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Diego, 'El Cigala', más allá de sus 'lágrimas negras'

El enorme éxito comercial y mediático que alcanzó después de ´Lágrimas negras' limitó la comprensión de la obra del gitano de Lavapiés por parte del grueso del público, que sigue comparándolo con Camarón. Claves para conocer y entender al Cigala que cierra el Ajazzgo 2012.

10 de septiembre de 2012 Por: Ossiel Villada, Jefe de redacción web de El País

El enorme éxito comercial y mediático que alcanzó después de ´Lágrimas negras' limitó la comprensión de la obra del gitano de Lavapiés por parte del grueso del público, que sigue comparándolo con Camarón. Claves para conocer y entender al Cigala que cierra el Ajazzgo 2012.

En estas tierras del sur, que le han llenado el corazón de aplausos, Diego El Cigala también ha sido víctima de un concepto acuñado por Octavio Paz y retomado recientemente en forma demoledora por Vargas Llosa: la civilización del espectáculo. No es de extrañar. Entre la avalancha de basura que Internet recicla y pone a sólo un click de los adeptos a Google, las verdades a medias, los juicios irrelevantes, las comparaciones simplistas están a la orden del día. Y se convierten, con la complicidad perversa del periodismo ligero, en explicación fundamental de la producción, la grandeza y el éxito de un artista.Así, los oscuros y húmedos pantanos de la creación quedan reducidos a ‘fórmulas secretas’, los momentos capitales del arte pasan a ser simples anécdotas casuales y los largos e intrincados procesos de búsqueda del artista desaparecen. No es de extrañar, repito, en un mundo que se empeña en simplificar la vida en 140 caracteres para poder entenderla.Por lo menos dos ideas simplificadas – y por la misma razón, erradas – se han difundido en estas tierras del sur en torno a la música de Cigala. La primera, que él es una versión moderna y ligera de Camarón de la Isla, el gran nombre del cante jondo en la segunda mitad del siglo XX. La segunda, que su propuesta artística no podría entenderse sin escuchar el galardonado disco ‘Lágrimas negras’, grabado hace ya diez años con el mítico pianista cubano Bebo Valdés. Y vale la pena intentar precisar ambas ideas, para comprender lo que los caleños verán el próximo domingo en el concierto de cierre de Ajazzgo. Es cierto: ‘Lágrimas negras’ es una de esas pruebas irrefutables que Dios nos da cada cierto tiempo para no dudar de su existencia. No sólo por su bellísima música, ni por las circunstancias mágicas que rodearon su producción, sino especialmente por darle una nueva forma al manoseado concepto de ‘fusión’. Y, sin duda, fue el trabajo que le abrió las puertas del mundo a un Cigala que hasta entonces era degustado por España y unas cuantas minorías. Pero no es más que una continuación, un desenlace. El nudo está en otra parte. Para conocer y entender al verdadero Cigala, para leer la ‘traducción’ completa de lo que ha querido decir y hacer, al menos en los últimos diez años, es preciso remitirse al disco inmediatamente anterior: ‘Corren tiempos de alegría’, editado en el 2001. Es allí donde aparecen por primera vez sus dos facetas actuales: la del cantaor que se atreve a explorar y entender nuevos territorios más allá de la patria del flamenco, pero sin renunciar nunca a la ortodoxia, ni apartarse de la luminosa y lacerante oscuridad del cante. Es allí donde su garganta poderosa se rompe primero entre bulerías y seguiriyas, y celebra después entre bolero y guajira. Es allí donde el piano de Bebo Valdés y la trompeta de Jerry González empiezan a enseñarle los secretos de la clave. ‘Corren tiempos de alegría’ es el disco en el que Cigala empezó a construir su propia voz; es la bisagra que explica todo, desde ‘Undebel’, su primer disco, hasta ‘Cigala&Tango’, el último.También, a partir de allí, es más fácil entender que Diego El Cigala y Camarón de la Isla son sólo dos nombres y dos historias paralelas separadas por el mar del tiempo, aunque muchos insistan en compararlos, basados en la textura similar de sus gargantas prodigiosas. No es válido – y quizá tampoco sea justo – hablar de herencias. En realidad, son dos barcos llevados al mismo puerto por distintos vientos. Impulsado por la necesidad de oxígeno, en medio de una tradición que corría por sus venas pero le aprisionaba su genio desbordante, Camarón se atrevió a romper el molde intacto del flamenco. Lo hermanó con el rock, el jazz, el blues, le buscó una nueva ruta hacia las Indias. Para él, tal vez, era necesario huir. En una España que se debatía entre la necesidad de cambios y la resistencia a los mismos, Camarón fue un visionario que pagó caro el atrevimiento. Mucho tiempo después, los puristas del género tendrían que reconocer su aporte a la supervivencia del flamenco.Diego El Cigala, después de formarse también en las más puras fuentes de la tradición del cante, sólo aplicó la única lección que Camarón podía dejarle: la del ejercicio pleno de la libertad. Fue así como se atrevió, sin prejuicios, a tomar la primera copa del veneno que no ha dejado de alimentarlo hasta hoy: la música enorme de esta inmensa, y portentosa, y sonriente y adolorida América bañada en lágrimas negras. Para él, tal vez, era necesario unir. Y es eso lo que ha venido haciendo: unir el flamenco a las viejas músicas del otro lado del Atlántico, para encontrar su propia y única voz.Por esa razón, también pecan quienes hablan del álbum ‘Cigala&Tango’ en términos de fusión. Si usted va al Municipal, o si sólo escucha el disco, encontrará que los linderos de tango y flamenco están claramente delimitados y soberanamente respetados. Porque Diego (ya lo ha dicho el mismo muchas veces) no intentó imitar a Carlos Gardel o a Julio Sosa, sino interpretarlos desde la esencia del flamenco. Y entonces, los énfasis de su voz aparecen en versos diferentes a los que reconocemos en las versiones originales de esos quince tangos; y por eso ‘Nostalgia’ suena con otro tiempo, pues es cantado por bulerías. Lo prodigioso del asunto, más allá de los detalles técnicos de la interpretación, es que este disco termina siendo una experiencia más sobrecogedora aún que ‘Lágrimas negras’. Porque flamenco y tango tratan de lo mismo: pequeñas tragedias humanas que suceden por la noche. Y ambas son músicas a las que la noche puso nombre con seducción de insulto.Vea también: Primera parte: Así es Diego ‘El Cigala’, el gitano mayor Tercera parte: Diego 'El Cigala', hijo de un camarón

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