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‘Whiplash’, cuando la música con sangre entra

‘Whiplash’ es una película rítmica y acelerada que narra la premisa reconocida del artista que busca la perfección. A diferencia de otras similares, ésta logra esquivar lugares comunes y expone las aristas humanas que nos convierten en seres complejos e impredecibles.

15 de marzo de 2015 Por: Claudia Rojas Arbeláez l Crítica de cine de GACETA

‘Whiplash’ es una película rítmica y acelerada que narra la premisa reconocida del artista que busca la perfección. A diferencia de otras similares, ésta logra esquivar lugares comunes y expone las aristas humanas que nos convierten en seres complejos e impredecibles.

Los mitos que se crean alrededor de los personajes y que crecen en virtud de rumores tienen la facultad de envolver en un aura especial a sus protagonistas. Genios de este tipo circulan por el mundo llevando a cuestas su ego y su fama de seres especiales a los que el mundo no merece. Y sin embargo, con todo y su pesadez, seducen con máscaras que solo ocultan sus inseguridades y complejos. En estas esferas los artistas y los líderes políticos se llevan los honores y el cine ha encontrado en los primeros tela suficiente para contarnos una y otra vez el nacimiento de un genio que tiene que sobreponerse a todas las adversidades del destino y de su medio para salir adelante con su talento. La película ‘Whiplash’ corre por cuenta de Damien Chazelle, un guionista que se aventuró a dirigir una historia en la que sobresale su estructura dramática precisa y bien apuntalada. Esta es la aventura de Andrew (Miles Teller), aventajado baterista que estudia en una de las mejores escuelas de música del país y que se empeña en convertirse en uno de los grandes. Entonces conoce a Fletcher (J. K. Simmons), director de la banda de jazz más prestigiosa de la escuela. El encuentro que parece ser fortuito no resulta de la manera que se ha imaginado el joven, y lo lleva a ponerse como reto no volver a perder otra oportunidad. La importancia de seducir a aquel director radica en que él es el mejor en su oficio, pero en el bolsillo del lado carga un látigo de exigencia y tortura, con el que aguijonea a los estudiantes intentando sacar de ellos la perfección. Esto no parece asustar a Andrew, quien antes bien se empeña tanto en captar su atención que muy pronto entra a ser parte del grupo más exitoso del plantel. A partir de ese momento, el joven se obsesiona con tocar a la perfección, llegando a excesos y sacrificios que solo reconoce en su intimidad. Todo con tal de no decepcionar a aquel genio desconcertante que no deja de retarlo, utilizando métodos, por demás, poco pedagógicos. A su alrededor, en aquella banda de jazz los músicos tocan, respiran, callan y sufren ante cada silencio prolongado de Fletcher que suele terminar con una explosión de comentarios hirientes y la amenaza permanente de poder ser expulsado y reemplazado por el siguiente en la fila. Sin duda es la radiografía de un medio donde parece imponerse aquello de que la letra con sangre entra y donde más vale ser soberbio que humilde e inseguro. Así transcurre la vida (y la película): en ensayos llenos de tensión y muchas repeticiones de músicos que no parecen disfrutar su oficio sino que solo se esfuerzan por mantener satisfecho al maestro, interpretado por el gran J.K Simmons. Este, hay que decirlo, logra explotar al máximo su personaje, superando las obviedades de un papel con el que pudo haberse conformado con un mínimo esfuerzo. Esta bien podría ser la típica película donde la letra con sangre entra, una producción que se bastara con la anécdota del artista que quiere tener su lugar en el mundo. Aquella que ya hemos visto antes en tantas películas y series, esa que habla el precio de la perfección y de perder la cordura por su cuenta. Podría haber sido, pero no lo es. En ‘Whiplash’, la trama que avanza de manera rápida da giros inesperados que a veces no vemos venir y que nos ubican en escenarios. Así, entre baquetazos que salpican sangre y en búsquedas que se transforman en sudor, es una película que no necesita de muchos espacios y que saca provecho de la relación hombre-instrumento para contarse desde un universo, y que si bien no es la más original, sí logra esquivar muchos de los lugares comunes en que pudo haber caído. En este sentido, hay que ver con buenos ojos la escogencia de Chazelle que excluyó la presencia del público y su reconocimiento. La progresión que logra darle a los personajes es interesante y bien aprovechada con secuencias que crecen en tensión y dramatismo a medida que avanza.Entonces, allí se pone a prueba su experiencia como guionista probado en producciones antecesoras, dando en los giros necesarios en los momentos pertinentes, pero incluso logrando sorprender en su desenlace. Sin embargo, también hay que anotar que ciertas secuencias parecen exageradas y poco necesarias. Más bien producto de la exageración artística del director que de la misma naturaleza narrativa. La película, que en el círculo de los más puristas jazzeros ha sido visto como una película poco verosímil, exagerada y manipulada, ha resultado ser bastante entretenida en medios menos ortodoxos donde aún resulta apasionante la vida del artista atormentado, dejando demostrado que la mezcla música, talento, sudor y sangre sigue siendo tan exitosa como antes.

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