Diego Vásquez: habla la estrella de 'El Paseo 4'
Conozca a Diego Vásquez, estrella del filme colombiano El Paseo 4, que rompió récord al permanecer cinco semanas en la cartelera nacional. Estudió geología, vendió tamales y se declara amante del joropo.
Rudo, machista, corrupto, mujeriego, sin escrúpulos, ordinario y cínico, así vemos a Diego Vásquez en sus papeles de villano, al punto de generar temor y rechazo en algunos televidentes que juran que en la vida real él es así.
Pero este actor ibaguereño, de 51 años, vive una eterna lucha psicológica con los malos que ha interpretado en la televisión nacional.
Tímido, serio, transparente, sencillo, culto, respetuoso y humilde, como lo definen sus compañeros de reparto, admite que le cuesta mucho aceptar personajes de mala reputación y bajos instintos como el coronel Barragán en La niña; Norman Alberto Zarama, en Las muñecas de la mafia, o Patricio Ortega, en Esmeraldas.
Confiesa que se identifica más y le produce más placer interpretar personajes con un tinte bonachón y notas cómicas, que promuevan valores como el de Fruko en la telenovela El Joe. La leyenda o el de Carlos Siachoque, en Pobre Rico. Por dicho papel ganó un India Catalina y un Tv&Novelas a Mejor Actor de Reparto.
Admite que interpretar a Alberto Rubio, jefe de hogar en El paseo 4 fue todo un solaz, después de haber encarnado a un militar que hasta a él mismo le producía escozor al mirarse en el espejo cuando lo interpretaba.
¿Cómo fue seleccionado para El Paseo 4?
Me llamó Iván García, productor general de Dago García y me dijo queremos que hagas este personaje, la elección fue casi a dedo. Pude reivindicar ciertos elementos de la actuación que me gustan mucho, como explorar la comedia y a través de una historia coherente, bien armada, simpática, hablar de ciertos valores que me parece importante avalar. Al final se logró. Tiene una gran aceptación en el público.
¿El personaje del señor Rubio, en El Paseo, qué ha significado?
Un solaz, un espacio de diversión, pues venía de hacer un personaje muy cargado con connotaciones éticas y morales muy duras: el coronel Barragán.
¿Qué les dice a quienes se niegan a ver cine colombiano?
No tengo nada que decirles, respeto mucho las opiniones. Uno hace su mejor esfuerzo por transmitir emociones en un público. La crítica es algo fortuito. Cuando tú haces un trabajo a conciencia, cuando le entregas todo tu amor, eso trae sus réditos. Otras veces, aunque trabajes con amor, no obtienes los mismos resultados, pero toca seguir luchándolo, eso no va a hacer que yo deje la actuación. Seguramente a quienes no les gusta el cine colombiano tienen otras perspectivas sobre sus necesidades intelectuales o emocionales, y me parece muy bien.
Al igual que en la película, usted se fue del país a Estados Unidos, por cinco años, pero no precisamente de paseo. ¿Por qué lo hizo?
Todo en la vida son decisiones. Durante el tiempo que estuve en Estados Unidos seguí vinculado con la parte artística, pero a un nivel más técnico. Estudié cine en el City College of San Francisco, me cambié a producción de televisión en Laney College de Oakland, donde yo habitaba, en la Bahía de San Francisco. Tenía la necesidad de renovar cosas en mi vida y fue una gran experiencia. Uno siente que a veces se puede estancar en su profesión. Es una oportunidad de abrir nuevos espacios, tomar un aire renovado y aprender.
¿Qué lo hizo regresar?
Creo que nunca dejé el país, porque dejé mi corazón en mi hijo Daniel, que por cosas de la vida vive ahora en Estados Unidos. Uno siempre necesita volver y el empuje me lo dio el ganar un premio en 2006 del Ministerio de Cultura. Yo escribí el guión de la película La Pasión de Gabriel y volví para reforzarlo y trabajar con el director, Luis Alberto Restrepo, que fue el hacedor de esta.
¿Por qué se fue a vivir a Bogotá?
La aspiración de cualquier estudiante era estudiar en Bogotá, donde estaban las universidades importantes. Me presenté en la Nacional para Ingeniería Civil. Hice cuatro años de carrera, fue un tiempo tortuoso porque en el año 84 se dio el cierre más largo de la universidad, que duró 11 meses. En ese lapso decidí estudiar geología, pero me tocó esperar un semestre por el caos en la universidad.
¿Pero cómo pasó de la ingeniería y la geología a la actuación?
Desde niño uno tiende a descubrir ciertos dones y talentos genuinos. Y estando en la carrera de geología abrieron audiciones para el grupo de Teatro Estudio, legendario en los años 60. Teníamos ensayos rigurosos, el director era un gran maestro, Alfonso Ortiz. Formamos el Teatro Experimental Universidad Nacional. En el 90 llegó como director de Teatro Estudio Fabio Rubiano. Desde ahí hasta el 98, aunque ya me había graduado, trabajé con ellos habiendo iniciado en televisión.
¿Es cierto que vendió tamales para pagarse la universidad?
(Risas) Sí, cuando estuve estudiando geología, era una forma de hacerle la guerra al centavo, aunque siempre conté con el gran apoyo de mi padre.
Hablando de padres. ¿Qué heredó de su personalidad y su carácter?
La herencia de mi padre es esa honestidad en el trabajo, ese compromiso por cumplir, por honrar su nombre, su firma, y de mi madre heredé el talento artístico, ella canta muy lindo.
¿Cómo lo han marcado los personajes que ha hecho en televisión?
En cada proyecto hago una transformación mental, emocional y física para interpretar un personaje, eso conlleva decisiones emocionales grandes. Algunos me ha dado mucho placer hacerlos, como el de Fruko (Julio Ernesto Estrada Rincón, director de Fruko y sus Tesos), dignificaba a un músico que trascendió en la historia de Colombia, compartí gratos momentos con el maestro Fruko. Carlos Siachoque o El Gladiador en Pobres Rico, era un padre de familia que practicaba la lucha libre y valores de antes, como el honor, la responsabilidad, el trabajo fuerte, un hombre amoroso al que le tocó levantar a su gente a pulso. El del esmeraldero (Esmeraldas) me implicó hacer inmersión en un personaje de época, en el cual tuve muchas libertades -con el director- de transformar las escenas.
¿Cuál ha sido el rol más difícil?
El coronel Barragán de La Niña me costó mucho por su connotación ética y moral. Cada escena me generaba dolor. Uno defiende sus personajes, pero hay unos que no se pueden defender. Todos me han afectado, cada uno ha sido una oportunidad a nivel personal y profesional de descubrir niveles que no sabía que tenía.
¿Qué le gusta hacer cuando no actúa?
Escuchar joropo, quisiera hacer algo con esa música, me encanta. Me divierte cocinar, medito mucho, no salgo tanto de rumba, estoy más recogido, todo el tiempo veo películas para analizarlas. Apoyo a la Selección y, como muchos, juego a ser técnico. Antes jugaba béisbol y voleibol. Ya no juego fútbol por un par de lesiones. Cuanto tengo tiempo, voy al gimnasio.