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Julio Iglesias, un mujeriego empedernido, ¿fama o realidad?

Julio Iglesias, pues, se parece bastante a lo que pregona una de sus canciones: para algunos es un truhán, para otros un señor. Historia de vida.

25 de octubre de 2015 Por: Lucy Lorena Libreros | Periodista de El País

Julio Iglesias, pues, se parece bastante a lo que pregona una de sus canciones: para algunos es un truhán, para otros un señor. Historia de vida.

La escena sucedió en un restaurante. Julio Iglesias se encontraba en compañía de su mánager, Fernán Martínez. De repente, el cantante español comenzó a señalar a los hombres más atractivos del lugar hasta que al final, dueño de una vanidad que Fernán conocía de sobra, le lanzó esta reflexión al periodista colombiano: “Ferni, todos esos hombres son más apuestos que yo, mucho más guapos y atléticos… pero, ¿sabes a quién están mirando las mujeres? ¡A mí, me miran a mí! Lea también: Julio Iglesias cuenta detalles ‘México’, el último álbum de su carrera artística

Martínez cuenta que Iglesias no suele llevar la cuenta de las mujeres que se ha llevado a la cama. Más bien, de sus conquistas fallidas. “Que son pocas”. Lo define, sin embargo, más como un seductor que un conquistador, “no le gusta acosar, prefiere seducir. Ese es el secreto”.

Fue lo que le sucedió, a inicios  de los años 70, cuando tropezó en el camino con Isabel Preysler, una socialité y modelo filipina que en poco tiempo, el 29 de enero de 1971, Iglesias convirtió en su esposa, después de que ella  quedara embarazada. El idilio duró ocho años, al cabo de los cuales decidieron anular el matrimonio, y dejó los tres hijos más célebres del artista: Chábeli, Julio José  y Enrique. Los dos varones siguieron sus pasos en la música.   

La propia Preysler le confesó a la revista Hola de España que no pudo tolerar  las constantes infidelidades del madrileño que ya para entonces se había convertido en una voz famosa de Hispanoamérica y buscaba abrirse camino en el mercado musical de Estados Unidos. De esa ruptura —confesaría años después el madrileño— nacería uno de los temas infaltables de su cancionero: ‘Lo mejor de tu vida’.

Casi una década más tarde, en la que se especularon toda suerte de romances —algunos muy sonados como el de Priscilla Presley, viuda del Elvis—, Iglesias comenzó una relación  con una mujer de belleza reposada, ojos azules y pelo rubio, la holandesa Miranda  Rijnsburger, a quien conoció en el aeropuerto de Yakarta, en Indonesia. 

Con 22 años de diferencia, muchos creyeron que se trataría de otra conquista pasajera del artista. Pero, cuentan que apenas el cantante se cruzó con Miranda, le comentó a uno de los amigos que le acompañaba en ese viaje: “Esa chiquilla va a ser mi mujer”.

Dos décadas después de iniciado el noviazgo, en 2010, la joven modelo consiguió llevar al altar al donjuán de temperamento apasionado que con 67 años le dio el sí en una boda que tuvo lugar en la parroquia Virgen del Carmen de Marbella, en Málaga, muy cerca de uno de los refugios preferidos por el artista: su finca de la localidad malagueña de Ojén.

Ya para entonces vivían en Miami y  contaban cinco hijos:  Miguel Alejandro,  Rodrigo, las gemelas  Victoria y Cristina y Guillermo.

Pero a pesar de esa postal de hombre de hogar que por momentos ha querido vender a la prensa, “no es posible entender la carrera de Julio Iglesias sin ese aura de mujeriego empedernido que lo acompaña desde sus inicios”, asegura Fernán.

Una fama que ha puesto incluso a la industria del espectáculo a hacer cuentas. En 2006, la revista Maxim aseguró que el artista  había llevado a la cama a unas tres mil mujeres.  Según reseñaba la publicación, el cantante habría dormido “con 66 mujeres distintas al año. Es decir, cada semana con una e incluso dos”. 

