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Yesid Toro retrató a las pandillas de Cali en su libro 'Complot para matar al diablo'

Este periodista judicial cuenta en su novela el mundo sórdido de las pandillas de Cali. Letras rojas.

26 de diciembre de 2012 Por: GACETA

Este periodista judicial cuenta en su novela el mundo sórdido de las pandillas de Cali. Letras rojas.

Yesid, ¿por qué narrar desde la ficción lo que lleva años contando desde el periodismo: la violencia urbana?Es propio del género que escogí, la novela. Hay que recordar que Riki, el protagonista de la historia, fue un menor de edad; y sus amigos y casi todos los personajes lo son. Algunos están vivos aún. Y revelar sus identidades generaría líos legales a pesar de que se habló con algunos de ellos y con sus padres. Lo que hice fue dejar los nombres de las instituciones para que el libro genere reflexión. No quise idealizar al pandillero, sino crear conciencia para que ellos, los padres de familia, la academia, los políticos y el Estado entiendan que el problema se les salió de las manos.¿Qué tanto tomó prestado de su oficio como periodista judicial para recrear esta historia?Mucho. Hay un personaje en la historia, Sergio Díaz, que es un reportero judicial que cubre asesinatos cometidos por adolescentes y contra jóvenes de barriadas; y el libro rescata la crónica roja, género periodístico que ha sido estigmatizado pues lo relacionan con amarillismo, pero en realidad es rico en detalles y que se puede explorar responsable y éticamente.¿Qué imagen tenía de esa Cali que está contando en este libro antes de escribir? Que no es la de postal ni la de guías turísticas...He leído que la gente en Cali es feliz, que eso está documentado en estudios. Pero creo que esas encuestas no incluyen a quienes viven a diario la violencia. No imagino a una persona de Mojica, Comuneros o Mariano Ramos diciendo que Cali es un buen vividero cuando todos los días debe cuidarse de balaceras y asesinatos. Sé que se hacen esfuerzos para mejorar lo social, pero creo que muchos de esos esfuerzos y programas fracasan por falta de una verdadera política pública para favorecer a los menores de alto riesgo.Cómo tropezó con la historia de Riki, el personaje de esta novela, y cómo fue el proceso de investigación para recrearla...Cubrí como reportero muchos de los asesinatos cometidos por él. Supe de su historial delictivo. Así que luego del complot que se armó en 2009 entre pandillas y oficinas de sicarios para asesinarlo, fui hasta su casa para conocer si en realidad era el monstruo que decían. Encontré que hasta los 13 años, fue un muchacho bueno, prospecto de futbolista y sin una infancia sufrida, algo común en la vida de los pandilleros. Hablé con víctimas, jueces, sicólogos, fiscales, abogados e investigadores judiciales. Estudié doce carpetas que reposan en los juzgados de menores sobre los homicidios que Riki cometió. Y fui varias veces al Centro de Menores Valle del Lili. Este libro es un crudo retrato de un drama que azota a Cali desde que comenzó a crecer de forma desbordada: la violencia juvenil, las pandillas que actualmente llegan a 134. ¿Por qué llevar ese tema a una novela?Es que se nos volvió paisaje el tema. Cuando un menor comete un delito, la gente automáticamente dice: “quedará libre porque esa ley del menor es un juego”. No se habla de esto por temor y porque el país está preocupado por otros temas como el proceso de paz. Ignoran que la pirámide se está invirtiendo; así pretendan cortarle la cabeza a la culebra negociando con la guerrilla, en realidad sigue viva: en los barrios de ciudades capitales y algunos municipios hay escuelas de sicarios y delincuentes. Y los jóvenes son los alumnos estrella. Detrás de estos muchachos pandilleros se esconden también esas historias de madres cabeza de hogar que se ven obligadas a criar hijos solas... Eso lo retrata también en estas páginas...Es que se puede ser buen pobre en medio de la pobreza. Y las madres solteras, si bien sufren para criar a sus hijos, también deben darles buen ejemplo, exigirles respeto. Eso debe ser una regla en la familia, sin importar el estrato al que se pertenezca. Tenemos muchos padres alcahuetes que dejan que sus hijos hagan lo que quieran. Estas páginas les ponen rostro a las cifras de violencia que registra Cali... Detrás de cada sicario hay una ciudad de pocas oportunidades que les entrega sus muchachos más pobres al sicariato...Sí. Busqué cifras de menores metidos en la delincuencia o que son capturados, y son escandalosas. Superan los dos mil por año en Cali. Y el promedio crece. Nuestros gobiernos actúan desde lo cuantitativo, no desde acciones que arranquen el problema de raíz. Detrás de cada sicario hay un padre sin autoridad, un político corrupto que se roba la plata de la educación como ocurrió en Buenaventura, un sistema penal para adolescentes flexible, y ante todo, una sociedad que, como Shakira, permanece ante esta realidad ciega y sordomuda.En esta novela se explora la jerga típica de las pandillas...Sí, era necesario para contarla bien. Parce, pirobo, duro, caballo, chinga, liebre y visajoso son términos usados entre los pandilleros. Son como códigos que únicamente ellos entienden. Pero las ya famosas fronteras invisibles y los cambuches son palabras que se volvieron tan comunes que algunas ya son aceptadas por la Real Academia de la Lengua.

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