilícito? Eso fue que lo quisieron joder a uno, y yo entré a esa lista de los que jodieron.

No es muy claro lo del sobregiro…

Cuando a ti en  el banco te permiten el sobregiro, el banco paga y tu pagas los intereses del préstamo… La gran mayoría de las cuentas de los Rodríguez estaban en sobregiro.

¿Usted quiere decir entonces que la plata era del banco?

Es correcto. Era plata del banco cuando estaban en sobregiro. Y la otra es: la plata está en el banco y cuando sale se vuelve mala, adentro no pasaba nada, a los bancos no los sancionaron, fue cuando salieron los cheques.

Conoció a Miguel Rodríguez como estudiante en Santa Librada, ¿cómo fue ese encuentro?

Era una persona silenciosa,  buen amigo. Después me lo encontré en la Universidad Santiago de Cali estudiando Derecho y luego me lo volví a encontrar en el Grupo Radial Colombiano. Nunca me hizo una mala propuesta.

¿Piensa  que lo condenaron también por esa amistad? Los Rodríguez  tuvieron muchos, muchos amigos, entre el periodismo deportivo de Cali...

Si,  pero a unos les cobraron y a otros no.

En  su proceso judicial pasa un tiempo en la cárcel de Funza y coincide con Diomedez Díaz. ¿Es cierto que resultó hincha del Cali y se levantaba a las  cinco de la mañana a cantar ‘Pachito Eché’?

No, él se levantaba a las cuatro a cantarme “tu lo quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre… ta ri ra ra ra”… y es cuando me confiesa que es hincha del Cali y yo le mando a traer a la camisa número nueve del Cali, que en ese tiempo la llevaba Hamilton Ricard y se la mandó autografiada. Luego cambié de músico (risas), porque al llegar acá, a la casa fiscal de Cali, me encontré con Jairo Varela.

¿Cuáles son sus amigos de la radio hoy?

Rafael Araújo Gámez, Marino Millán, toda la gente de RCN sin excepción, que conmigo siempre se portó tan bien. Y lógicamente el irrepetible Vicente Gallego Blanco… todavía nos hace mucha falta.

Gallego Blanco, que además de amigo, le hacía el nudo de las corbatas…

Sí, yo nunca aprendí.

¿Y por qué nunca volvió a trabajar con Rafael Araújo?

Porque Rafael tomó la decisión de irse a trabajar con Óscar Rentería.

Con Rentería conformó una llave periodística de lujo  y siempre se especuló sobre las razones de su distanciamiento, ¿por qué no volvieron a juntarse?

Con Óscar guardo la mejor relación. Tuvimos esos momentos en que el ego predomina. Uno en esos momentos de juventud se cree más importante que el otro y eso no vale la pena. Óscar es un periodista muy importante y con él revolucionamos la radio deportiva de Cali.

“Cuando éramos pobres éramos más felices”, le escuché una vez decir...

Eso es cierto. Ahora la sociedad se mueve por muchos intereses, nosotros compartíamos  todo,  uno era amigo de sus amigos y lo que pasaba entre amigos no lo sabía nadie, éramos más leales, más generosos, las puertas de las casas se mantenían abiertas, nunca te negaban una aguadepanela o una hojaldra, eran días maravillosos esos momentos de pobreza que se enriquecían con el amor de tus padres.

¿Es feliz hoy? Porque aunque usted mantenga la esencia, está muy lejos del niño pobre de la Loma de la Cruz…

Sí claro que soy feliz: tengo mi esposa, mis hijos, mis nietos y han conseguido cosas a pesar del bache que tuve.

Le pregunto a otro cercano amigo suyo por un interrogante infaltable en una entrevista con usted y me responde: decíle que si es verdad que  ese negro tan pinchado nunca tuvo una novia negra…

Jajajaajajajajajajajaja… Eso cierto.

Marino Millán, su amigo, cuenta que le gustaba mucho el whisky, que era muy rumbero. ¿Qué es lo que más extraña de la vida que no le permite la diabetes?

Uno va entendiendo que hay cosas que van cambiando. Antes, para salir a bailar, el que quisiera tenía que salir con tres hermanas y cuatro primas y cualquiera se podía arrimar a sacarlas. Ahora, así uno vea a un tipo con veinte al lado, no se puede poner en esas. ¡Porque te matan!

¿Cuál es el jugador más malo que usted ha visto en el Pascual?

Ohhhh… varios ¿eh?... esos que han traído ahora, esos brasileros del América, espantosos, ¡uy! Y de mi época uno que llegó de Boca para el Cali: Novarini, que tenía una rodilla podrida.

¿De qué se arrepiente?

Uno no debe arrepentirse de nada. Lo que jugó lo jugó. Si le salió bien, bien; si le salió mal, mal.

¿La  muerte lo asusta?

A Daniel, en la Biblia, Nabucodonosor lo mandó a la fosa de los leones y él  iba cagado de la risa porque estaba convencido de que había una vida  mejor que esta.

¿Le molestan las imitaciones?

No, no, porque siempre imitan a los buenos...¿No has notado? 

Lea aquí la segunda y tercera parte del texto del 'Doctor Mao'.

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