Y a Iglesias le encantaban esos titulares, cuanta Fernán. Porque se trata, ante todo, de un tipo vanidoso. Tanto, que solo permiten que lo fotografíen por el lado derecho, que él considera su mejor ángulo. Para demostrar los alcances de esa vanidad el ex mánager recuerda otra anécdota, esta vez vivida en un hotel de Los Ángeles. 

“A mí siempre me intrigó por qué, cada vez que él tenía concierto en esa ciudad, nos quedábamos en un hotel muy regular. Un día, metidos en el ascensor, me confesó la razón: ¿sabes por qué nunca dejaremos de venir a este hotel?, me preguntó. “Porque en el espejo de este ascensor me veo perfecto, guapísimo… ¡es el mejor espejo del mundo!”.

Un truhán, un señorSon muchos los que aún hoy siguen preguntándose cómo lograron sus mánagers, entre ellos Alfredo Fraile y Fernán Martínez, para convencer al mundo de que el tipo de piel siempre dorada, con un extraño ademán de acariciarse el vientre  mientras estaba sobre el escenario, era realmente un cantante. Un tipo con  voz.   El propio Julio Iglesias lo reconoce: “cuando comencé a cantar no tenía idea de música, ni la sigo teniendo aún”. A pesar de ello, se las arregló para construir una carrera con 69 álbumes grabados.  Inició con baladas, pero se ha dado el lujo de cantar a su manera tangos, boleros, rancheras y hasta vallenato colombiano: hizo una de las tantas versiones que se conocen de un clásico como ‘La gota fría’. Ha grabado incluso en otros idiomas, 14 en total, inglés entre ellos. Pero precisamente uno de los mercados al que más le costó llegar fue  el de  Estados Unidos pues en ese país lo tomaban como un  ‘latin lover’ que pretendía cantar en inglés aún cuando no lograba desprenderse de su marcado acento español.  Lo recuerda el propio Fernán Martínez, quien se vio obligado a colocar frente a la casa del editor de entretenimiento de Los Ángeles Times una valla gigante que anunciaba un concierto del artista  con una presentación que parecía despejar las dudas: ‘Julio Iglesias, 100 millones de discos vendidos, estrella en 60 países’.     Hoy, a sus 72 años, Julio Iglesias es un hombre con muchas más cifras de oro: ha vendido más de 300 millones de copias; se ha quedado con más de 2600 discos de oro y platino; se calculan en más de 5000 los conciertos que ha ofrecido por el mundo y en  60 millones las  personas de los cinco continentes para las que ha cantado.   En todo caso, eso de vivir de la música no era lo que inicialmente estaba en sus planes. Julio José Iglesias de la Cueva, como se llama en realidad, jugaba como arquero en las juveniles  del Real Madrid cuando  un accidente automovilístico le dejó una gravísima contusión en su sistema dorsal y una hemorragia interna que al poco tiempo se convirtió en un tumor que lo dejó paralítico. Fue su despedida, sin remedio, de las canchas. Tras una larga recuperación, la suerte lo puso, en 1968, en el Festival Benidorm, uno de los más importantes de música en España. Desde entonces sus baladas comenzaron a conquistar las radios de Europa y Latinoamérica. Y con ella se ha quedado con los premios más importantes de la música: el Grammy anglo y el latino, el World Music Award, el Billboard, el  American Music Award y el premio Lo Nuestro. Fue con ella también que se quedó con la amistad de personalidades de la talla de Henry Kissinger, ex secretario de estado de Estados Unidos, con quien compartió decenas de navidades, y de Bill Clinton, ex presidente norteamericano, quien pasó una larga convalecencia en su casa de Punta Cana, tras una cirugía. Julio Iglesias, pues, se parece bastante a lo que pregona una de sus canciones: para algunos es un truhán, para otros un señor.

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