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Judy Henríquez, 50 años de vida y obra en la televisión colombiana

La historia íntima de la actriz que por 50 años nos ha hecho vibrar a fuerza de fantasía.

16 de marzo de 2014 Por: Alda Mera | Reportera de El País

La historia íntima de la actriz que por 50 años nos ha hecho vibrar a fuerza de fantasía.

Cuando Judy pisa el escenario, el público se levanta y aplaude. Eso solo se gana con un profesionalismo total, con toda una vida de entrega y entera dedicación a su carrera. Esas palabras son de su yerno, el también actor Rodrigo Candamil, quien ha compartido en tres producciones con Judy.Candamil, casado con Adriana Romero, la hija mayor de Judy y Bernardo Romero Pereiro, se declara sorprendido de verle la vitalidad y el brío con que Judy enfrenta sus personajes. “La devoción y el amor que ella siente por la actuación son admirables; ella tiene más energía que algunos actores jóvenes, es una gran profesional que tiene mucho que enseñarnos”, dice el yerno de Judy.Ese cariño y respeto viene desde que el público la vio nacer con la televisión en vivo hasta la TV digital de hoy. Que la vio hacer el tránsito por todo tipo de personajes, desde la más malvada de las villanas, hasta protagonista de novelas en el siglo pasado y avanzar al tercer milenio como la abuela de Chepe Fortuna o la anciana víctima del Dr. Matta en el seriado que estrenará el martes RCN. La actriz hizo telenovelas en vivo, tres veces a la semana al aire, vivió el paso a la producción grabada, de los sets cerrados a los exteriores, de la imagen blanco y negro al color, de las cámaras como un elefante, difíciles de mover, a las de cargar al hombro. Y aún sigue vigente.Es la misma actriz que hizo su primer desnudo en El Tigre, una obra dirigida por Carlos Duplat. Era una escena en la que él secuestra a la protagonista y le quita la falda. “Recuerdo la pena que sentí delante de él porque era muy joven y con ese teatro lleno de gente”, dice hoy.En televisión, su primer protagónico fue Destino: la Ciudad (1967), con Álvaro Ruiz. “Me sentía como muy importante”, dice y salta en el tiempo a “la vieja Sara”, ese personaje de la serie Escalona, uno de los más difíciles. “Como ella existió de verdad, la gente la iba a comparar; pero al cabo de un año de grabación en la Costa dirigida por Sergio Cabrera, me fue bien y recibí un premio internacional”, dice.De sus casi 200 personajes, imposible olvidar a Lola Ortiz, la de Saint Tropel, novela que ahora repite Señal Colombia. Pero el fenómeno de audiencia fue Señora Isabel, producción innovadora de Coestrellas (1994) que se emitía los martes a las 8:30 p.m. por el Canal A, con repetición en los canales regionales, emitida en Chile y Venezuela y con adaptaciones en México y Portugal.Cuando Judy fue a Venezuela de gira, hasta paralizó el tráfico. Ella atribuye ese éxito al tratamiento especial que los libretistas, su esposo Bernardo Romero Pereiro y Mónica Agudelo, le dieron a los personajes femeninos de ese seriado.Su amigo y colega Carlos Muñoz, la califica como una señora actriz y la recuerda como una mujer agradable, graciosa y excelente conversadora en las tertulias en Purificación, Tolima, después de cada grabación de Saint Tropel.Esta suerte de Meryl Streep a la colombiana, modelo ejemplar en el set y fuera de él, colecciona premios Indias Catalina, TV y Novelas, Onda, Antena, ahora le suma el Víctor Nieto, el máximo galardón a un actor de carrera en el país.Una madre adoptivaEl mejor papel que Judy Henríquez ha representado en su vida es el de madre en la vida real. A los 17 años, abandonó su naciente carrera para cuidar a una hermanita recién nacida y otras nueve menores, que como ella, quedaron huérfanas de madre.Ese gesto de generosidad se lo agradecen ellas con el cariño y devoción que le profesan y se congratulan por el nuevo premio y de que la prensa lo registre. “Ella se convirtió en nuestra madre”, dice la ex modelo Marlen Henríquez. “Es como mi segunda mamá, Judy nos ponía a jugar o hacer las tareas”, recuerda Myriam. “Este premio se lo tiene más que merecido” anota Jacqueline.Eso lo hizo con la ayuda del padre viudo, que trabajaba en la naciente televisión nacional y la llevó con Marlen a los estudios ante la falta de modelos para hacer comerciales en vivo. Esta barranquillera de nacimiento pero cachaca por adopción, solo quería ser periodista, para lo que estudió en la Javeriana. Pero como “era simpaticona y graciosa”, como se autodefine, deslumbró como modelo de cigarrillos y briquetas de carbón, aprobó como locutora y reprobó como cantante de boleros. Hasta el día que actuó de extra