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Un duelo que no cesa, crítica a película 'Siembra'

Un padre y un hijo viven a su manera una ciudad que los recibe pero no los abraza. El primero añora la tierra lejana que dejó en el campo, el segundo esparce su sangre sobre el asfalto y con su acto condena a su padre a anclarse a un nuevo espacio.

10 de abril de 2016 Por: Claudia Rojas Arbeláez* | Especial para GACETA

Un padre y un hijo viven a su manera una ciudad que los recibe pero no los abraza. El primero añora la tierra lejana que dejó en el campo, el segundo esparce su sangre sobre el asfalto y con su acto condena a su padre a anclarse a un nuevo espacio.

Hay momentos que nos roban el aliento.  Instantes en la vida en que el aire se nos escapa detrás de una mirada, una caricia, una pena o una sorpresa.   Para sorprenderse basta estar vivo o también puedes ir al cine. Tal vez tengas la fortuna de encontrarte una película que te quite el aliento y no precisamente por el vértigo, los balazos y las intrigas, sino por su esencia, su ritmo y su historia. 

‘Siembra’ es una película caleña que estará en cartelera a partir de este jueves y que narra la historia de Turco (Diego Balanta), un hombre mayor que habita en la periferia, viviendo sus días con la añoranza del migrante.  Esperando con ansias el momento en que pueda regresar a la finca que tuvo que abandonar algunos años atrás por motivos que ya prefiere no recordar.  Pocas cosas añora más que volver a cultivar su tierra, a sentirla entre sus dedos y pisarla con la certeza de que allí ha de ser enterrado.  Esa es su herencia, así lo ha gritado con desespero ahora que se sabe  lejos y cada vez más perdido.  

Ahora que lleva no sé cuántos años viviendo en Cali, en una zona que acoge a todos pero que paradójicamente pocos reconocen como propia, él y su hijo, Yosner (José Luis Preciado), un muchacho con el que tiene una relación difícil, entre tensa y ausente, comparten el techo y el gusto musical. Pero mientras el viejo respira, habla y canta al río, la tierra y los afectos idos, el segundo camina por las calles y  baila la noche con un hip hop apasionado que ejecuta con sudor y destreza.  A diferencia de su padre, él solo piensa en su presente. 

En ese mismo  entorno, otros encaran la vida como pueden, con la nostalgia del amor ido, negociando sus soledades con otras o sonriendo con los ojos cerrados al sol.   

De repente, por esas cosas de la vida y de la calle, el muchacho pierde la vida, dejando al padre involucrado en un asunto que, por supuesto,  no puede ni debe evadir. El suceso, más que alterarlo, lo confronta con sus más profundos temores. Ya sus planes no podrán ser los mismos. Una vez más el hijo ha decidido por él y su futuro, lo ha anclado a ese pedazo de tierra en la que ahora malvive.  No se suponía que debía ser así, pero ahora que está hecho él tiene que hacer algo. Aunque no sabe cómo ni por dónde empezar.  Entonces comienza a vagar, después de todo cada quién asume el duelo a su manera, bien como quiere, bien como puede. Por eso es duelo, porque duele.

De eso va ‘Siembra’, la película escrita y dirigida por Santiago Lozano y Ángela Osorio que entra a cartelera este jueves (14 de abril) y que tiene, entre muchas de sus virtudes, la capacidad de conectarnos con nuestra más profunda esencia.  La muerte que aquí se nos presenta no tiene uno sino muchos significados.  El desapego, la despedida y el comienzo como parte de un ciclo que no termina sino que se extiende y se reproduce al sembrar en la tierra no una semilla que germina en frutos sino en resignación y renuncia.  En la tierra no solo se siembran las semillas, también los frutos que se convertirán en raíces que auguran el futuro. 

En sus casi noventa minutos, esta producción hecha en blanco y negro nos cuenta mucho más que las pérdidas de un hombre marcado por el signo de la guerra. Una historia construida con los silencios y los ojos abiertos de un protagonista que se busca  en una ciudad que no lo reconoce.  Así, inmerso en su inconsciente asimila su realidad mientras recorre los límites urbanos con caminatas dilatadas. Afuera el mundo está de fiesta, celebra y en medio de la música y la vida, Turco encuentra respuestas a preguntas que solo en su cabeza se ha hecho. 

En este deambular por espacios que para muchos resultan invisibles y sus encuentros con personajes reales, Lozano y Osorio otorgan a la película este ‘plus’ que la hace única.  Llevando la ficción al terreno de la realidad con diálogos frescos y cotidianos, alternados con ritos, música y cantos que buscan hacer más llevaderas las penas y abajar la despedida.  Y en este trance de dolor y partida, ¿cómo no conectarse y hacernos uno con el protagonista?

Por eso ‘Siembra’ puede llegar a quitarnos el aliento, no una sino varias veces.    Y en ese rapto, la desazón se instala en el corazón dejándonos con una incómoda sensación que ante la pena y la partida, todos somos iguales.  

*@kayarojas 

Docente de la Universidad Autónoma de Occidente

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