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Diego Vásquez: habla la estrella de 'El Paseo 4'

Conozca a Diego Vásquez, estrella del filme colombiano ‘El Paseo 4’, que rompió récord al permanecer cinco semanas en la cartelera nacional. Estudió geología, vendió tamales y se declara amante del joropo.

5 de febrero de 2017 Por: Por Anderson Zapata e Isabel Peláez

Rudo, machista, corrupto, mujeriego,  sin escrúpulos, ordinario  y  cínico, así vemos a Diego Vásquez en sus papeles de villano,  al punto de generar temor y rechazo  en algunos televidentes  que juran que en la vida real él  es así.  

Pero  este actor ibaguereño, de  51 años, vive una eterna lucha psicológica con los malos que ha interpretado    en la televisión nacional. 

Tímido, serio, transparente, sencillo, culto, respetuoso y humilde, como lo definen sus compañeros de reparto, admite que le cuesta mucho aceptar   personajes de mala reputación y bajos instintos como el coronel  Barragán en ‘La niña’;  Norman Alberto Zarama, en ‘Las muñecas de la mafia’, o Patricio Ortega, en ‘Esmeraldas’.   

Confiesa que se identifica más y le produce  más placer interpretar personajes con un tinte  bonachón y notas cómicas,  que promuevan valores como el  de Fruko en la telenovela ‘El Joe. La leyenda’ o el de Carlos Siachoque, en ‘Pobre Rico’. Por dicho papel  ganó un India Catalina  y un Tv&Novelas a Mejor Actor de Reparto.  

Admite que interpretar a Alberto Rubio, jefe de hogar en  ‘El paseo 4’ fue todo un solaz, después de haber encarnado a un militar que hasta a él mismo le producía escozor al mirarse en el  espejo cuando lo interpretaba.

¿Cómo fue seleccionado para ‘El Paseo 4?

Me llamó Iván García,  productor general de Dago García y me dijo “queremos que hagas este personaje”, la elección fue casi a dedo.  Pude  reivindicar ciertos elementos de la actuación que me gustan mucho, como explorar la comedia  y a través de una historia coherente, bien armada, simpática,  hablar de ciertos valores que   me parece importante  avalar. Al final se logró. Tiene una gran aceptación en el público.

¿El personaje del señor Rubio,  en ‘El Paseo’, qué ha significado?

Un solaz,  un espacio de diversión, pues venía de hacer un personaje muy cargado con  connotaciones éticas y morales muy duras: el coronel Barragán.

¿Qué les dice a quienes se niegan a ver cine colombiano?

No tengo nada que decirles, respeto mucho las opiniones.  Uno hace su mejor esfuerzo por   transmitir emociones en un público. La crítica es algo fortuito. Cuando tú haces un trabajo a conciencia, cuando le entregas  todo tu amor, eso trae sus réditos. Otras veces, aunque trabajes con amor, no obtienes los mismos resultados, pero  toca seguir luchándolo,  eso no va a hacer que yo deje la actuación.  Seguramente  a quienes no les gusta  el cine colombiano tienen otras perspectivas sobre  sus necesidades intelectuales o emocionales, y me parece muy bien. 

Al igual que en la película, usted se fue del país a Estados Unidos, por cinco años,   pero no precisamente de paseo. ¿Por qué lo hizo?

Todo en la vida son decisiones. Durante el tiempo que estuve en Estados Unidos seguí vinculado con la parte artística, pero  a un nivel más técnico. Estudié cine en el City College of San Francisco, me cambié a  producción de televisión en Laney College de Oakland, donde yo habitaba, en la Bahía de San Francisco. Tenía la necesidad de renovar cosas en mi vida y fue una gran experiencia. Uno siente que a veces se puede estancar en su profesión. Es una oportunidad de abrir nuevos espacios, tomar un aire renovado y aprender. 

¿Qué lo hizo regresar?

Creo que nunca dejé el país, porque dejé mi corazón en mi hijo Daniel, que por cosas de la vida vive ahora en Estados Unidos. Uno siempre necesita volver y el empuje me lo dio el  ganar un premio en 2006  del Ministerio de Cultura. Yo escribí el guión de la película ‘La Pasión de Gabriel’ y volví para reforzarlo y trabajar con el director, Luis Alberto Restrepo, que fue  el hacedor de esta.

¿Por qué se fue a vivir a Bogotá?

La aspiración de cualquier estudiante era estudiar en Bogotá, donde estaban las universidades importantes. Me presenté en la Nacional para  Ingeniería Civil. Hice cuatro años de  carrera, fue  un tiempo tortuoso porque en el año 84 se dio el cierre más largo de la universidad, que duró 11 meses. En ese lapso decidí estudiar geología, pero me tocó esperar un semestre por el caos en la universidad. 

¿Pero cómo pasó de la ingeniería y la  geología a la actuación?

Desde niño uno tiende a descubrir ciertos dones y talentos genuinos. Y  estando en la carrera de geología   abrieron audiciones para  el grupo de Teatro Estudio, legendario en los años 60. Teníamos ensayos rigurosos,  el director era un gran maestro, Alfonso Ortiz.  Formamos  el Teatro Experimental Universidad Nacional. En  el 90 llegó como director de Teatro Estudio Fabio Rubiano. Desde ahí hasta el 98, aunque ya me había graduado,  trabajé con ellos  habiendo iniciado  en televisión.

¿Es cierto que vendió tamales para pagarse la universidad?

(Risas) Sí,  cuando estuve estudiando geología, era una forma de hacerle la guerra al centavo, aunque siempre conté con el  gran apoyo de mi padre.

Hablando de padres. ¿Qué  heredó de su personalidad y su carácter?

La herencia de mi padre es esa honestidad en el trabajo, ese compromiso por cumplir, por honrar su nombre, su firma, y de mi madre heredé el talento artístico, ella canta muy lindo.

¿Cómo lo han marcado los personajes que ha hecho en televisión?

En cada proyecto hago una transformación mental, emocional y física para interpretar un personaje, eso conlleva decisiones emocionales grandes. Algunos me ha  dado mucho placer hacerlos, como el de Fruko (Julio Ernesto Estrada Rincón,   director de Fruko y sus Tesos),   dignificaba a un músico que trascendió en la historia de Colombia, compartí gratos  momentos con el maestro Fruko.  Carlos Siachoque o ‘El Gladiador’ en ‘Pobres Rico’, era un padre de familia que practicaba la lucha libre y    valores de antes, como el honor, la responsabilidad, el trabajo fuerte, un hombre amoroso al que le tocó levantar a su gente a pulso. El del esmeraldero (‘Esmeraldas’) me implicó hacer inmersión en un personaje de época,  en el cual  tuve muchas libertades -con el director- de transformar las escenas.

¿Cuál ha sido el rol más difícil?

El coronel Barragán de ‘La Niña’ me costó mucho por su connotación ética y moral. Cada escena   me generaba dolor. Uno defiende sus personajes, pero hay unos que no se pueden defender. Todos  me han afectado,  cada uno  ha sido una oportunidad a nivel  personal y profesional de descubrir niveles que   no sabía que tenía.

¿Qué le gusta hacer cuando no actúa?

Escuchar joropo, quisiera hacer algo con esa música, me encanta. Me divierte cocinar, medito mucho, no salgo tanto de rumba, estoy más recogido, todo el tiempo veo películas para analizarlas. Apoyo a la Selección y, como muchos, juego a ser técnico. Antes jugaba béisbol y voleibol. Ya no juego fútbol por un par de lesiones. Cuanto tengo tiempo, voy al gimnasio.

 

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