y halló en la actuación el rol de su vida. Esta Leo del año 1943, surgió en pleno fervor de los años 60, donde supo trabajar y mantenerse ‘zanahoria’ en el ámbito de hippismo, sicodelia y drogas que dominaba el ambiente: “La marihuana me olía horrible. Todos mis compañeros fumaban, pero no me convidaban porque sabían que yo no lo hacía”.Ella tomó lo bueno, como la moda. Lució minifalda, bikini y fue la primera que usó pantalones, así la gente la mirara rarísimo. “Y la mediapantalón, qué maravilla no tener que usar ese liguero tan cansón”, dice con gracia hoy.En ese medio parecía predestinada a unirse a uno de los que se consagró después como de los grandes directores del país: fue novia de Carlos Duplat, con quien incursionó en el teatro. Luego conoció a Bernardo Romero Pereiro, se casaron en 1968 y formaron la pareja ideal: Judy era su musa y él creaba personajes para ella, como en Camelias al Desayuno, Las Juanas, Momposina, Saint Tropel o Señora Isabel, entre otros. Él se lucía escribiendo los libretos y dirigiendo, y ella interpretándolos. El secreto de esa unión fue el respeto que tenían el uno por el otro, dice ella. Cuando iban a trabajar era a trabajar, la trataba como una actriz más, sino hacía lo que había que hacer y la tenía que regañar, la regañaba.Y en la casa era igual. “Conmigo y con nuestras hijas, Adriana y Jimena, compartía todo, reuniones, viajes – conocí mucho mundo gracias a él – y siempre hubo cariño, no dejamos de querernos en 37 años que estuvimos casados”.De ahí que superar la muerte de él (2005) fue complicado. Judy aún le habla todos los días y cada que ella tiene que tomar una decisión, le consulta. “Sé que él me manda las señales para saber si sí o si no. Más que un esposo extraordinario, fue un gran compañero, un gran director, un amigo del alma cuando lo necesité, no voy a decir que no me hace falta, sí lo extraño”, confiesa.Aún así se declara feliz con sus hijas, herederas de los genes televisivos de ambos. Adriana, casada con Rodrigo Candamil, es actriz y escritora y vive en Bogotá. Jimena, libretista, vive en Estados Unidos con su esposo, Julio Reyes, y sus hijos. Con ellas comparte más el espacio familiar y poco hablan de trabajo, revela Adriana.“Mis hijas me critican un poco por no haber estado con ellas en su momento, pero el trabajo es el trabajo. Ahora soy abuela feliz de cuatro nietos, las mellizas de 14 meses (de Adriana) y los dos adolescentes (de Jimena), tengo unas hermanas adoradas y unos yernos maravillosos. ¿De qué me puedo quejar? He perdido gente importante, pero Dios me ha bendecido, estoy contenta con mi trabajo, y repito, que este premio no sea para que digan: Judy, ya es hora de retirarse, no”.De cachaca dice que tiene todo, porque de costeña no le queda sino el sabor de la arepa de huevo que le encanta y de la comida caribeña, porque ya ni el hablado, dice. Sin embargo, afirma que “curiosamente, casi todos los personajes que he interpretado son costeños y apenas llego a la Costa, estoy hablando así, ajá”.Judith Emilia es su nombre de pila y así solo la llamaba Pacheco, gran amigo de ella y de su esposo. El presentador le enseñó a jugar póker, generala, dados y cuanto juego de mesa hay, pasatiempo con el que rellena sus tardes cuando no está actuando, resolviendo crucigramas o viendo partidos de golf por televisión.Judy es una persona de poca vida social y muy del entorno familiar, del círculo de sus hermanas, sus hijas, sus nietos, pero le reserva tiempo a su público, al que se debe. “Siempre está dispuesta a tomarse una foto o firmarle un autógrafo con quien le muestra su admiración, a recibir el cariño de la gente”, dice Rodrigo. Él la define como una abuela “muy sui generis y nada convencional. Y como suegra es muy respetuosa y uno siempre siente el apoyo de ella en cualquier circunstancia”.Marlen Henríquez, su hermana, destaca de Judy su buen sentido del humor, siempre con el apunte gracioso. Y el actor Carlos Muñoz, que compartió parlamento con ella en las obras clásicas de la literatura universal, en los cafés concert de los años 60 y en las grandes producciones de televisión de los 70 hasta hoy, la califica como “una señora en toda la extensión de la palabra, una gran actriz, profesional ciento por ciento”. Pero el encanto de esta actriz es la naturalidad con que logró pasar de la protagonista joven, a la mujer de su edad. “Eso no le ha costado trabajo porque ella ha hecho todos los roles, en teatro, en cine, en televisión, entonces ha llegado a estos papeles con tranquilidad, no con resignación, pero sí con aceptación”, revela su hija Adriana.

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