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Un café con Álvaro Vanegas

Fue el primer empleado que tuvo La Tertulia. Se encargaba de recibir y enmarcar las obras. Aún lo hace. Recuerdos del Museo en su cumpleaños 60.

6 de marzo de 2016 Por: Especial para GACETA

Fue el primer empleado que tuvo La Tertulia. Se encargaba de recibir y enmarcar las obras. Aún lo hace. Recuerdos del Museo en su cumpleaños 60.

Álvaro, ¿cómo es que usted termina siendo el primer empleado del Museo La Tertulia, en la sede que conocemos hoy?

Así es, tuve esa fortuna. Al Museo ingresé para la inauguración del actual edificio, es decir en 1968. El museo abrió sus puertas en ese entonces con una gran exposición del maestro Enrique Grau. Yo tenía 17 años. Puedo decir que hago parte del equipo que fundó a la Tertulia. 

¿Cuál era su cargo?

Mi cargo era el de recepcionista. Es decir: debía recibir todas las obras que llegaban al museo, catalogarlas, archivarlas. Antes yo trabajaba para la señora Gloria Delgado Restrepo, la mano derecha de doña Maritza Uribe de Urdinola en la fundación del Museo.

Fue doña Gloria la que me dio la oportunidad de trabajar para La Tertulia, después de que doña Maritza  la vinculara como tesorera. Doña Gloria era en realidad una especie de directora ejecutiva.

¿Cómo era el museo en ese entonces, comparado con lo que es hoy, 60 años después?

El Museo ha cambiado mucho. Hoy hay una muy buena estructura, un equipo. Y cada persona tiene una función específica. Antes, desde doña Maritza, todos debíamos ser toderos.

Todos participábamos en todo. Pero ya que lo pregunta, yo admiro mucho a Gloria Delgado.  Fue el motor de La Tertulia.  

Ella podía estar un sábado a las 11: 00 p.m., y al otro día, el domingo, uno madrugaba y ella ya estaba ahí. No tenía horario. Era la energía del museo. Doña Maritza, claro, fue el otro gran motor.

Una pregunta para que las nuevas generaciones conozcan la historia: ¿qué significaba La Tertulia en los 70, los 80?

La Tertulia fue el centro de la cultura en Colombia. Yo recuerdo que en 1968 Gloria Delgado era  la gestora del octavo Festival de Arte. Fue un momento importante.

Después viene el noveno Festival de Arte y es ahí cuando el Museo se convierte en el escenario más importante para la cultura del país. Imagínese: La Tertulia fue sede el Salón Panamericano de  Artes Gráficas, patrocinado por Cartón de Colombia, y después de la Bienal Americana de las Artes, en la que vinieron a la ciudad artistas de una veintena de países.

En ese momento, también, el Museo adquirió un gran prestigio internacional.

¿Cómo era organizar una bienal tan grande en esos años? 

Era un trabajo de todos los días, sin horarios; un trabajo de gran magnitud. Imagínese tener que enmarcar entre 600 y 650 obras. Y montarlas. Yo era el encargado de la enmarcación.

Aunque después de diez años de estar trabajando directamente para el Museo me retiré para abrir mi propia marquetería, aún hoy enmarco las obras de La Tertulia. No todas, claro, pero sigo vinculado.

La crisis  económica en la cultura ha sido casi que permanente en Colombia. ¿Cómo se sorteaba entonces?

Sí: las crisis en general en la cultura han sido  casi que permanentes. Afortunadamente La Tertulia estuvo bajo la dirección de una persona fantástica, invaluable, como lo  fue doña Maritza Uribe de Urdinola.

Cuando el museo no tenía el dinero para pagar sus gastos, las obligaciones, doña Maritza y su esposo giraban un cheque que le cubrían las necesidades al Museo. 

Gracias a ella el museo salió airoso de muchas dificultades y es en la actualidad  una de las instituciones culturales más importantes de América.

¿Cuáles son esos artistas que nunca se olvidan? Son muchos: el maestro Pedro Alcántara, Óscar Muñoz, Maripaz Jaramillo, Luis Caballero, Enrique Grau, artistas inolvidables. Yo recuerdo que para ellos estar en el museo La Tertulia, ser artista – expositor – era una cosa fundamental para sus carreras. ¿Y cómo es que Álvaro Vanegas decide dedicarse a la marquetería? El museo ofrecía unos talleres de enmarcación de cuadros. Yo, al principio, ensamblaba todo la obra que llegaba, más que enmarcarla. Después empecé a asistir a los talleres de enmarcación. Entre charla y charla le ayudaba a los muchachos que asistían y me fui perfeccionando. Y había gente que necesitaba enmarcar obras con cierta urgencia y acudían a mí. Así me fui formando en el oficio.  

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