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Una madre en búsqueda de un hijo

'La postura del hijo' es una película rumana que narra la historia de una madre madura que intenta recuperar su papel protagónico en la vida de su único hijo. Para hacerlo recurre a su astucia y manipulación. La interesante trama ganó la máxima distinción en el Festival de Cine de Berlín.

20 de abril de 2014 Por: Claudia Rojas Arbeláez Especial para GACETA

'La postura del hijo' es una película rumana que narra la historia de una madre madura que intenta recuperar su papel protagónico en la vida de su único hijo. Para hacerlo recurre a su astucia y manipulación. La interesante trama ganó la máxima distinción en el Festival de Cine de Berlín.

Entre las sorpresas, las buenas son más apetecidas. No solo porque nos dan otra perspectiva del momento sino porque nos ponen en el estado propio de la dinámica seductora que conlleva la sorpresa. ¿Y a quién no le gusta dejarse seducir?Entonces, encontrarse con una película como la que nos atañe hoy en la cartelera local resulta una verdadera sorpresa para los amantes del cine prudente y necesario. Un hallazgo fugaz considerando que está en medio de la escasa oferta de las salas, que se conforman con exhibir las mismas dos o tres películas en cinco o hasta más salas, por complejo. Celebremos tanta suerte aunque, sabemos bien, será efímera. La película, que lleva por nombre ‘La postura del hijo’, es una producción rumana sostenida por un puñado de personajes construidos a fondo y llevados al límite a través de una historia que no se va por las ramas ni distrae con telones de fondo. Desde el comienzo las normas narrativas quedan claras, la cámara al hombro, los planos interrumpidos y los saltos de eje, nos hacen testigos presenciales de una historia en la que nos involucramos de manera casual. Ella se llama Cornelia (Luminita Gheorghiu) y es una mujer de clase alta, arrolladora y decidida que siempre ha sabido cómo mantener su vida bajo control. En su propósito también ha involucrado a su esposo y a su hijo único, quien ya es un adulto y ha empezado a hacer una vida con una mujer, que por supuesto, su madre no soporta. Así es como la encontramos cuando empieza la historia: organizando su propia fiesta de cumpleaños, una a la que su hijo no asiste, pero que ella se encarga de disculpar con una de sus mentiras. El fracaso, por supuesto, no es una palabra que exista en su diccionario. Y aunque en la intimidad Cornelia se siente en libertad de abrirle su corazón a su mejor amiga y contarle sus temores, ante los demás, sabe ocultar sus derrotas, entre ellas, el distanciamiento de su hijo.De repente, su comodidad cambia. Se entera de que su hijo está involucrado en un terrible accidente de tránsito en el que resultó muerto un niño. La eventualidad, por supuesto, genera angustia en la madre, quien de inmediato asume el control. Entonces, casi sin proponérselo la mujer encuentra en este accidente la mejor disculpa para volver a asumir el control de la vida de su hijo.A partir de este momento acompañamos a la madre en medio de su lucha. Ella emprende un esfuerzo que en apariencia parece el más noble. No duda en acudir a sus contactos, pagar favores y mover las influencias que posee para lograr lo que desea: dejar a su hijo libre de culpa. Claro, este es su deseo más consciente, pero en realidad lo que más quiere es convertirse en su heroína. En la única que es indispensable en su vida, en la mujer más importante. El hijo, por su parte, luce paralizado. No solo por el accidente ocurrido sino por la situación misma. La vida lo ha regresado al mundo de su madre y, agotado como está por la relación, reacciona de la única manera que puede hacerlo una persona asfixiada. En medio de esta dinámica transcurre una película que no ahorra en detalles ni simplicidades dramáticas. Aquí el accidente, la investigación y el muerto resultan ser lo de menos, porque aquí lo que de verdad importan son los tensos hilos que sostienen esta familia. De ahí que las secuencias se nos presenten ambivalentes y complejas, construidas con diálogos generosos y situaciones incómodas que muestran la parte más oscura del amor dominante y sus consecuencias. Resulta, sin duda, imposible para el espectador salir sin salpicaduras de estas escenas donde dolor y pasión nos quebrantan desde nuestras fibras más íntimas y nos dejan desubicados a merced de la duda más primigenia sin saber bien de qué lado ponerse. Tampoco hay un esfuerzo por parte del director que nos lleve a enamorarnos de la protagonista; de hecho, gran parte de la película bien podríamos detestarla, pero un simple juego de perspectiva nos podría mudar a la compasión.De repente el hijo acosado se convierte en dominador y la pelota regresa al campo. Nada es lo que parece, de ahí tal vez el juego de salto de ejes y de perspectivas que nos plantea el director, Calin Peter Netzler. Pero hay mucho más aquí y es una suerte de crítica directa a la corrupción y al juego que se plantea una sociedad en la que los influyentes deciden quién paga, quién no y a quién le duele más. @kayarojas

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