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Víctor Palacios estrena su documental 'Matachindé'

El director, egresado de Univalle, estrena el documental ‘Matachindé’, sobre una comunidad perdida en el Pacífico donde se observa muy claro el sincretismo católico africano.

27 de noviembre de 2016 Por: Redacción de El País

El director, egresado de Univalle, estrena el documental ‘Matachindé’, sobre una comunidad perdida en el Pacífico donde se observa muy claro el sincretismo católico africano.

 ¿Qué es Matachindé?

Matachindé es un largometraje documental que observa una comunidad perdida en el Pacífico. La comunidad se llama Juntas de Yurumanguí y está en la última vereda del río que lleva el mismo nombre. Para llegar hasta ese lugar hay que recorrer  ocho horas desde Buenaventura, en lancha rápida.

Allí se celebra la tradición del canto  del Manacillo, una festividad que permite observar todo el sincretismo católico africano. Es una celebración católica desde la perspectiva de las raíces africanas,  pues esta vereda fue un sitio conformado por esclavos.

¿Cómo nace el proyecto de grabar en esta zona del Pacífico?

Fue una cosa muy orgánica, nos llegó de imprevisto. Una profesora que daba clases allá nos buscó en Cali para hacer un registro de la comunidad porque sentía que eso se estaba perdiendo. Eso fue en la Semana Santa de 2009 y a la semana siguiente nos embarcamos a hacer las imágenes, sin conocer el lugar.   El documental es un poco eso, es un directo de esa cotidianidad. Trabajamos con equipos muy pequeños, en un pueblo que no tiene energía.

Es su primer largometraje...

Yo vengo del proceso del colectivo Mejoda (grupo de producción audiovisual independiente),  un proceso social y comunitario. Hemos producido un gran número de piezas en el marco 

de esos procesos. A nivel de producción cinematográfica este es mi primer largometraje, y estamos en miras del desarrollo de otros tres largos...

¿Le interesó más la no-ficción que la ficción?

Lo que hay es  una inclinación a narrar, y en cada proyecto uno encuentra su sentido narrativo. Pero estoy más cercano a desarrollar proyectos de no ficción, aunque no prevalece uno sobre el  otro. Yo me siento más cómodo por ahora con la no-ficción porque son proyectos que han crecido orgánicamente. Pero uno no puede  forzar las cosas. 

 Uno puede pensar que en este país faltan las producciones documentales. ¿Hay mucha producción de ficción y poca de documental?

Yo creo que hay una especie de sesgo al pensar de esa manera. Lo que se ve en salas comerciales no es lo mismo que producen los cineastas en el país.  Lo que se ve en salas son más las producciones de ficción, y eso se debe a  las lógicas de distribución comercial. La gente prefiere consumir comedias y ficción. Cada año se estrenan más largometrajes en sala, pero eso es por terquedad de nosotros para llevarlas a sala. Yo creo que el problema es que las producciones documentales no llegan  las salas comerciales, donde se ven masivamente. 

 ¿A qué circuitos llega este tipo de producciones? ¿Dónde se pueden ver?

Llegan a otros escenarios, a festivales y a plataformas de internet, abiertas y cerradas. Esos son los circuitos en donde están, hay gente que produce directamente para internet. En la televisión la compra de contenidos y la coproducción es muy precaria, el espacio es muy limitado.

¿Hay que fortalecer escenarios para visibilizar trabajos como el suyo?

Sí. Nosotros no encontramos distribuidora y nos toca distribuir nuestro trabajo por nuestra cuenta. Faltan más elementos de la cadena que hagan más accesible  todos estos documentales y estos trabajo al público. Hay personas que producen pero no saben cuáles son las lógicas de los circuitos. Con Mejoda vamos a hacer una línea de distribución de producción cinematográfica comunitaria y alternativa, para poder abrirle espacios a producciones de esta naturaleza, así como lo estamos haciendo con Matachindé. Faltan agentes de esta cadena productiva del mercado, que estén más abiertos a propuesta alternativas.

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