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Isabella Rossellini, una famosa que no ha sucumbido ante los problemas en la farándula

El 52º Festival Internacional de Cine de Cartagena rendirá tributo a la actriz, directora, productora y escritora italiana, Isabella Rossellini.

19 de febrero de 2012 Por: Alberto Posso, especial para El País.

El 52º Festival Internacional de Cine de Cartagena rendirá tributo a la actriz, directora, productora y escritora italiana, Isabella Rossellini.

1. Hermosa rebelde Todavía hoy, a sus 59 años, el brillo avellana de sus ojos permanece vívido, aunque su armonioso rostro muestre los surcos normales de su edad. Salta a la vista que la italiana Isabella Rossellini no ha sucumbido, como muchas otras famosas, a los desórdenes personales típicos de la farándula. Su lozana piel refleja a una señora que envejece con dignidad y clase. “Cuando veo en el espejo que mis párpados van cayendo, eso no significa que por ello se acabe el mundo”, le dijo recientemente a la revista Vogue. Y es lo menos que puede esperarse de una mujer que durante catorce años (desde 1982 hasta 1996), fue ícono mundial de la belleza femenina, como imagen oficial de la firma cosmetóloga Lancôme, de L'Oréal. Como lo subraya en su biografía, Isabella no pretendió nunca el dinero ni la fama, algo imposible saliendo de semejante cuna. Su madre es la sueca Íngrid Bergman, la cuarta estrella más importante en la historia del cine mundial, según lista del American Film Institute. Cuando Isabella nació, en 1952, hacía diez años que Bergman era una leyenda por el clásico ‘Casablanca’, que protagonizó al lado de Humprey Bogart. Y qué decir de su padre, el director italiano Roberto Rossellini, uno de los pilares del neorrealismo, a quien Bergman sedujo cuando ambos tenían sus propias parejas, protagonizando uno de los más sonados escándalos del cine, a fines de la década de los 40.Amén de diversos familiares famosos, fiestas y roces con el mundillo del entretenimiento, el sueño adolescente de Isabella era el periodismo. Apenas pudo huyó de su entorno fílmico en Italia para refugiarse en Nueva York, donde luego de trabajar como profesora de italiano y como traductora, comenzó su carrera periodística en la RAI. Pero el Séptimo Arte no la iba a dejar tranquila tan fácilmente. Máxime cuando sucumbió en 1979 a un amor arrebatador con el neoyorquino Martin Scorsese, diez años mayor que ella, y considerado en ese entonces un prodigio del cine independiente por los clásicos ‘Alicia ya no vive aquí’ (1974) y ‘Taxi driver’ (1976).Fue natural que la pantalla se la robara de forma contundente. Un año luego de la boda con Scorsese, Isabella alcanzó el primer premio de su carrera fílmica, el Nastri D’Argento a la mejor actriz revelación italiana del año 1980 por ‘Il prato’, de los hermanos Vittorio y Paolo Taviani.Luego, en 1986, el estadounidense David Lynch, su segundo gran amor, la convirtió en figura del cine independiente con la película ‘Blue velvet’ (Terciopelo azul), por la cual ganó el Premio Espíritu Independiente a la mejor actriz. A pesar de ello, el millonario contrato que Isabella mantenía con la firma de maquillaje Lancôme desde 1982 le impidió estar cerca a la pantalla grande, hasta que ella se cansó de mirar sonriente a la cámara con los ojos entornados y los labios cerrados. “Tiene fea dentadura, por eso no abre la boca”, publicaron los tabloides amarillistas de entonces. Había ocurrido justo lo que ella desdeñaba en su juventud: ser un nuevo molde del estereotipo comercial. Y empezó a rebelarse. Primero declaró que su trabajo como modelo de Lancôme era “una forma de convertirse en rica sin ganar la lotería”, lo cual disgustó a la firma de maquillaje. Pero lo peor ocurrió en 1992, cuando participó en ‘La muerte le sienta bien’, al lado de Goldie Hawn y Meryl Streep y Bruce Willis. En esa película interpretó a una hechicera que poseía el secreto de una pócima para ser siempre joven y evitar la muerte, por encima de los destrozos de la edad. Tal alegoría al ‘Dorian Gray’ de Oscar Wilde colmó la paciencia de Lancôme, y le pidieron que renunciara.Rebelde, como siempre, Isabella se negó a renunciar, y para el final de su contrato, respondió con una cachetada, al resurgir como vicepresidenta de marketing de Lancaster, la mayor competidora de Lancôme. Su carrera cinematográfica jamás volvió a producir un gran título, a pesar de haber actuado en diversas películas, incluyendo ‘La fiesta del chivo’ (2005), sobre la novela de Mario Vargas Llosa, seleccionada en el Festival de Berlín. Desde 2008, Isabella tiene una existencia más tranquila, realiza una serie de cortometrajes basados en la sexualidad de los insectos, llamada ‘Green porn’, título que le ha significado varios rechazos. Además de una retrospectiva de sus filmes, en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, que inicia el próximo 22 de febrero, y donde ella es la invitada especial, Isabella exhibirá ‘Green porn’. “Son unas películas cortas para simplemente hacer reír. Hablo de cómo se aparean estas criaturas y a veces me disfrazo como ellas. Es una tomadura de pelo”, dice la bella italiana antes de aterrizar en la Heroica.

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